29 de noviembre de 2008

Antonia Katz en la Feria del Libro de Lima. Amores lésbicos y mucho más.






La escritora chilena Antonia Katz llega a Lima para presentar su libro Escrito en la piel, un conjunto de historias sobre sus relaciones de deseo y amor con las mujeres. He visto que en un diario local la presentan como “polémica”. Yo no encuentro en sus historias nada polémico, al contrario las siento familiares, y se me presentan casi como pequeños cortos donde mis amigas, mi pareja, mis ex amantes y yo pudimos ser protagonistas.

Yo no la siento polémica. Yo la siento sincera, y la sinceridad siempre será un plus que se aprecie en estos tiempos impostados. Este post es para contarles que el jueves 4, a las 7:00 p.m., presentaré a Katz en la Feria del Libro Ricardo Palma, en Miraflores.

Es un honor.

He aquí algunas palabras de Antonia -que no se llama Antonia- :


No soy una gran lectora de literatura chilena, pero según las opiniones que he recibido por el libro, creo que hasta ahora no existían alusiones explícitas al tema (el lesbianismo). Por ejemplo, Malú Urriola me encanta, pero ella escribe con cierta ambigüedad. En algunos versos habla de “ella”, pero no es algo claro. Pía Barros puede ser, pero no existen mujeres que narren estas cosas, con la libertad que lo hacen los hombres.


-¿Cómo te decidiste a iniciar toda esta búsqueda amorosa, dentro de tu propio género?-le preguntó un periodista.
-Fue por una fantasía sexual. Siempre pensaba: “Alguna vez me gustaría darle un beso a una mujer”. No fue algo que me predeterminara, tengo seis hermanas, he visto “cueros” femeninos toda la vida, y nunca fue algo que me erotizara. Hay gente que dice que es algo genético, pero no, para mí es una opción. Yo estoy con “A” porque quiero estar con “A” y puedo irme a “B” también, si quiero.


Yo creo que hay diversidad porque, por ejemplo, mi mejor amiga sabía desde muy pequeña que le gustaban las mujeres. Tuvo pololos, lo pasó bien, llegó a querer, pero no llego a amar; algo faltaba. Hay muchas personas que siguen un camino tradicional durante un tiempo, y que después se dan cuenta que ahí no está la respuesta que buscan. Así mismo, hay personas que han tenido acercamientos con este mundo y no les han sido favorables, y quedan con la sensación de “puta, no soy de aquí ni de allá”. Gracias a Dios, yo tuve la suerte de haber llegado a un sitio en donde encontré personas que me abrieron su casa, que me acogieron y que no me juzgaron preguntándome si era lesbiana “derechamente”, sino que sabían que yo estaba en una búsqueda.

Ahora estoy enamorada de la Sol , mi actual pareja. Tengo proyectos con ella y siento que es mi camino. Pero como todo camino, puede surgir un rumbo distinto. Yo no me voy a poner un cartel que diga “lesbiana”, si sé que el día de mañana puedo terminar con esta relación, encantarme con otra persona, y cambiar de vida. Yo me quiero sentir libre de estar en dónde quiera estar.


Soy una eterna buscadora del amor. Puedo ser la mina más psicópata cuando me gusta alguien o estoy enamorada de alguien. Soy capaz de dar vuelta el mundo por esa persona. Pero en el momento en que se me acaba el amor, se acaba toda mi pose de “guerrillera”.

La relación afectiva entre mujeres es súper amorosa y de amistad. Cuesta discernir si se está enamorada de la mejor amiga, o si son “amantes-amigas”, porque el límite es muy sutil. Por ejemplo, yo con la Sol la pasamos la raja, nos reímos montones, somos cabras chicas y salimos. Con ella llevo una vida que no sé si antes me negué, o si mis parejas anteriores no me permitían llevar, porque tuve muy mala cuea con los hombres. En ese sentido, reconozco que también hay una parte mía súper dañada, pero los últimos tres años la han recompensado.


Espero que la lean. Y como todavía faltan algunos días para el evento espero que me ayuden a elaborar las preguntas que debo hacerle. Gracias adelantadas.

PD: Quizás la novia de Antonia nos canta el jueves esta canción.

25 de noviembre de 2008

Lesbiana, 34


A escasos días de cumplir 34 años he comenzado a reflexionar temas serios para cualquier lesbiana que se respete:
  • Tengo tantas ganas de hacerle el amor a mi novia en estos días que quizás me ha dado la adicción de base tres y medio, una peligrosa adicción que te consume desde la cabeza hasta más abajo, al punto que solo piensas en meterte a la cama con ella o en tomar prestada cualquier esquina. Mi novia piensa que es el verano y yo me siento rejuvenecida. Carajo, ¿alguien me está echando Viagra al café? No, es el verano que irrumpe en Lima con partículas de deseo para tomar y disfrutar.
  • He pensado seriamente que quizás cumpla el deseo de laciarme el cabello y poner fin a estos rulos de toda la vida que ya no quiero tolerar. Lo único que necesito es voluntad para sentarme una hora y media en la peluquería.
  • Creo que los 34 llegarán con menos torpezas en mi boca y en la punta de mis dedos. Sí, sobre todo en la punta de mis dedos, desde donde afloran las infamias que a veces escribo. Bueno, intentaré por ejemplo escribir menos de las tetas grandes y de las chicas también, trataré de no toparme con senos prominentes de casualidad, dejaré de decir CULO tantas veces al día y veré la vida con optimismo.
  • A los 34 me comprometo a no creer jamás en el Roaming Internacional y a leer las letras chiquitas de todos los putos contratos que firme, porque a los 34 una ya está grande.
  • Buscaré la manera de aprender inglés, aunque sea para entender esos nicks en inglés que ciertas mujeres colocan para despistar a especies inútiles como yo.
  • Admitiré con bastante elegancia que soy celosa, pero no me gusta que me celen. Odio ODIO que me digan: ¿Acaso te está interesando alguien? ¿No estabas fantaseando con ella? ¿Qué cosa hablaron? ¿Estás segura que no te gusta? ¿Me estás mintiendo? ¿Te gusta alguna de esas chicas que comenta tu blog? Odio estos interrogatorios, pero a veces me encanta hacerlos.
  • Regresaré a las discotecas a bailar así baile muy mal. Y al ingresar dejaré de encontrar defectos a la escenografía, a los tragos, a la música, a los zapatos de la gente, a los culos de los chicos, al baño donde las chicas se juntan para acomodarse sus benditos hilos dentales, a los drag queen y sus estúpidos disfuerzos ... Pensaré que es un espacio libre, donde todos podemos hacer el ridículo. De hecho, yo -a los 20 y pico- era la reina de los ridículos en el mismísimo Vale Todo, el sitio que me espera para demostrarle a mi pareja que soy complaciente, que en este lugar puedo bailar muy bien una salsa como la mierda electrónica que tanto le gusta.
  • Pensaré en serio en la posibilidad de cambiar de look completamente, pero completamente es completamente. He dicho: pensaré. Así que no me aborden por el msn para preguntarme si ya cambié. Estoy pensando. Solo pensando. No recibo sugerencias para no estresarme.
  • No retomaré mi curso de manejo, porque creo que mi estampida cerca del Marriot fu suficiente para condenarme a estar sentada al lado del copiloto, pero impulsaré a mi novia para que maneje y me lleve a la luna, aunque sea.
  • Sonreiré más seguido. Sí, ha llegado la hora de dejar la amargura y pensar que errar es humano. Y que yo soy recontra humana, demasiado para el gusto de la gran Vodka, la gata mayor que aprendió a abrazarme con los años.

Y:
  • Dejaré de pelearme con la conciencia nacional del país. Pobres, no tienen arreglo. Pobres, creen que vomitando basura marcan la agenda del país. Ay, la ingenuidad. ¿Por qué mierda quieren ser César Hildebrandt? César Hildebrandt para los que no son de Perú es un gran periodista, casi un juez agrio e intachable, al que nadie llega a los talones, pero que todos imitan, y encima muy mal. César Hildebrandt es impecable. Es el único tipo al que he entrevistado para luego llegar a la redacción y transcribir sus palabras sin siquiera agregar una coma, porque venían con comas, puntos seguidos, apartes y finales. Pero bueno: no me pelearé con nadie más. Así que me declaro espectadora pasiva (solo en este rubro). Antes, sin embargo, me permiten esta declaración: "Hey, plagiador, a mí no me digas lo que tengo que hacer. No me brindes lecciones de moral. No me enseñes a tener dignidad. No me digas: 'coleguita, el periodismo es así...". Y no encabeces campañas que ni siquiera tienes la decencia de cumplir".

20 de noviembre de 2008

Pensando en las mujeres


Estoy en Puerto Vallarta, México. La foto parece de placer, pero estoy estudiando. Esa fue una escapada para nadar y recuperar energías.
En estos días he pensado algunas cosas sobre las mujeres que al vuelo quiero compartir con ustedes:

  • Las mujeres son complicadas, pero se les extraña una barbaridad.
  • Las mujeres más esquivas son las que más te causan adicción.
  • Ser infiel a una mujer es más peligroso que serle infiel a un hombre. No me digan que no creen en la infidelidad o que jamás pondrán los cuernos. Ya sé que son perfectas. Solo piensen que la mujer te huele cuando sacas los pies del plato. Te huele hasta llegar a la verdad. Y eso reprime a cualquier muchacha buena.
  • Las mujeres son más tercas que los hombres.Te dicen NO y es NO. Y cómo cuesta el SÍ.
  • Las mujeres son más complejas, sí, hasta en la cama lo son. Los hombres -como decía Yiya- son más simples en su anatomía. Yo no se lo dije a Yiya cuando chateaba con ella pero lo pensé: A un hombre le pones la mano allí y el hombre está listo, y deja de reclamar, y hasta cambia la cara triste. A una mujer le pones la mano allí y el trabajo recién empieza. Y encima nadie sabe cuál será el desenlace, cuáles serán las indicaciones que habrá que seguir, y etc, y etc. Y lo peor: nada garantiza que el rato rico le haya hecho olvidar lo que en el previo al sexo le molestaba.
  • Cuando dos mujeres se juntan chocan dos personalidades explosivas, dos engreídas muchachas, dos testaturadas niñas, dos reglas (¿Saben que es coincidir en la regla con la pareja? No se los deseo chicas), dos corazones desamarrados.
  • No seré heterosexual al final de la vida, cuando ya me haya cansado de intentar ser feliz con una mujer. No, para nada. No podría. Pero lo he pensado y en serio me he dicho: estoy condenada.
  • Y acabo de abrir la ventana de mi habitación y he visto una chica en topless. Mis ojos han seguido sus tetas que hacen ejercicio frente a mi ventana. Y he pensado: Dios no castiga a las lesbianas y a los gays. Ese discurso es una mierda. Pero Dios da a las lesbianas que gustan de tetas grandes tetas chicas para probar. Ya sé que a Vero eso no le pasa (Sorry Marga), pero a las lesbianas fanáticas como yo Dios les jode un poco la existencia. Mientras las tetas siguen frente a la ventana, yo he pensado que no tomaré fotos porque eso sería violar la intimidad de tan despampanante rubia. Así que he respirado hondo y he decidido hacer ejercicios. He salido a la terracita y he estirado mis brazos, y he abierto y cerrado las manos, como quien agarra naranjas. He descubierto que todas las tetas de mi vida han encajado en mis manos, y he pensado que ese es mi feliz destino. No sé por qué siempre caigo en el mismo tema. Ya sé que el amor y el cerebro, y la personalidad, no se ubican en los pechos de nadie, pero qué maravilla pensar que las tetas de la chica del topless piensan y quieren bien.
  • Este post desequilibrado por la calentura mexicana me permite decir que estoy estudiando mucho, aprendiendo y conversando con gente (yo que más hablo por la red que con la boca) sobre temas que me interesan: el periodismo, los nuevos medios, la libertad de prensa... los dueños de medios.
ACTUALIZACIÓN: Ya no soy una e...
ACTUALIZACIÓN 2: Mi amada pareja leerá este post y no se va a molestar porque yo soy una santita conforme con sus dos regalos tamaño mano.

15 de noviembre de 2008

Viaje al pasado


La idea es de Vero. Leer a Vero me impulsó a volver a escribir cuando pensaba que el próximo post esperaría demasiado, pues mi cabeza estaba en otra parte. Tiempo de crisis le llaman y extrañamente no era una crisis de pareja (gracias enana por abrazarme fuerte ayer y hoy, y seguro que mañana).

¿Qué cambiaría yo de mi vida si pudiera viajar al pasado? En la lista que sigue, algunas de las cosas que cambiaría, haría o dejaría de hacer, si tuviera la posibilidad de realizar ese viaje:
  • Hubiera tenido un bebé con mi primer novio. Se habría llamado Alejandro y habría entendido que papi y mami no podían amarse para siempre.
  • Habría derrumbado la pared que hasta ahora me impide abrazar a mi mamá, con quien puedo hablar de mil cosas y llorar, pero sin tener demasiado contacto físico.
  • Le habría creído a mi mamá cuando dijo: “Ahora sí Hilda se muere”. Diez veces en menos de una semana había dejado mis entrevistas y mis clases para ir a despedir a mi tía-mamá que aparentemente ya se moría. El día que no acudí al llamado de mi mamá pensando que era una nueva exageración mi Hilda se murió. Su corazón tan grande no resistió más. Yo llegué tan tarde al hospital que sus ojos verdes de gata no alcanzaron a desearme suerte en la vida que me esperaba. Tenía 20 años.
  • No hubiera ido a esa discoteca llamada Perseo donde descubrí que había demasiadas chicas lindas, disponibles en mayor o menor medida para pasar un rato, una noche, pero jamás una vida conmigo.
  • No habría insistido en enamorar a quien luego sería mi peor error.
  • Jamás le hubiera hecho daño a Mp.
  • Habría aprendido a perdonar y a empezar de nuevo en un segundo piso.
  • Habría mandado menos a la mierda a mucha gente. Nada justifica mi ira del pasado.
  • No habría fumado dos cajetillas de cigarros al día. Solo me habría fumado media.
  • Habría dicho menos mentiras a aquellas mujeres que amé y de las que nunca me supe escurrir cuando el amor cedió.
  • Habría besado menos bocas, pues todas esas bocas no me enseñaron a besar como luego aprendería.
  • Encontraría sentido al ahorro.
  • Hubiera hecho dieta.
  • Y en un pasado no tan pasado hubiera escrito el post que todos (sí, ya saben) esperaban leer ayer, pero la tristeza me quebró los dedos.

Y… Buscaría la oportunidad para dar las gracias a quienes me formaron como periodista y me tuvieron fe, pese a todo. Daría las gracias a aquellos que ya no están, pero que siempre caminarán a mi lado en los mejores recuerdos. Me refiero aTeresa Blanco, Christian Vallejo, Eloy Jáuregui, Maritza Zapata, Percy Ruiz, Blanca Rosales, Mario Munive, y Augusto Álvarez Rodrich.

10 de noviembre de 2008

Mujeres despechadas




Yo no sé ustedes, pero yo sí. Yo he sido una mujer despechada. Y no me siento orgullosa de aquello. Tampoco me da pena contarlo.Y tampoco descarto que un día cualquiera cante la canción de este post. Claro, algunas dirán que cuando se acaba siempre se desea lo mejor a la otra. Pues sí, se le desea lo mejor, pero si ella te ha dejado en pedazos le cantas esta canción o cualquier otra que alcance para acariciar el dolor.
He tenido momentos de despecho extremo, en los que yo misma me he espantado del ridículo que he protagonizado. He visto mi dignidad pisoteada y me han mirado con cara de "todavía me amas" tantas veces como he caído, pero sobreviví para contar la pena, sabiendo claro que quizás en esto del despecho yo tenga vocación de reincidente.
El despecho es una explosión cruel para los tres: la mujer que soy yo, la mujer que es ella, y la nueva mujer de ella. Porque el despecho, por lo general, nos aflora cuando otra aparece en escena. Mientras la otra no asoma una se resigna a la separación, así duela

  • Por despecho yo he besado a una y a varias chicas de las que no retuve ni el aroma, cubierta de amnesia, de dolor y de ganas equivocadas.
  • Por despecho yo he despertado donde no debía, abrazada a un cuerpo que creía conocido, pero que apenas había probado algunas horas atrás.
  • Por despecho yo he tomado el micrófono en un karaoke para demostrarle al mundo que ya olvidé, ya olvidé -como cantabaJosé José-, para luego terminar llorando en un rincón roto.
  • Por despecho yo me he bebido hasta la última copa.
  • Por despecho yo he escrito poemas muy malos que sutilmente deslizaba hasta su puerta.
  • Por despecho yo he publicado una foto de falsa felicidad en mi Hi5.
  • Por despecho yo he malgastado el dinero para aparentar que nada puede estar mejor en la vida.
  • Por despecho yo me he lanzado contra esa otra para pedir explicaciones por la mujer que había perdido.
  • Por despecho yo he terminado con la cara al filo del piso, mirando solo zapatitos que bailaban.
  • Por despecho yo he comprometido mi alma.
  • Por despecho yo he escrito historias que nunca sabré si son ficción o realidad.
  • Por despecho yo he manchado su nombre.
  • Por despecho yo he llorado amargamente frente al mar de Chorrillos, pensando que ninguna estrategia me funciona.
  • Por despecho yo he bailado como la más puta de todas las putas.
  • Por despecho yo he buscado el éxito con obsesión.
  • Por despecho yo me he pintado el cabello de rojo.
  • Por despecho yo he mirado un cortejo fúnebre, envidiando la suerte del muerto para mí o para ella.
  • Por despecho yo he deseado tatuarme el nombre de la Alejandra que nunca tuve en el pecho.
  • Por despecho yo he cruzado la pista esperando que algún buen chofer me aplaste y me deje media viva para poder culparla de mi desgracia.
  • Por despecho yo me he enfermado hasta dar lástima.
  • Por despecho yo he tenido orgasmos, a pesar de que el sexo era malo.
  • Por despecho yo he escrito cartas falsas que luego mandaba a mi propia casa para creer que me pedían regresar.
  • Por despecho yo he metido las narices en su relación hasta rescatar lo peor para contarlo al mundo.
  • Por despecho yo me he puesto la camisa de la otra.
  • Por despecho yo he hecho todo para que la otra descubra que quizás pensaste en mí.
  • Por despecho yo he declarado la guerra, y he alzado la espada.
  • Por despecho yo he tomado su cuello con mis manos para hacerle saber que ya no me importa, pero cómo me duele.
  • Por despecho yo he quedado en una esquina, como perro sin dueño, llorando hasta el amanecer.
  • Por despecho yo he renacido.

7 de noviembre de 2008

Cuando viajo sola


Ya no busco una chica para pasar el rato... La cacería es un deporte que a determinada edad uno abandona. Al menos, en esa etapa me encuentro yo. Al dejar Lima con motivo del curso en Bogotá no planifiqué ninguna aventura extra pareja. Tengo dueña (temporal o por siempre, no lo sé) y me da flojera.

En otro tiempo llegué a Bogotá en busca de una cibernovia, pero como el juego no salió tan bien creo que quedé curada. Así que acabo de despertar en La Candelaria, uno de los barrios más lindos que conozco.
Al lado derecho de mi cama no hay más que dos libros, la mochila donde guardo la laptop, y mi casaca. Tengo puesto el buzo polar color celeste de mi novia que huele a ella.

No he tenido sexo desde el lunes en la noche. No estoy arañando las paredes. Simplemente espero regresar a casa y hundirme en la cama, a esperar que mi pareja me atienda como me lo merezco (ja, ja...). No esperen que tome la iniciativa, no... Hoy no.

Odio Lima por su caos y brutalidad, pero no puedo dejar de extrañar mis calles. Así que no me siento mal al decir: "Ya vuelvo, por fin". Conozco a mucha gente que cuando está fuera del Perú dice que no quiere volver más. Yo soy extraña. Apenas llego a alguna parte que no es mi país ya estoy pensando en regresar. Es raro y no le busco explicación.

Volviendo al tema debo reiterar que soy casi una monjita. Hay que quitarle el casi. No he visto ninguna colombiana espectacular, quizás por mi estrés de buscar wifi en todas partes. Lo mío se llama ceguera, porque colombianas espectaculares hay muchísimas.

Ningún culo me ha hecho tropezar. Ninguna mirada me ha desarmado. Ni siquiera me he masturbado. No he tenido sueños eróticos. Aunque creo que despierta y con los ojos cerrados me imaginé algo que no vale la pena postear.

Sobre la masturbación debo agregar que no me quita el sueño. Nunca he sentido LA NECESIDAD. Antes creía que eso se debía a mis parejas consecutivas en la vida. Siempre tuve pareja. Sí, desde chiquita. (ja, ja...). Entiendo que esto amerita una nueva consulta con la psicóloga: "Señorita, ¿por qué diablos usted no puede estar desparejada aunque sea una semana. Qué gusto ese de empalmar una tras otra", me dijo la doctora cierta vez.

Bueno, el tema es que no soy de las que "pienso en ti con mis manos". Esta frase es de Bebé, y la recuerdo ahora tras leer el post de Yiya.
Para no dispersarme reitero: la masturbación no me quita el sueño, pero mi Egg Vibration ha sido un buen regalo, regalo que -por cierto- no me traje a Bogotá.

En unas horas debo regresar a Lima. He recordado que cuando tenía 2o y medio, y viajaba era un peligro internacional. No, no crean que me alucino una rompecorazones. Para nada. La rota aquí siempre he sido yo. El tema es que siempre había un alma-cuerpo para esa especie que era yo. Ahora, voy tranquila, buscando wifi en el aire, libros, regalos para mi novia y un café, tinto le llaman los colombianos.


PD: La chica desnuda del cuadrito es la única mujer que he tenido encima.

2 de noviembre de 2008

¿Cómo te hiciste lesbiana?



Una amiga que apenas tiene 19 años y que no es lesbiana por ningún lado –al menos, hasta este instante-me preguntó el otro día cómo me hice lesbiana. La pequeña L me devolvió al pasado.

Me hice lesbiana por despecho. Pero la historia no se resuelve tan rápido. A los 17 años y medio yo era una ferviente heterosexual. Sí, ferviente. Amaba, deseaba y degustaba a mi novio con furia. Me iba a casar a los 18. En unos pocos meses todo cambió.
Una mujer, como de 40 años, me desarmó con solo darme órdenes. Yo era su practicante, su más aplicado proyecto de periodista. Ella me seducía con solo darme la tarea de la mañana. A ella le escribí los primeros, y los únicos y los últimos poemitas de mi vida.

Yo no sabía nada de lesbianas. En mi pequeño mundo, esa palabra jamás había sido mencionada. Imaginen ustedes en que isla vivía yo.

Yo había leído muchísimos libros, pero jamás me había topado con esa palabra. Había escuchado decir a mi mamá que en el barrio había una “machona”, pero no me interesó saber más. De la homosexualidad yo no sabía nada, excepto que Percy –el peluquero de la familia- se pintaba los ojos y se ponía tetas. Nada más. No era mi tema. Yo tenía bastantes angustias con mi novio. El mundo no me importaba. Solo quería dos cosas en la vida: ser periodista y casarme a los 18.

Así que cuando escuché por los pasillos de mi centro de trabajo que ella era lesbiana yo no me inmuté. Cuando empecé a escribir los poemitas a diario –de madrugada, sobre todo- comencé a inquietarme. Me inspiraba en sus manos, en su cuello largo y en sus ojos grises. En mis poemas yo era su amante. En algún momento creí que quizás no iba a ser periodista sino escritora, y esa calentona inspiración era solo el comienzo de mi verdadera vocación. Ahora me río. Poemas más malos no he visto jamás.

La poesía se desbarató cuando ella tocó mis manos y jugueteó con mis dedos sobre su escritorio. Yo me dejé acariciar y, por supuesto, acaricié, acaricié…Cuando me disponía a lanzarme debajo del escritorio para besar sus piernas (así de osada era, no sé de dónde sacaba valor), ella me pidió que me fuera: “Yo no seré culpable de nada, ándate, ándate”. Me fui sin decir ni una palabra. El cuerpo me ardía.
Esa noche dormí con mi novio. Tendidos en la cama, yo sentí que sus manos eran como lijas, que su pecho parecía de madera, que todo él me era ajeno. No me toques, no me mires así, no me digas nada… “Se acabó”, le dije.

Días después, con el novio todavía rogando, salí con ella y con varias amigas a tomar unos vinos frente al mar. El licor me devolvió la osadía anulada por el primer desplante. Una de mis compañeras de trabajo sabía lo que me estaba pasando y aunque tampoco mencionó la palabra lesbiana se hizo mi confidente, proporcionándome ideas para conquistar a esa mujer que parecía esquiva, pero dispuesta.

No sé cómo logré apartarla del grupo. Ella reía y me acariciaba la cabeza. Yo entonces le tomé la cara y le dije: “Bésame”. Ella me miró con dolor. Entonces, yo la quise besar. Ella puso resistencia y soltó la sentencia: “Yo no voy a arruinar tu vida, tus proyectos profesionales, tus sueños. Eres una bebé. No te metas en esto Esther”. Giró y se fue.

La odié. Y la rabia me llevó a otro camino. Miré a mi compañera confidente y casi le ordené que fuera a dormir conmigo. “Te necesito. Estoy mal”. Le conté todo. Ella insistía: “La próxima cae”.

Mi compañera confidente quería saber los detalles. Y yo quería darle puñetazos a la pared. En un instante que jamás olvidaré, nuestras miradas se encontraron. Nos besamos, nos besamos, nos besamos… Esa noche no dormí. Ella y yo hicimos el amor sin saber bien qué teníamos que hacer. Guiadas por el instinto nos dejamos llevar. En algún momento, ella me pidió que pronunciara su nombre: K, eres K, no te estoy confundiendo.

A la mañana siguiente, K no quería mirarme. Yo desperté feliz como pocas veces en esta vida. La abracé y le dije: “Somos novias”.

Desayunamos como desayunan las parejas que hacen el amor toda la noche. Desayunamos a lo grande. Y salimos a caminar por el malecón de Chorrillos. Yo me sentía dichosa, descubierta, real.

Ella fue mi primera pareja. Duramos lo que tenían que durar dos lesbianas primerizas y confiadas en que en el planeta Perú solo éramos dos. Fueron cuatro años juntas. Siempre me declararé culpable de haberlo arruinado todo, pero ahora entiendo que era un proceso de conocimiento. Cuando yo descubrí que en el planeta Perú habían cien, mil, miles de mujeres que amaban mujeres, los ojos se me abrieron y salí de cacería.

Así me hice lesbiana. Explicaciones nunca busqué al tema. Quizás lo de la manos tenga algo que ver. Las manos de las mujeres me dominan. No deben ser finas ni suaves. Las manos rudas y ásperas me han atraído mucho en ciertas épocas. Simplemente, me gustan las manos de una mujer porque pertenecen a una mujer. Descubrí también que el pecho plano de mi novio era como besar y tocar una madera. Descubrí que las ondas del cuerpo de una mujer me enloquecían. Y me hice lesbiana de la manera más sencilla. Para todo lo demás, mi vida ha sido un caos. Para asumirme lesbiana yo solo necesité una noche de… vamos a llamarle amor, porque sentí amor. Me enamoré en esa primera vez.


PD: Posteriormente recordé ciertos episodios marcadamente lesbianos en mi vida, episodios que había borrado:

  1. Fijación por una profesora a la que defendí a puñetazos de la malcriadez de un chico, compañero de salón.
  2. Extraña contemplación al trasero de Catherine Fulop en un póster que pegué en mi cuarto, donde ella aparecía al lado de Fernando Carrillo, por quien supuestamente yo moría. El asunto es que yo no podía dejar de mirarle el trasero a la Fulop. Y lo hago hasta hoy.
  3. Todo mi cuarto estaba lleno de pósters de Luis Miguel, mi ídolo de la adolescencia. Un día, como a los 15 años, cambié a Luis Miguel por Alejandra Guzmán. Y muy cómoda disfrutaba el look de mi habitación sin pensar que ya quizás me gustaban las chicas.