Extrañaba el pollo a la brasa, a los odiosos taxistas, a mis cuatro hermosas gatas... Extrañaba el estrés, las calles feas de mi ciudad, el pasar café y sentarme delante de la computadora. Aunque debo confesar que varias veces pensé que mis vacaciones no deberían terminar nunca, a veces es imposible dejar de extrañar lo que se odia.
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