¿Qué es ser un adicto al sexo? ¿Cuántas veces debes querer para que se te considere un adicto (a)? Dicen los expertos que lo normal es cuando los dos se sienten cómodos, así sea toda la noche y lo que queda del día. Cierta vez, en aquella casa de Chorrillos de Huaylas, pasé demasiadas horas entre la sala y mi habitación haciendo el amor como una verdadera adicta. Recuerdo la silla amarilla, dando tumbos de un lado a otro. Recuerdo aquel sofá moviéndose por toda la sala. Me recuerdo incansable. No había tomado Red Bull, pero recuerdo que nunca me di cuenta del momento en que amaneció. Ni siquiera me percaté de la hora del almuerzo. Cuando mi acompañante dijo: "un cevichito" caí en la cuenta de que no había dormido. Ella decía que yo era una golosa. El amor me movía, el amor me daba fuerzas, qué mejor energizante que el amor.
Otra noche, otro acompañante.
Era imposible tolerar su cuerpo sin tocarlo. Las ganas ahogan y liberan. Esa noche, yo me liberé y me ahogué con su cuerpo de mujer completa. No fueron tantas horas como en Chorrillos, la cama no bailó sola, pero la ternura se impuso. Y en medio de esa especie de paraíso yo dije te amo por primera vez. Lo sentí allí abajo. Dice una terapeuta que el primer te amo, en medio del acto sexual, te sale de la vagina. Pues eso ocurrió.
Desde entonces, he ido pensando con mi vagina. Así como muchos hombres piensan con el pene, yo -en el amor-pongo mi cerebro entre las piernas. Casi siempre. Recuerdo que aquella vez ella no dijo te amo. Dijo te quiero, dijo que se estaba enamorando, que faltaba poco, que estaba camino a eso. BAH!
Otra noche, sola.
Nunca fui una adicta. Solamente fui una apasionada.
El amor fue mi combustible, mi enfermedad.
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