(encontré este relato. Desconozco quien lo escribió, pero se me ocurre compartirlo).
msn
Cuando menos lo imaginó, sus ojos estaban fijos en un icono hacia el lado inferior derecho de la computadora. Cada vez que se producía el incesante parpadeo, el corazón le brincaba, como en aquellos viejos tiempos se lo había causado una sonrisa o una mirada. Ahora todo se reducía a una sesión abierta, a un nick, a un icono, a un guiño, a una frase corta de puntos suspensivos, a una expresión de cinco caracteres.
¿Qué pasa por la cabeza de una persona aparentemente normal para que su ilusión esté condensada en una pantalla de PC? Se lo preguntaba en silencio, mientras tecleaba un tímido hola, con el riesgo de no hallar respuesta, porque ella –la señorita de la frase larga como nick–, no siempre estaba conectada. ¿Conectada? En el idioma virtual del msn, ese sistema de conversación en tiempo real, estar enchufada es ESTAR, existir, tener vida. Pero eso no es suficiente, no basta con que ella se conecte, ella tiene que decirte hola, o responder tu hola, y dar muestras de querer hablar, es decir, teclear como tú, al mismo ritmo, sin que la diferencia de minutos entre un mensaje y otro se extienda hasta transformarse en 15 minutos, en 20 minutos. Lo peor es cuando, al lado de su nick aparece ‘no disponible’, ‘ausente’, ‘vuelvo enseguida’ o el peor, el más letal del día: ‘no conectado’.
Se convirtió en una adicción. El msn y ella se transformaron en adicción, adicción de las buenas, porque –de pronto–tenía casi siempre una sonrisa en el rostro. Se le veía silencioso, pero alegre, sin la habitual cara de ogro que tanto odiaban sus redactores. Ellos murmuraban y se burlaban. Él lo sabía, pero nada le importaba más que aquel ícono. Guardaba en el disco duro de su cabeza, la imagen de ella. Sin embargo, no habían hablado tanto como todo lo que se habían escrito, por eso recordaba más las palabras cortas, los llamados ‘iconos gestuales’–esas caritas que reían, lloraban, se amargaban, se entristecían– que su rostro y su voz. Hasta en sus sueños, veía letras e iconos. El beso que ella le dio en sueños no era húmedo sino rojo, sonoro y capaz de sacudir la pantalla de la PC. Él imaginaba un beso de esos, a pesar de que ella jamás se lo envió, pero que otra sí lo hizo, y que le permitió descubrir que los besos en el msn tenían la realidad de un dibujo animado.
Fue hacia finales de abril. En su lista de treinta contactos, hablaba solo con unas pocas. Palabras más, palabras menos, ninguna había capturado su atención, tanto que en cualquier momento iba a la bandeja y buscaba el ‘no conectado’ para ir a fumar, a tomar café, a dar una vuelta. Hacia fines de mayo, cada vez que ella estaba ‘conectada’, él no podía moverse de la computadora. La sensación era indescriptible, sin antecedentes en su accidentada existencia en la que las computadoras jamás tuvieron un lugar importante. Su PC siempre tuvo la única y boba utilidad de servir como máquina de escribir. Cualquier proceso más complejo estaba fuera de su alcance, y a años de luz de propiciar algún sentimiento. Esta vez, no entendía por qué, sentía que la luminosidad de la pantalla tenía conexión directa con su magullado corazón. En vano se había preguntado por qué. En el mundo virtual, como en el real, los trajines del corazón no tienen explicación. En el mundo virtual, como en el real, la angustia del amor le generaba un vacío a la altura del estómago, como si alguien quisiera partirlo por la mitad, como si alguien le hubiera clavado un certero puñal allí donde siempre. Todo esto lo pensaba, mientras contemplaba la ventanita, a la espera de alguna frase que le permita seguir indagando.
Le dijo un amigo que las relaciones interpersonales estaban tan deterioradas que, ahora, enamorarse virtualmente era no solo lo más in sino también lo más cuerdo, en un mundo que ya andaba de cabeza. Cruzar la frontera que divide lo virtual y lo real es solo cuestión de tiempo y de decisión, pero también de suerte. Puede ser que tu chica sea barbuda y calva. Puede ser que tu chica sea una abrumadora combinación de Barbie y Britney Spears. Puede ser que su conversación oral solo se reduzca a monosílabos y a gestos sensuales, esos que atraparían al común de los hombres que solo busca un cuerpo para descargar la furia, o un icono para matar el tiempo. Él quería algo serio. Lo que podría parecer poco cuerdo es compartido por miles de peruanos que en estos momentos, tienen las yemas rojas de tanto darle al teclado.
En el mundo de Internet, el amor puede ser un espejismo. Amas al pelado con barba, pensando que es la mujer más dulce y bella del mundo. No sabes cómo es el terreno que pisas, pero te alucinas que pisas firme, como para dejar huellas sobre el cemento fresco. Y no resbalas, aunque sea arena movediza. Solo te darás cuenta cuando hayas hundido medio cuerpo. Entonces, como en el mundo real, habrá poco que hacer, solo sacar la cabeza para no morir en el intento de un amor sin futuro.
Lo real y lo virtual se parecen. Lo real puede ser catastrófico a primera vista. Lo virtual puede ser catastrófico al primer click. Lo dice por experiencia. Ningún contacto sobrevivió si llenó la ventanita del msn con íconos gigantes, al preguntar: "¿ kien eres? ¿Akaso te conozko?". Esas k sin lugar en las palabras lo exasperaban tanto que lo recomendable para no ser grosero, era simplemente ‘eliminar el Kontacto’.
Ella sabía construir frases interesantes. Volarse los acentos puede ser –para él– un pecado en una carta impresa, pero no en un mensaje de Internet. Ella, algunas veces, se comía las tildes, pero sus frases eran limpias sin horrores ortográficos. Eso, a primera impresión, lo cautivó. Aunque parezca lo más bobo del mundo, esas pequeñas señales le hicieron saber que chatear con ella sería algo diferente. No se equivocó.
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