29 de febrero de 2008

Tu gorda bella

Alguien en mi diario (Perú.21)preguntó por qué las gorditas hablaban de sexo, en la tele, en los periódicos y en la radio, en casi todos sitios. Preferirían, seguro, una 90-60-90. Alessandra Rampolla es la diva del sexo en esta parte del mundo y no sé cuántos kilos pesa ni me interesa, pero esa persona aludió obviamente a mi sobrepeso y a esta columna.
Otro macho resuelto de estos lares dio a entender que las gorditas no tenían tanto sexo como las flacas y que quizás por eso hablaban y hablaban, pero no hacían nada. No se trata de demostrar que sí lo hacemos, y más de lo que cualquiera imagina, sino de tocar ese tema que a ningún gordito(a) le gusta abordar. ¿Cuál es la performance y el atractivo sexual de una persona que no encaja en la silueta perfecta?
Para tristeza o curiosidad de aquellos que se pasan la vida contabilizando kilos ajenos, debo decir que la pasamos muy bien, aunque las 24 horas del día estemos pensando que boicoteamos la dieta y que el pantalón nos ajusta, y que en las fotos familiares debemos abrazarnos a un cojín para que no se nos vea la pancita, y que estamos obligadas a buscar una buena ubicación en el grupo de amigos para que, en la foto del Hi5, nuestros mil contactos no se den cuenta de que aún no bajamos de peso.

XXX

Se dice que no podemos practicar todas las poses del Kamasutra, pero dime si tu flaca 90-60-90 las aplica. Tu modelito se quejará de tu obsesión por convertirla en muñeca acróbata. Una gordita, en cambio, no esperará que se lo pidas, se mostrará de lo más flexible, para demostrarte que sus rollitos no son obstáculo. Que al día siguiente le duela el cuerpo es otra historia. A la hora de la hora, habrá demostrado que es tan atlética y plástica como una 90-60-90.


Se te ocurre pensar que nos agotamos, que con las justas llegamos al orgasmo. Nos imaginas exhaustas -como cuando corremos o subimos escaleras-, dando por concluida la faena, a la primera. Pues, te equivocas y te faltará energía, físico o como lo llames para estar a la altura de una mujer entrada en carnes. Una gordi la tiene clara: no defraudará, dará la talla y jamás dejará en evidencia que por ese sobrepeso le falta el aire, la fuerza, la elasticidad y menos la creatividad.


Hay quienes dicen que una gordita siempre preferirá la luz apagada a la hora de sexo. La oscuridad permite esconder una anatomía a lo Botero, pero también es disfraz para las flacas que ocultan manchas, estrías o celulitis. A una gordita, la oscuridad le da alas para demostrar que es más de lo esperado. Efraim Medina, un escritor cartagenero que conocí a propósito de este artículo, lo dice muy bien: "Las flacas están bien para llevarlas a un coctel, pero las gordas son para llevarlas a la cama". Medina ha tenido una racha de novias sobrecargadas en carnes.


Esta no es una guerra contra las flacas. Quienes me conocen saben que solo una vez en la vida tuve a alguien con sobrepeso (y la pasé muy bien) y que a la hora del sexo no he tenido demasiada carne en la cama (bastaba con la mía), pues siempre busqué barriguitas planas y músculos marcados. Sin embargo, era hora de responder eso que todos quieren saber: ¿Las gorditas pueden? ¿Pueden lo suficiente como para escribir o hablar de sexo? Esta columna busca sacar la cara por todas las Rampollas -famosas y anónimas-, vilipendiadas en blogs y blanco de murmuraciones por machos que, sin tener el cuerpo de Brad Pitt, se dan el gusto de poner en duda nuestro desempeño sexual.


La psicóloga colombiana Claudia Ayola señala que la gordura femenina tiene su valor erótico. Sin dejar de advertir los problemas asociados al sobrepeso y de dejar en claro que todos debemos pensar en un peso ideal por razones de salud, la especialista remarca que "lo estético no está necesariamente en ese cuerpo egoísta de carnes".


Las principales dificultades de una chica XXL no tienen que ver únicamente con asfixias o arritmias -las cuales se dan en casos extremos- sino con la inseguridad y el miedo que les genera sentirse poco deseadas, considerando que la sociedad nos impone una talla menor a la small. Sin embargo, a diferencia de lo que se cree, las chicas con volumen -como llama Botero a sus gordas bellas- no la pasan mal ni nada parecido.


Hace un tiempo, cuando entrevisté a la Rampolla para este diario, le hice una pregunta al respecto con la delicadeza que la situación exige, porque a ninguna gordita le gusta que le machaquen el asunto, como a ningún impotente le agrada que le pregunten si, al fin, ya se le para. ¿Ha sido el peso un problema en tu vida sexual?, solté, pensando que se pondría de pie y me diría bye entrevista. Su rostro, sin embargo, exhibió una sonrisa coqueta que me permitió agregar: "Algunos creen que por el peso no se goza tanto". Y respondió: "Eso es mentira. Las gorditas somos más calientes, más juguetonas y más apasionadas. Lo que pasa es que la sociedad vive de estereotipos. Yo le diría a toda gordita que disfrute y que no se sienta mal".


No hay estudios científicos que respalden a la Rampolla, pero una sonrisa cómplice y franca, a veces, vale más que una estadística.
Así como muchos hombres se defienden con el argumento de que el tamaño no importa sino la técnica, las mujeres XXL dirán que el peso no importa pues basta con saber acomodarse o acloparse.


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Y así como hay quienes las prefieren rubias y 90-60-90, son muchos los que encuentran el lado sexy de una mujer de volumen. La pornografía no margina a las chicas XXL: cientos de páginas de Internet de féminas generosas; títulos de videos XXX, como Más para amar o Fat Ladies; anuncios clasificados en los que se busca, especialmente, kilos en exceso y revistas como Voluptuos. Una web de peso es www.gordos.com, donde hay decenas de links sobre la belleza, la sexualidad y el erotismo para gatitas talla grande. Y existen grupos como los Fat Admirer, hombres atraídos por las llamadas BBW (Big Beautiful Woman) o Mujer Grande y Hermosa. Se trata de una legión de machos que no se imagina la vida sin una compañera de grandes senos, enorme trasero y vientre amplio.


El sexo es parte de nuestra vida y tenemos una disposición especial que se resume a la frase: "Te demostraré que mi forma no te incomodará". Lo que no quita, para nada, que sigamos obsesionadas con cuanta dieta se nos presente.

N.R.
(Se hacía preciso escribir esta columna, aunque fracamente es un tema que no me gustaba. Luego de hacerlo fueron más las cartas de felicitación que las críticas. Me costó, lo admito).

De vuelta a Lima

Extrañaba el pollo a la brasa, a los odiosos taxistas, a mis cuatro hermosas gatas... Extrañaba el estrés, las calles feas de mi ciudad, el pasar café y sentarme delante de la computadora. Aunque debo confesar que varias veces pensé que mis vacaciones no deberían terminar nunca, a veces es imposible dejar de extrañar lo que se odia.

20 de febrero de 2008

El amor, el amor....

Todavía no me subo al avión ya estoy contando las horas, porque Lima me está asfixiando, y necesito partir lo más pronto. Quiero escribir un post muy breve, casi elemental, sobre el amor, pasado ya el 14 de febrero.
El amor te duele, pero te hace inmensamente feliz. Entiéndase por felicidad una suma de momentos. No puedes ser feliz las 24 horas del día porque serías un ET. Se trata de momentos, fugaces y de eterna recordación. Uno recuerda siempre esas escenas de felicidad. Nunca se te van de la mente. Son como fotos en blanco y negro, de cuando eras chico y tu mayor preocupación era salir a la puerta y estar con los amigos, hablando del grupo Menudo.
El amor te llena de energías. Se parece a un Red B. Tiene una duración de tres horas, con suerte. El amor te pone arriba y luego te manda al fondo del hoyo. Pese a ello, recuerdas el instante Red Bull como la foto digital que tomaste, mejoraste y colgaste en tu Hi5.
El amor es parte de tu vida. No quieres quitártelo y cuando no está lo buscas o lo esperas con desesperación.
Alguien dijo o cantó que sin amor no tienes nada. Y es cierto, aunque profundamente cursi. He dicho, aquí o en cualquier parte, que soy demasiado cursi. Y siento, cada segundo, que sin su amor no sería nada, no tendría nada, ni siquiera las ganas de escribir este post. Sé que ella más que cualquiera será la primera en leer cada tontera que escribo. Disfruta, odia o llora mis palabras. No importa. Sea como sea estoy convencida de que pondrá sus ojos aquí, y -por lo menos- tendrá muy claro que solo a su lado quiero estar, así no siempre tenga las alas red bull o la sonrisa Kodak. Ella (R) estará aquí.

13 de febrero de 2008

Demasiado estrés

Cuento las horas que faltan para tomar el avión. Con todo el miedo que me produce volar quiero ya pisar el aeropuerto y aterrizar en Bogotá y de allí a San Andrés, donde me espera un hotel cinco estrellas, una playa para soñar y, seguro, muchas cervezas Águila o las que quieran. El estrés me está matando. Pero no es que padezca una sobrecarga de trabajo. Quizás sea una suma de todo y una suma de nada. Hago demasiado o hago nada, lo cierto es que necesito desaparecer y olvidarme de las caras de siempre, de las traiciones, de las combis de Lima, de los taxistas imbéciles, de las cajeras de Tottus, Metro, Ripley, Saga, y boticas todas. No quiero saber nada de calles cerradas, de la Vía Expresa, del carro que compraré, pero no compro... No quiero despertarme a las 6:00 a.m. con el ringtone de mi celu que dice: Despierta Carajo. No quiero pasar café como una viejita en mi cafetera vieja. No quiero sudar en esta Lima claustrofóbica. No quiero que me duela el cuello, no quiero contestar teléfonos, no quiero ver cien mails en el correo del diario ni otros cien en mi Gmail. No quiero entrar a mi HI5, no quiero pensar en mis clases de blog y en lo que debo hacer con este blog. No quiero sacar cuentas, no quiero sacar fotocopias donde Fredy, no quiero apurarme en la lectura de mis mil libros pendientes, no quiero ver guachimanes de marrón...
Lima me asfixia hoy más que nunca y no sé por qué. Necesito fugar antes de enloquecer. Por estos días quiero olvidarme de todo y alucinar que mis vacaciones serán eternas. A mi retorno -porque lo habrá- sueño con una ciudad menos esquizofrénica, con cajeras más hábiles, con taxistas educados y limpios, con calles amplias y con tachos de basura, con amigos menos ingratos...

Estoy harta de pelear con mi novia y de escuchar sus frases recriminatorias. Estoy harta de medir mi ira para no arruinarla toda. Sé que lejos de Lima me habré domesticado y podré abrazarla sin pensar en ahorcarla.
Sea como sea hoy es San Valentín y ella está durmiendo a unos pasos de donde yo posteo. No la puedo despertar. Simplemente debo esperar que el odioso Despierta Carajo la saque de mi cama a las 6:00 a.m., hora de disfrazarme de opinante, profe y periodista. Demasiado estrés.

Expo Limeña Girl




Desde este jueves, Día de los Enamorados, las mejores ilustraciones de Sheila Alvarado, la artista que le pone rostro y situaciones a mi página de sexo, se pueden ver en la Biblioteca Nacional. Como diría Lúcar, NO SE LO PIERDAN.

10 de febrero de 2008

Mi amor no cambió

Soy cursi por una cuestión genética. Mi mamá y papá lo fueron en su momento. Están separados desde que cumplí tres años, pero cuando hablo de amor con ellos me veo reflejada en los dos, tengo demasiado de ambos, así me niegue a aceptarlo.
Soy cursi y no me da vergüenza admitirlo. Soy cursi cuando estoy enamorada y cuando no lo estoy. Soy cursi cuando soy fiel y cuando no lo soy. Está en mi naturaleza. Es una enfermedad incurable. No me preocupo mucho del asunto, porque no me incomoda ser así. Tengo cosas peores de las que librarme.

Estamos cerca del Día de los Enamorados, San Valentín le llaman y el 99.1% de humanos lo celebra sin saber quién diablos es San Valentín. En estos días me encuentro elaborando un suplemento por San Valentín para mi diario. El anuncio de publicidad es un corazón rojo rosa, bastante cursi. Me gusta, así sea un diseño bastante primarioso.
No sé por qué tengo el encargo de celebrar el Día de los Enamorados en mi diario, no creo que me vean cara de enamorada, pues -por lo general- tengo cara de desenamorada. Lo cierto es que siempre me asignan estas tareas. Las resuelvo con el corazón como casi todas las cosas que debo hacer.

He acordado con mi pareja no celebrar San Valentín porque nos vamos a regalar unas vacaciones en San Andrés, sin embargo, presumo -como está el panorama- que algo cursi pasará, porque el amor es así, el amor te impide pasar por alto esas fechas, en las que todos llevan un corazón en la mano, una rosa Rosatel, un regalo Ripley. Celebraré sin celebrar, porque odio y amo San Valentín desde siempre.



Esta cursi canción es imposible de tararear en San Valentín.

8 de febrero de 2008

Lo que ellas no dicen

Las mujeres son demasiados pudorosas a la hora de hablar de sexo. Y yo no sé por qué. Yo nunca tuve ese problema. Me gusta hablarlo con mis amigos, jamás en público. Lo he hecho alguna vez por mi trabajo en Perú.21, pero me siento robotizada, y con ganas de correr. No me gusta hablar con extraños, en general creo que prefiero escribir a hablar. Es más fácil buscar palabras y amarrarlas unas a otras que romper el silencio. Yo te puedo escribir diez horas seguidas, siempre que no me falte un cigarro y un café. Pero jamás te hablaré diez horas si no te conozco de nada.

Quizás por eso he llegado a entender (o trato de entender) por qué últimamente nadie ha querido darme una entrevista, cuyo tema central es el sexo. Sin embargo, me llama la atención que siendo famosos se sientan cohibidos. Desde Magaly Medina hasta Martha Hildebrandt han dicho que el asunto no les interesa. Podría entenderlo en verdad, pero no quiero hacerlo.

Llamo por teléfono y todas las voces me dicen que de eso no hablan.

Una actriz que sale en la tele me dijo que no habla de sexo porque no es una puta. Me sentí una puta al pararme, mirarla con cara de "eres una hipócrita" y largarme para siempre, pensando en por qué diablos me citó. La actriz a la que yo confundí con puta conduce un breve espacio en un noticiero local, donde más de una vez ha comentado la vida sexual de famosos locales y extranjeros. Es tan fácil mirar a la cámara y hablar de otros, pero es tan difícil mirar la grabadora y hablar de sí mismo. La entiendo y está en su derecho.

No es fácil conseguir que la gente te hable de sexo. Los hombres piensan inmediatamente que les preguntaré el tamaño de su pene y las mujeres, seguro, temen que les pregunte si llegan al orgasmo.

Seguiré insistiendo, aunque me sienta una puta dispuesta solo a escuchar.

6 de febrero de 2008

Por qué Chavela Vargas

Amo a Chavela Vargas, río y lloro cuando la escucho. Su voz me desgarra y me alegra. Cuando la descubrí gracias a un amigo que me la presentó mientras veía una película de Almodóvar entendí que nunca más podría apartarme de ella. Se convertiría en uno de mis trovadores top ,junto a Sabina y Calamaro. Me encargué de difundir su música -sin mucho éxito- entre mis amigas lesbianas. Mucho tiempo después logré entrevistarla para La República. Yo que ya había leído demasiado de ella y que prácticamente no tenía preguntas caí rendida ante su presencia. Le dije que la admiraba sin ninguna vergÜenza y nos dimos un fuerte abrazo, como para llevarme por siempre el recuerdo.
Hace poco leyendo un libro de Villoro pregunté a mis alumnos si conocían a Chavela, pues Villoro había titulado una de sus crónicas con una canción que siempre canta Chavela y que yo la he visto cantar con el alma desnuda. Pues nadie la conocía. Tuve ganas de interrumpir la clase para que todos escucharan MUNDO RARO desde mi celular con MP3, pero pensé que no le darìan mayor bola, y que yo estaba tan chiflada como a veces parece que lo está Chavela.
Me quedé con las ganas. Este post es simplemente un tributo a una voz que me canta al oído cada vez que amo más, que sufro más, que quiero vivir demasiado, que pretendo morirme ya, que me lleno de odio, que me dejo llevar por el mundo.
Chavela es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, aunque piensen todos que exagero.
Chavela, mexicana de vocación, lesbiana, tequilera retirada, pistolera enamorada, amante discreta... Chavela es todo lo que alguna vez quise ser. Excepto lo de mexicana, porque del Perú uno no se puede librar así lo desee con todo el alma. Me encantaría vivir esas noches locas de Chavela, entre Frieda Khalo y Diego Rivera, en esos bares que jamás conoceré porque se los llevó el tiempo. Me gustaría tener como ella una pistola y lanzarme de una ventana para demostrar que amo demasiado.
Pero no soy Chavela ni lo seré, porque no me gusta tanto el tequila, porque cada vez tolero menos las resacas, porque nadie se merece una bala mía, porque mis ganas de vivir, pese a todo, son más grandes. No puedo ser Chavela porque mi lado frívolo pesa mucho: quiero vacaciones en un hotel cinco estrellas, quiero demasiadas carteras y una lap top. No puedo ser Chavela porque ella odia el Internet y yo no sé vivir sin Internet.
Pero Chavela está conmigo, en mi PC, en mi celular, en mi MP3, en las películas que jamás olvidaré, en los recuerdos de borrachera más emblemáticos. Aquí dos clips para que conozcan a Chavela si no saben de ella ni el nombre. Chavela está en You Tube, qué locura... Pensar que antes de que la descubriera Almodóvar, Chavela estaba enterrada en un bar de Madrid, preguntándose por qué las mujeres eran tan perras, por qué los amores tan desgraciados, por qué la vida tan fugaz...



1 de febrero de 2008

Miedo

Alguien me preguntó a qué tenía miedo.
Tengo miedo a responder esa pregunta, pero lo haré, con sinceridad, aún sabiendo que ello me hará más vulnerable a los que me quieren y a los que no me quieren.

Tengo miedo a perder el amor que ahora me acompaña. Quisiera que el para siempre no sea una utopía.
Tengo miedo a caer otra vez en la depresión, no soportaría volver a tener ganas de morirme. Por eso, a la más insignificante pena me asusto.
Tengo miedo a no poder escribir algún día ni siquiera un email.
Tengo miedo a estar desempleada, pero tengo miedo tan bien de estar demasiado empleada.
Tengo miedo a perder la ilusión por mi profesión.
Tengo miedo a ese día maldito que llegará cuando mis gatas mueran, una a una. Son cuatro, tienen casi la misma edad (ocho años) y aunque me dicen que duran hasta 16 años, tengo miedo igual.
Tengo miedo a mi pasado, a que algún día retorne y me trague, en venganza por haberlo aniquilado con mi nuevo amor.
Tengo miedo de no tener ganas de hacer el amor, como lo tuve cuando tomaba Dominium y Neuryl.
Tengo miedo de que me pongan los cuernos con una persona querida o con un NN.
Tengo miedo a que la vida gire y se le ocurra pagarme con un ojo por ojo diente por diente.
Tengo miedo a que Cali, Renzo y Diego -mis hermanos los dos primero y el hijo de mi ex el último- dejen de quererme a medida que avanzan hacia el RENIEC, en busca de su DNI.
Tengo miedo a que mi celular quede cada día más disminuido por la tecnología. Aunque parezca una frivolidad tengo miedo. Como tengo miedo de no entender las nuevas tecnologías que tanto me apasionan.
Tengo miedo a que mi computadora muera sin darme tiempo de salvar todo lo que allí guardo.
Tengo miedo de cambiar de gustos musicales. Quisiera que siempre Calamaro y Sabina, y Chavela Vargas, sean mi melodía.
Tengo miedo de padecer insomnio crónico.
Tengo miedo de una pistola en mis manos.
Tengo miedo de manejar.
Tengo miedo de perder más amigos o de creer que aquellos lo son cuando en verdad no lo son.
Tengo miedo a despertar sola.
Tengo miedo al ridículo profesional.
Tengo miedo a la muerte y tengo miedo a seguir diciendo cosas que me dan miedo.