Comenzaron mis vacaciones 2008. Siempre en enero. No puedo trabajar en enero, porque los rayos del sol y la sensación de relajo que deja el fin de año y el comienzo del nuevo año me adormecen. Es en verano cuando duermo más, cuando las ganas de trabajar se me van al diablo y solo quiero estar en mi cama, encogida alrededor de mis gatas, fumando, tomando un café, o bebiendo una cerveza heladita. No tengo que irme al fin del mundo para disfrutar de las vacaciones. Me basta no ir a trabajar, no ver las mismas caras de siempre, no responder mails por obligación, no asistir a reuniones, no ser responsable de nada. Es en enero también cuando la playa me llama. Y solo la playa es capaz de empujarme de la cama. Amo el mar y quiero bucear, y disfrutar la sensación de que peso menos bajo el agua.
Es en vacaciones cuando leo y como más, cuando ordeno mis libros y me hecho más cremas. También me lleno de nostalgia, pero nada grave, nada que me lleve al doc otra vez.
Las vacaciones pasadas fueron un infierno, y las antepasadas también. Lo único que disfruté ciertamente fue mi cama y el mar. Por lo demás, el caos y la desazón de aquella relación me atormentaron. Eran vacaciones tiempos para pelear, para encararnos la triste realidad que vivíamos. Ahora es diferente. Quizás porque vivo sola o quizás porque, pese a todo, mi nuevo amor sí me ama.
No tengo planes en estas vacaciones. Los clásicos campamentos que siempre organizo, así sean para mi sola. En esta ocasión, mi pareja es una debutante. No tiene idea de lo tortuoso que es cargar las carpas, mochilas y coolers. No se imagina lo floja que soy en la playa. No sabe que doy más órdenes que en tierra firme. Que no se encender la parrilla, que odio el humo del carbón o la leña, por lo que me siento a mirar como otros hacen la cena. No sabe que me puedo pasar las horas frente a una cerveza, cubierta de arena, sin pensar en nada. Pero la quiero llevar y espero que disfrute a su acompañante exclusivo: yo.
No tengo planes ambiciosos. Solo descansar y disfrutar de mis espacios: mi casa, su casa, mis calles, sus calles, mis playas, Chorrillos y ahora La Punta.
Es en vacaciones cuando uno toma grandes decisiones. La última que tomé fue abandonar mi ex casa. Ocurrió en febrero más o menos. Y no me arrepiento.
La antepenúltima fue en mayo de 2006, cuando también tomé vacaciones y decidí buscar pareja por internet, dispuesta a darme una oportunidad.
Tampoco me arrepiento. Fue en vacaciones que decidí pagar la deuda que tenía con la universidad y no me arrepiento.
En vacaciones, veo ahora, me pego màs a Internet. No me arrepiento. Pero me duele la espalda.
Recuerdo mis tres últimas vacaciones de verano, repitiendo la misma frase: "Me cagas las vacaciones".
Mis vacaciones recién comienzan. Creo que me las merezco y espero que no sean tan atroces como aquellas que ya casi he olvidado, pero que siempre me traen un sinsabor a la boca.
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