25 de febrero de 2009

Soy lesbiana, no alienígena

(Una lesbiana toma fotos quizás no tan perfectas como esta que tomé yo hace unos días)



¿Eres lesbiana?

-Eso creo-respondo, pensando si este blog no es lo suficientemente explícito.

¿Eres activa o pasiva?

-Soy lo que Dios quiera-, respondo, pensando que Dios quizás no está pensando en mis deseos de la cintura para abajo o de la cintura para arriba.

¿Has probado los penes suficientes como para escribir una columna de sexo para un público mayoritariamente heterosexual?

-Odio responder una pregunta con una pregunta, pero pregunto: ¿Cuánto es la cantidad suficiente de penes que una debe probar para considerarse experta? ¿Cuántos penes ha probado la Rampolla? Quieren una respuesta: suficientes. ¿Por qué no me preguntan si he probado suficientes vaginas como para sentirme lesbiana?


¿Eres sexualmente feliz?

-Aunque mi cara diaria delate lo contrario soy sexualmente feliz.

¿Es verdad que las lesbianas son expertas en sexo oral?

-Ojalá.

¿Es cierto que siempre que te topas con una chica te provoca enamorarla, seducirla, llevarla a la cama?

-Pero, ¿acaso los chicos sienten eso cuando se encuentran con una chica muy guapa?

¿Prefieres una chica de 20 o una 'madurita'?

-Lo que Dios quiera, respondo, pensando que Dios quizás no está preguntando la edad a la gente, menos a las mujeres.

¿Qué es ser lesbiana?

-No encuentro definiciones, pero debe precisar que ser lesbiana no es ser una alienígena.

¿Qué siente una lesbiana?

-Calor, hambre, sueño, dolor de muela...

¿Qué piensa una lesbiana?

-En llegar a fin de mes, en el alza del dólar, en las arrugas en los ojos, en planificar un viaje, en la cara de su jefe, en la cortina que no es cortina de su casa, en la edad de su gata...

¿Qué come una lesbiana?

-Pringles de cebolla. O arroz con pollo. O ensalada de frutas. O carne a la parrilla.

¿Qué sueña una lesbiana?

-Que su gata le manda mensajes de texto. O que se sacó la lotería. O que su chica le puso los cuernos. 

¿El mejor polvo de una lesbiana ha sido con una mujer?

-Seguro que sí.

¿Que quiere una lesbiana promedio en el Perú?

-Que no la miren como una alienígena promedio.



20 de febrero de 2009

No busco novio, el libro de mi blog



Y bueno...
Este blog se hizo libro y el sábado 28 lo presento en el Lola Bar, a las 8 de la noche.

Gracias a la insistencia de Álvaro Lasso de Estruendomudo (Calato Editores), culpable de este libro.
Gracias a la paciencia de O. Angelo Agüero, Chiara Klatich y Silvia Gonzáles, artesanos del ejemplar que el sábado estará disponible para todos.

Gracias a Rocío, mi novia, por su amor y por su apoyo.

Y gracias a Perú.21, mi casa desde 2002, y a Beto Ortiz, quien presentará el libro.

Y gracias a mi madre, quien no ha leído jamás este blog, pero sabe más de lo que aquí se ha dicho.

Gracias también a mis amigos y colegas:

María del Pilar Novoa, Nancy Onaga, Adriana León, Elena Miranda, Alonso Izaguirre, Karin Capristán, Doris Moromisato y Liliana Minaya.

Agradecimientos a Augusto Álvarez Rodrich, mi ex director, quien me apoyó con el suceso de la San Martín y con mil batallas más, a mis jefes Claudia Izaguirre y Manuel Tumi, y a mis ex jefes de La República (Mario Munive y Percy Ruiz) y del desaparecido El Mundo (Blanca Rosales, Eloy Jaúregui).

Y las gracias totales a mis cómplices bloggeros (as), los (las) que hicieron de este sitio un espacio necesario en mi vida. Y gracias a los twitteros, y a la gente del Facebook.

17 de febrero de 2009

Mi amor virtual



1

Era el año 2000.  No recuerdo bien cómo llegué al Latin Chat, casi he borrado los detalles sobre por qué coloqué en alguna parte de ese sitio que buscaba amiguita cariñosa, pero un día cualquiera descubrí que mis horas terminaban y comenzaban pensando en una chica llamada Rosalba, natural de Bogotá, Colombia.

Nuestras conversaciones transcurrían delante de la vieja Mac de mi jefe. Sí, con descaro y candidez, yo chateaba frenéticamente con ella en la computadora de mi jefe. Aprovechaba que él estaba en reuniones o que llegaba tarde. Cuando aparecía la figurita de mi jefe yo escribía "te amo", esperaba respuesta, y me paraba. Mi jefe me miraba con la rabia contenida. Algunas veces se reía y otras murmuraba su fastidio. No me merecía tanta paciencia, reconozco, reconozco.

El perfil de Rosalba lo resumo aquí: 24 años, divorciada, mamá de un niño de cuatro, ingeniera de sistemas, 45 kilos.

Yo me describí sin ninguna vergüenza. Le dije que siempre hacía dieta y que nunca bajaba un gramo. Revelé mi peso, mi talla, mi accidentado estado civil y le mandé una foto mía a punto de sumergirme en el mar de Chorrillos. Y luego del SEND puse la cara en el teclado de mi jefe y esperé respuesta al borde de un colapso nervioso. Cuando mi amiga Adriana abrió la puerta de la oficina yo tenía cara de loca. La respuesta de Rosalba fue encantadora como todo lo que venía de ella:  me amaba,y quería que yo me fuera a vivir a Colombia. Yo que no tenía muchas ataduras (pero sí pareja) consideré que mejor sería vivir en Lima, pero dejé abierta la posibilidad considerando que en Colombia pisaría la tierra de Gabo, bebería del recuerdo de Andrés Caicedo, me tomaría un café con  Laura Restrepo, y coquetearía con La Virgen de los Sicarios, y Rosario Tijeras.

2

Rosalba y yo fuimos ciberpareja.  Con ella tuve mi primer ciberorgasmo. Confieso que fue a las ocho de la mañana, en la oficina de La República, exactamente delante de la máquina de mi jefe. Las 8 de la  mañana se hizo la hora del cibersexo. Solo a esa hora la oficina estaba vacía. En la cabina de Internet me ‘bloqueaba’, y en casa la plata no me alcanzaba siquiera para comprar una computadora de segunda o de tercera.

3

Ocho meses después le escribí mi sorpresa: “Iré a verte”. 
La respuesta llegó luego de un largo silencio, en el chat el silencio es la pantallita en blanco. “Es la mejor noticia del mundo”, escribió. Y al rato me llamó: su voz me estremecía, la voz musical de las colombianas me estremecen cada vez menos, pero en ese entonces yo vivía desarmada.

Mi viaje a Bogotá se hizo realidad gracias a un curso en la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, el mejor curso de mi vida. Mi ruta sería ocho días en Cartagena y cinco en Bogotá, cinco días para Rosalba, cinco días para conocer a la mujer que parecía ser el amor que estaba buscando. 

El diario no me pagaba ni un peso. Todo debía correr por mi cuenta.  Los periodistas se capacitan solos o se joden. Yo quería capacitarme y, de paso, besar a mi amor, joder con mi amor, así que me presté plata de mi amigo Christian Vallejo, de un par de ex parejas y de una amiga fotógrafa.
Era mi primer viaje fuera del Perú. Cuatro horas hasta Bogotá, un rato de espera, y unos 45 minutos (creo) para bajarme en Cartagena.

4

En Cartagena me hospedé en un hostal de putas, de 12 mil pesos, algo así como 5 dólares la noche. Pese a la ínfima categoría del lugar, a las cubetas de hielo como aire acondicionado, y a la tele en blanco en negro, yo disfruté  mi estancia y poco me importaba que mis colegas se hospedaran en cinco estrellas. Yo solo quería conocer a mi profesora Alma Guillermoprieto, hacer el taller, volar a Bogotá y besar a Rosalba.

Hasta ese minuto, creo yo, Rosalba pensaba que yo era una estafa, que no había abandonado Lima, que no había reunido los 500 dólares y algo más que necesitaba para hacer el taller. Me pidió sí que no la llamara porque su ex marido estaría unos días en casa. Yo no pensé nada especial, pero me pregunté si no le importaría saber si llegué viva o muerta. Ella me rogó que marcara su celular solo un día antes de arribar a Bogotá y así lo hice. Su voz había cambiado, ahora era nerviosa, bajita, triste y no bailaba. 

Al día siguiente mi avión aterrizó en Bogotá. Pese a lo desconsolada de su voz yo estaba emocionada. Tenía una rosa en la mano, y el corazón a punto de salirse de mi pecho. Las manos me sudaban, las piernas me temblaban, tenía ganas de llorar. Sentí que la amaba.

En la sala de embarque reconocí unos ojos, eran sus ojos, los ojos de la foto que hace un año había impreso y luego pegado en mi agenda Alda. Me quedé fría. Rosalba quizás tenía 45 años, quizás pesaba como yo, quizás tenía las canas que ahora tengo yo. 

Esa no era la mujer con la que había fantaseado, esa no era la mujer con la que había hecho el amor (virtual) tres veces por semana. Esa mujer no era mi cibernovia y la quería, la quería, o eso creía. La abracé, y cuando busqué sus labios, ella me lo impidió. Luego me llevó hasta un auto de lunas oscuras.  En el interior yo tomé su mano, y la besé. Ella me dijo: “No soy lo que esperabas”. Y yo encontré en sus ojos todo lo que había ido a buscar allá. 

El auto se dirigió hasta una zona de cerros verdes muy exclusiva en Bogota, a la que muchos años después volvería por trabajo. “¿A dónde me llevas´, pregunté, intrigada, quizás asustada. 
En el hotel, elegante y discreto, ella me confesó su verdad: Soy casada, felizmente casada, mi hijo tiene 12 años. No soy lesbiana. 

5

No era lesbiana, no era lesbiana ni cuando entré en su cuerpo, ni cuando entró en el mío, no lo era. Eso decía ella: “No soy lesbiana”. Desnudas, tomadas de la mano, yo la descubrí llorando y la abracé,  pensando en si era buena idea romper mi relación en Lima para anclar en Bogotá y demostrarle a esta mujer triste que era lesbiana, y encima mía.

Rosalba me pidió que no saliera del hotel. Ella vendría todas las tardes a abrazarme y besarme. Allí desayunaría, fumaría, almorzaría, fumaría y cenaría-fumaría. Allí haríamos el amor, allí miraríamos el paisaje, allí nos esconderíamos. 

Yo acepté ser rehén de este absurdo. 

6

Transcurrieron cinco días. El último día Rosalba dejó una nota: “Te duplico la edad, pero quizás un día las diferencias de edad no tengan importancia”. 
Yo  quería volver a Lima, tenía un hueco en el pecho. En el avión de Avianca recordé su cuerpo cansado, el cuerpo que seguro ahora tengo. Sus ojos nunca, nunca -ni al segundo del orgasmo-, tuvieron la luz que una vez me cautivaron desde la PC de mi jefe.


13 de febrero de 2009

Gracias R.

(La foto de hoy en la playa)
 


R.  
Contra viento y marea aquí estamos.
 Faltan 15 minutos. Un San Valentín más, el tercero que pasamos juntas.
 Hoy nos rodea la paz y la risa. En unas horas nuestros cuerpos estarán cubiertos de  arena, tú y yo  frente al mar, abrazadas, comprometidas a no pelear.
 Te amo nena. Y este post público y descarado es para decirte que en un segundo me  pondré de pie   y correré a abrazarte, y a besarte, porque tanto especial del amor en  el  diario, y tanta gente escribiendo en mi blog saludos de amor ha inyectado  una  dosis mayor de cursilería a mi cursilería habitual.
 Gracias por no abandonarme, por soportarme, por entender que yo soy así....
 Gracias R, gracias mi amor, por esperar que mi corazón aprendiera la lección.


Saludos a todas y todos los que siguen este blog, porque San Valentín es también el Día de la Amistad.  Gracias por no haberme dejado sola en mis noches de insomnio, horas en las que siempre escribo por aquí.

 

8 de febrero de 2009

Ese plato ya me lo comí / a la novia de mi ex


 

Ya la tuve señorita K, a su novia ya la tuve. La tuve tantas veces que no me provoca una más, ya fue demasiado, demasiado dolor, demasiada angustia, demasiado desamor, demasiada inversión (del alma y del bolsillo). 

Hace muy poco le dije a mi ex, su novia hoy:  “Imagina que he muerto”. Le pedí también que hiciera saber a su familia y amigos que yo, la estúpida que una vez la amó, había muerto luego de más de una década de padecimientos que, por supuesto, yo propicié con mi absurda esperanza de ganarme su corazón de hielo. 

“Ese plato ya me lo comí”, respondió la diva Gisela Valcárcel, cuando todos le preguntaban por su ex estrenando mujer. La noche que la escuché, confieso, se me electrizó el cuerpo. Recién esta tarde tuve ocasión de pronunciar esa frase al colgar el celular. Me transformé en Gisela. Vulgar, torpe, elemental, despechada, la frase me parece grotescamente sincera. 

Ya le dije señorita K que no se preocupe por mí. Yo ya no existo. Yo, otra vez como tantas, me convencí de lo miserable que podría ser mi existencia al lado de ella, la mujer que ahora le jura amor, un amor del tipo “te amo, pero no tanto como tú”.

Le recomiendo que la engría, que la amarre bien, que no la descuide y, sobre todo, no pretenda que la quiera como usted la quiere ahora. Si ya eligió su destino confórmese con lo que le dan: un amor limitado, un amor con deuda, un amor al que le falta amor para escribirse con mayúsculas. No importa. ¿Sabe? Sí se puede vivir con eso. Acepte su historia, no busque problemas, no se pregunte si yo significo algo. Yo, la verdad, no significo nada, y no quiero significar nada. 

La última vez, hace muy poquito, en ese tiempo que pretendió hacerme creer que yo era su amor, a usted le decía: “Estoy confundida, dame tiempo”. Bueno, la estrategia funciona. Yo le dije adiós. Y ella fue a su encuentro. Que no le cuenten otras historias, o que no le arreglen las historias. O crea las historias que quiera. Eso también hice yo, y puede funcionar.

Aproveche señorita K. No vaya ser que otra se le cruce en el camino. Cuando yo pensaba que no había otra tonta capaz de amar a esa mujer apareció usted y se enamoró. ¿Cuántos litros de lágrimas ha invertido en ese amor? No lo sé, pero me temo que usted y yo nos parecemos en algo: la autodestrucción. Posiblemente, somos brillantes en el trabajo, pero…¿en el amor?

No la conozco y no quiero conocerla señorita. Le agradezco que me tome la posta con ella. Cuando su próximo cumpleaños llegue, y los 40 años, y la mala vida causen estragos, usted estará allí a su lado. Me ha liberado de la carga, de pensar si era necesario acompañarla en caso de que una desgracia o una pena la visite. Usted me ha liberado. Hoy sé que usted se hará cargo, usted la cuidará, usted pagará las cuentas, usted alimentará a la perra y a la gata que quedaron en mi otrora casa... Usted ganó.

Felicitaciones sinceras.

Conmigo no hay por qué preocuparse. Yo he muerto.  
En la vida de su ahora novia yo no estoy. Me fui hace mucho. Y su novia le habrá dicho que ella y yo ya ni siquiera tenemos un tema en común de conversación que no sea el pasado, maldito pasado que tanto dolor me ha causado.  

R. es la mujer que quiero. Así pelee todos los días con ella, la quiero a mi lado. R. tiene virtudes que día a día descubro, pero –sobre todo- me dice te amo mirándome a los ojos.  A R. jamás se le acaba la batería del celular. R. siempre contesta el teléfono. R. es tan imperfecta como yo, pero es la mujer que quiero, la que ha estado conmigo en estos casi tres años, la que me ha esperado en el aeropuerto con flores y los ojos brillando, la que me ha llevado de vacaciones, la que me da regalos, la que no se queja jamás de mi pierna pesada sobre su cuerpecito. 

R. no quiere mucho a Vodka, pero me adora y está en mi cama, y ha estado cada vez que me caía, cada vez que la depresión me hundía. Su novia no estuvo aquí, así que tranquila, quédese tranquila.

No quiero un duelo con usted. Ya he tenido duelos absurdos por su ahora novia. Le ruego que no marque mi número de celular, que no comente este post, que no lea mis historias repartidas en todas partes, que no compre mi libro, que no sufra en vano. 

El camino es suyo K. Ese plato ya me lo comí, y ya no quiero repetición. Ya no.


PD: No me clave alfileres, no me lance maldiciones, no busque chamanes, no me haga brujería, no me lance sus peores deseos. Reitero: el camino es suyo. Yo no soy su rival.

6 de febrero de 2009

Celos



Sí, soy celosa. 
Nací celosa. De niña tenía celos de una amiga del colegio que por educada y agradable me robaba la atención de mi mamá.

No soportaba que mi adorada tía Hilda tuviera ahijados.

Sí, soy celosa.

Cuando mi gata se acomoda al lado de mi novia y me ignora miro la escena con celos.¿Cómo es posible que luego de todo lo que ya sabemos, Vodka me haga sentir como un estorbo? ¿Qué malignos propósitos tiene la gata gorda? 

Cuando he tenido amantes he dosificado mis celos, al punto de no dejar a una sola de mis mujeres sin esta caricia que también son mis celos. Celaba a mi pareja, y celaba a mi amante, y también a alguna conquista que no concretaba la categoría de amante. Y celaba a mi ex más mencionada, y a mis exs menos mencionadas. Soy celosa. Y no me alegra. Tampoco dramatizo. No me lleno de vergüenza. No me creo el cuento de celos = cero amor propio. No me digan que me falta seguridad. No soy una mujer segura, sorry. No alcanzaré seguridad. Lo único seguro es la muerte. 

No muerdo ni destrozo a nadie (YA NO) por celos, pero me angustio y las lágrimas corren por mis mejillas cuando miro el reloj y veo que quizás no me extrañan, que quizás ya fui reemplazada, que ya aburrí, que no era tan importante, que ya fui, que ya me cambiaron.

Me lleno de celos de pensar que en el otro planeta alguien me ignora, porque quizás no le importo, y porque quizás hay compañías mejores. Tengo celos de hasta la mujer que no me pertenece. Pero nada me pertenece, lo sé. Nada nos pertenece. No somos cosas. No tenemos dueños. Celos absurdos sin sentido que una noche irrumpen, y la otra también.

Los celos me han hecho hacer cosas bobas, como besar a alguna chica en calidad de prevención: antes de ser una víctima corono una víctima, me decía en esos tiempos. Y terminaba arruinada y complicada con dos mujeres.

Por celos yo me he mudado de casa. Por celos yo he viajado muy lejos. Por celos yo me he pintado el cabello. Por celos yo he escrito post como estos. Por celos yo he trabajado 14 horas. Por celos yo he dejado de dormir una semana entera. Por celos yo he soñado que no tenía celos. 

Mis amantes me han compartido con voluntad de hierro o sabe Dios con qué sentimiento de mierda. Ya no importa. Ya no tengo amantes (ni virtuales). La vida es así, les tocó compartirme en su momento. Yo siempre supe repartirme bien, quizás porque todavía no era una treintona. A los 20 uno no necesita Red Bull o café todo el día. Pero retomando al tema debo confesar que yo nunca he tenido una mujer con pareja. Nunca. Al menos, nunca me enteré.

Incluso queriéndola poquito no me permito pensar que esa mujer que quiero poquito duerme al lado de otra. No, no he podido.  Quizás porque a nadie he querido poquito.


PD: Me perdonan pero NO ME GUSTAN LAS MUJERES CELOSAS

1 de febrero de 2009

Día de playa


Me escapé dos días a Mamacona, a las afueras de Lima. Un club con piscina y con playa (cerrada al público por seguridad, pues sus olas se roban a la gente), y con todo lo necesario para no extrañar la casa. Yo, como de costumbre, acudí con mis cables, y mis aparatos, buscando conexión wifi, convencida de hacer todos mis pendientes frente al mar o la piscina. También llevé un libro, pero casi no lo leí.

No hice nada en verdad. No ayudé a hacer la parrilla porque tuve muchísima flojera. Cargué las maletas porque yo puedo cargar todo lo que me ordenen, pero no más. No me pidas que piense cómo se corta un chorizo. Lo sé, pero me da flojera llevarlo a la práctica. Me senté cómodamente a esperar mi plato de colesterol. Y en algún momento hice la broma estúpida de: "Las mujeres cocinan, y yo leo". Fue una broma: Yo cocino, yo cocino... 

No me lapiden.

Yo cocino, pero no cuando hay tremendo sol y un vaso de cerveza en mi mano, y tanto cansancio acumulado.

Nadé eso sí, como siempre que hay agua cerca, y me tiré de un tobogán. R. dijo que yo era una niña. Y mi ex -que no se reconoce como ex- me asesoró en temas económicos, y llamó mi atención sobre ciertas rayitas en la pantalla de mi iPhone que casi me generan un cuadro de ansiedad para preocupar a cualquiera, menos a R., indiferente a mi amor por mi iPhone. 

R. dijo que yo solo dormía cuando estaba frente al mar, y efectivamente dormí muchísimo. Cuando no estaba dormida tenía una cerveza en la mano, o me disponía a quedarme dormida. 

Antes de partir tomé mi notebook y me dije: "Es hora de escribir un poema". Yo, analfabeta de poesía. 

Solo escribí unas líneas y se las comparto, al igual que la foto temperamental que capté con mi Canon azul, regalada por R.

El tiempo pasa, y te traga.
Y cuando mires atrás, yo ya no estaré, porque me fui cuando dejaste de mirar atrás.
El tiempo pasa, mujer. Me lleva, me come, me mata, me hace pedazos. Me aleja. Ya no soy tu mujer.
Cuando regreses encontrarás sobre la arena una huella borrosa de aquello que alguna vez tuviste.