28 de diciembre de 2007

Deseos 2008

Deseo que mi novia me ame más que en el año 2007.
Deseo que mi gata y sus tres hermosas hijas ganen un año más de vida.
Deseo dormir más horas, renegar menos, joder menos y pesar menos.
Deseo hacer el amor todos los días del año, hasta ser la excepción a eso que dicen más vale calidad que cantidad.
Deseo despertar sin pesadillas.
Deseo que mis lágrimas se hayan secado al fin.
Deseo recuperar el deseo de ser mamá.
Deseo que mi novia preste más atención a mis pasiones cibernéticas.
Deseo, deseo, deseo...

26 de diciembre de 2007

El hijo de tu ex

Cuando uno termina, sobre todo cuando uno termina mal –como fue mi caso–, dan ganas de matar a la ex y a toda su familia, con todos los recuerdos, buenos y malos¸ con todas las cuentas pendientes, con todas las mascotas, con todas las pequeñas cosas materiales que fueron parte de la relación, desde un reloj hasta un aplastador de papa.
Así es. Cuando uno bota rabia por la boca lo mejor es huir antes de clavar más puñales. Es una tortura despedirse así, pero a veces no hay otra salida, más aun si te vieron cara de cajero automático o de Mamá Noela.
El problema es cuando hay un niño-adolescente en medio del conflicto. ¿Cómo se hace para sacarlo de tu vida, luego de haber jugado juntos, de haber dormido abrazados, de haberse ‘bañado’ en carnavales hasta las últimas consecuencias, de haber cocinado papa rellena a cuatro manos, de celebrar cumpleaños, navidades y fiestas diversas? ¿Cómo te olvidas de ese chiquito lindo que se transformó en hombre delante de tus ojos? ¿Qué haces?
La psicóloga y tus amigas más coherentes te dirán que él nada tiene que ver con ella, pero tú sabes que sí, y te da miedo complicarte la existencia con una visita o una llamada telefónica, porque sabes de sobra como es esa persona que has expectorado de tu vida, pero está el niño y no sabes qué hacer, cómo enfocar tus pasos para no lastimarlo, porque aunque parezca ahora de piedra es un chico con corazón que debe extrañar tus abrazos, tus palabrotas de cariño, tu capacidad para escucharlo siempre.
Te han dicho que le escribas una carta o un email, explicándole el por qué de la distancia. Sabes que él sabe que ya te fuiste y que la relación con su mamá se acabó y, al parecer, acabó muy mal, porque de lo contrario irías a visitarlo o lo llamarías para comer en Burger King. Has escrito un email, y esperas que lo lea, pero el corazón se te hace pedacitos. Sientes que unas palabras atropelladas no son suficientes.


Hola Diego
Quería decirte que siempre te querré. Y así la distancia ahora nos separe yo siempre recordaré las cosas lindas que pasamos juntos, lo mucho que reímos y lo mucho que nos molestábamos los dos.
Por cosas que nada tienen que ver contigo (tú eres un chico lindo y bueno),, hoy estoy lejos de ti, pero no hay día que no piense en lo bonito que fue vivir a tu lado.
Espero BB que te portes bien, que estudies, que salgas adelante, que no vagues y que te cuides siempre. Adora a tus padres, porque ellos te adoran, y sé un buen hermanito, y un buen primo. También un buen amigo, como lo fuiste conmigo.
Espero verte antes de tu cumpleaños, para darte tu regalito. Y espero que entiendas que aun estando lejos te adoro mucho, porque yo soy tu madrastra (ja, ja, ja).
Si ya tienes celular me avisas para así llamarte.
Recuerda por favor todo lo que te quiero y no olvides que siempre tendrás en mi a una persona con la que puedes contar para todo lo que desees.
Besos


Jamás le hablaré mal de su mamá. No le diré lo mierda que fue, porque él no se merece volver a escuchar cosas feas de ella. Ya en su momento, su papá tuvo la imprudencia de hablar por la herida, y dijo demasiado. Él también fue una víctima. Su dolor le impidió razonar. Lo comprendo, pero no lo imitaré. Yo he tratado de no llegar a esos extremos. Y creo que he cumplido. Los hijos nunca tienen la culpa de estos problemas, y es mejor que estén al margen. Lo digo por experiencia. A mí también me pasó.
Conocí a Diego cuando tenía cuatro años. En febrero cumplirá 16. Nos caímos bien y creo que nos llegamos a querer muchísimo, por eso no logro asimilar su ausencia. Yo me sentía su otra mamá y en broma le decía que era su MADRASTRA, lo cual a él le daba mucha risa. Mamá, madrastra o amiga… Lo cierto es que después de tantos años juntos esta es la primera vez que nos separamos de verdad. Y hoy nos toca aceptar que la vida siempre te jode donde más te duele.
Lo que se rompe ya no se puede pegar. Tu mamá y yo ya no estamos juntas ni lo estaremos más, pero yo estaré para abrazarte siempre que lo desees, para escucharte y apoyarte, porque has sido y eres demasiado importante. No sé si iré a buscarte mañana o pasado. Estoy en esa etapa que llaman duelo. Necesito dejar el resentimiento y superar el dolor, pero seguro que algún día habré perdonado a tu mamá y correré a buscarte, con la tranquilidad de no reclamarle nada, de no insultarla, de no pedirle cuentas ni cuestionar el daño que me hizo. Por lo pronto, sabes donde estoy y espero que me busques, que respondas mi email o me llames, como lo hiciste para mi cumpleaños y Navidad.

* * *
El hijo de tu ex puede llegar a ser el amor de tu vida, el hijo que siempre quisiste tener y el hijo que nunca tendrás porque ya lo tuviste y ya lo tienes. Él es un capítulo aparte, nada tiene que ver con la mamá, es un ser humano independiente de los errores de su madre y su corazón es único y también es tuyo.

21 de diciembre de 2007

Mis libros favoritos




Siempre es bueno retomar aquellas lecturas que dejaron huella. Hay libros que te marcan. A mí me pasó con El Túnel y con El Amor en los Tiempos del Cólera. Gabo siempre será Gabo, pero nunca como cuando contó la historia de Florentino Ariza. Y Sábato es una inspiración constante.
American Psycho me deslumbró por el estilo y la crudeza del autor. Y aunque a muchos les parezca intrascendente, yo me declaro fiel de Easton Ellis. Ya reuní en mi biblioteca todos sus libros, y no puedo quejarme. Lo admiraré siempre, por cínimo y mortal.
Faltan aquí muchos otros que siempre adoraré: Truman Capote, Laura Restrepo, Mario Vargas Llosa y Andrés Caicedo, entre otros que aumentaron mi pasión por tener al costado de mi cama a cualquiera de ellos. Los recomendaré siempre, porque me alegraron hasta el delirio y me entristecieron hasta la depresión.

19 de diciembre de 2007

HUMO


Todos los días me dicen que lo deje, que me está matando, que cualquier mañana apareceré muerta.
Pero me pregunto si no es más fácil morir atropellada, en un país donde todos los días dos personas mueren en las pistas por un choque, atropello, volcadura y etc. circunstancias, por culpa del chofer -ebrio, dormido, amargado, estúpido-, del peatón -ebrio, insomne, amargado y estúpido, y de las fallas mecánicas, que siempre serán culpa del chofer, porque sale a la calle sabiendo muy bien que su dirección está en otra dirección, que sus frenos los amarra con su pasador, que sus luces estarán siempre apagadas porque no existen...
Vale la pena seguir fumando.

18 de diciembre de 2007

No se puede

Odio levantarme con el alarido de mi celular que dice: "!Despierta, carajo!". Odio ver que nada ha cambiado a mi alrededor, que mi casa sigue siendo un hostal, sucio y desordenado. Lo único bueno es que mis cuatro gatas siempre están allí, mirándome con sus ojos adormitados y a veces furiosos. No podría seguir despierta sin mi clásico café cargado y sin azúcar. Por suerte, casi nunca falta.
El día transcurre así: lánguido, sin luz, como si uno estuviera dentro de un tubo oscuro y con camisa de fuerza. No puedes gritar, porque todos te escuchan. No puedes llorar, porque haces el ridículo. No puedes reclamar, porque nunca tienes razón. No puedes gastar porque eres una materialista, frívola y despilfarradora. No puedes ahorrar porque eres una tacaña y mezquina. No puedes dejar de decir te amo durante quince minutos porque pensarás que ya no amas. No puedes decir te amo cada minuto porque te dicen que no tienes nada más que decir. No puedes confiar porque te estarán metiendo siempre un cuchillo. No puedes desconfiar porque es imposible vivir con el temor a la traición. No puedes hacer el amor porque dirán que solo piensas en el sexo. No puedes dejar de hacer el amor porque dirán que se acabó el deseo. No puedes vivir con alguien porque estarías atándolo a tu maldita y aburrida vida. No puedes vivir solo porque te mata la soledad y dirán que no sabes estar ni media hora contigo misma.
No puedes pretender que tu novia se vista más bonito porque dirá que se viste mal. No puedes vestirte bonito porque la ropa no te queda nunca jamás. No puedes desear una laptop porque tu PC todavía funciona. No puedes no desear una laptop porque estás en nada. No puedes vivir sin Internet porque el mundo te reclama estar conectado. No puedes vivir con Internet porque eso refleja la dimensión de tu soledad.
Quisieras tomar una Mini Uzi y exterminar todo lo que te hace daño, pero debes sonreír y ser tolerante, porque la tolerancia es una virtud que debes mantener, así no te toleres así mismo.
Quisieras meterte un tiro, pero matarse es un acto de cobardía. ¿Y vivir qué es? ¿Un acto de valentía? Vivir es una rutina, vives porque no puedes matarte, porque la muerte no te encuentra, porque no tienes valor, porque no sabes cómo salir de este mundo de vivos.
Estoy con una camisa de fuerza, como el común de limeños que cada mañana sale con una falsa sonrisa en la cara y luego debe masticar su furia al encontrarse con un sucio taxista que nunca irá a tu destino, porque da vueltas sobre sus cuatro ruedas y no va, no va, no va... Jamás irá porque el hijo de puta es un peruano experto en quejarse, en decir que en este país de mierda no hay trabajo. Lo dice, sobreparado en una esquina, desde donde mira a sus potenciales pasajeros con lástima, porque no va, quisiera ir, pero no va, no va, no va... Pero no hay trabajo. Solo los pitucos, miraflorinos y los apristas tienen trabajo. Pero él no se mueve, porque sus cuatro llantas están ancladas en el asfalto, y el no va, no va, no va... Nunca irá, pero el Perú seguirá siendo un país sin oportunidades laborales.
Así te vas amargando el día. De pronto, te das cuenta que no se puede estar bien, que es hora de tomar un avión y no volver, porque el Perú es una mierda, el Perú no te da la opción de ser feliz. Y ya parezco un sucio y mediocre taxista.

14 de diciembre de 2007

En la calle Sol

Ella iba por la calle Madera y yo por la calle Sol. Nos encontramos. Aproveché la ocasión para pedirle que se apartara de mi vida, que no insistiera más, que me dejara en paz. Pero ella se reía y se burlaba. No creía en mi felicidad, pensaba que era una mentira para tapar mi dolor. Por qué es tan difícil aceptar que todo tiene su final, que no hay pena que dure toda una vida, que tarde o temprano las cosas cansan y un día, de repente, despiertas con una sensación de vacío distinta a otras sensaciones de vacío. Esta vez no presumes que te falta algo, como suele ser el vacío que te deja el desamor. Esta vez el vacío es liberación, es el convencimiento de que ya no necesitas esa cruz para seguir caminando. No hay olvido, porque ya me han dicho que olvidar es padecer amnesia. Nadie olvida. Simplemente hay desprendimiento. Tu mente se aclara y descubres que ya no dependes de su risa, de sus ojos, de sus palabras. Te das cuenta de que puedes vivir en el norte y ella en el sur y no pasa nada, porque a ti simplemente ya no te interesa. Le deseas buena suerte porque no eres una hija de puta, pese a todo lo que te ha hecho. Pero no deseas que vuelva a tu lado, porque tu corazón, al fin, tiene dueño.
Se lo dije así intentando que me entendiera, que siguiera su ruta asesinando otros corazones, que me dejara, que no vuelva más, que busque otras víctimas. Conmigo ya había sido demasiado.
No lloró. Los villanos nunca lloran. Los héroes sí lloran y yo lloré de lástima, pero la calle Sol me iluminó y recuperé la alegría.
Daría la vuelta y me marcharía. Qué más se puede hacer. Cuál es el límite de tu paciencia. Cuando di la vuelta sentí un dolor profundo en la espalda, algo caliente se iba esparciendo en mi cuerpo. Alcé la mirada con la poca fuerza que me quedaba y entonces me di cuenta de que una bala, acaso dos, me había atravesado. Ella dio la vuelta. Mientras yo comenzaba a morir.
En segundos pensé que tardé demasiado en sacarla de mi vida. Y cuando lo hice fue tarde. Ahora no tendría opción de disfrutar de mi nuevo gran amor.

12 de diciembre de 2007

Mi luz sin Sandra

Pido permiso para insultarla. Disculpe señorita, pero quiero que me explique quién la hizo tan descarada, quién le enseñó a besar sin amor, quién –maldita sea- le aconsejó burlarse de las mujeres como yo. Por qué se empeña en hacer infeliz a quienes la amamos, porque yo no soy la única y eso no me lo va a negar. Qué he hecho yo para merecer esto, diría una chica Almodóvar, con ese tono de lista y quizás un poco boba.
Dígame, por Dios, por qué se burló tantos años de mí, porque me fue cada noche más infiel que la anterior, por qué durmió sin dormir a mi lado, por qué decía te quiero cuando debía decir te amo, por qué me exprimió como un limón para luego tirarme a la basura.
Pido permiso para sacarla de mi vida, para matarla, para hacerla pedacitos y comérmela con mayonesa light. Porque usted fue mi obsesión y me la tragaré todita hasta olvidarla.
Habla Sandra, por qué fuiste tan mala conmigo, por qué nunca quisiste jugar bien en esta historia, por qué te burlaste de mis sentimientos.
Sandra no quiere hablar. Y yo he terminado mi monólogo bañada en lágrimas. Ella está y no está, como siempre. Presente y ausente, visible e invisible, compasiva y despiadada. Dice Sandra que yo lo sabía todo y que nunca me engañó. Su honestidad fue y es brutal.
La escena transcurre en un hotel llamado Hollywood, en la habitación Nicole Kidman, donde hay un jacuzzi rosado y una silla sexual de cuero, donde otras –no nosotras- ensayan alguna pose delirante. Hasta allí hemos llegado para poner fin a este amor desgraciado entre dos mujeres que nunca fueron nada.
Mi monólogo concluye cuando la veo peinarse, asomar a la puerta y decir adiós con esa sonrisa suya tan falsa que siempre te refriega en la cara un ‘lo sabías baby’.
Me quedo allí, repasando la película de mi vida, en una habitación de paredes turquesas adornadas con cuadros de estrellas hollywoodenses de los noventa. Huele a desinfectante y a sexo pasado. El baño está con la luz encendida. Hay una botella de vodka en la mesita de noche. El reloj se detuvo a las nueve de la noche, pero deben ser las diez de la mañana. En dos horas tendré que dejar el hotel, regresaré a mi casa, abrazaré a mi gata y dormiré hasta que Luz me despierte.
Me declaro culpable de haberla amado, pero ya es demasiado tarde para lamentos. Sé que todas las mujeres no son iguales, el problema es que yo me topé con la capitana del ejército de las peores y lo debo pagar
Conocí a Sandra en una calle muerta del Centro de Lima. Lima puede ser la ciudad más ingrata del mundo si no naciste en uno de sus 42 distritos. Yo no era de Lima, yo había llegado de un pueblo muy triste llamado San Juan, en el norte. No aparece en el mapa y si no fuera porque conservo fotos de mis padres y de mis abuelos en ese lugar casi juraría que el pueblo jamás existió. Lima me trató como a cualquier provinciano. Lima me agarró a cachetadas, me lanzó escupitajos y me hizo caer muchas veces. Hoy mismo, mientras doy vueltas por esta habitación, siento que la ciudad se está vengando por el poco amor que le tuve, por no admirar su belleza prestada de la colonia, por no contemplar con cariño sus callecitas estrechas, por no sentirme limeña, por sentir que jamás sería de aquí.
Lima es mujer. Y Sandra, para mí, es Lima. Ella resume todo lo que esta ciudad maldita es: un poco puta y un poco santa, caótica hasta el dolor, indiferente y cruel, falsa, engaña muchachas (os), teatrera, traicionera.
Yo no quisiera vivir en Lima sino en una de las playas de San Juan, donde las mujeres no se enamoran, pero tampoco te enamoran. Yo nunca debí haber salido de allí, pero decían mis padres que solo en Lima saldría adelante. Tuve entonces el presentimiento nítido de que aquí solo encontraría la muerte. Y así fue. Lima ha sido mi muerte y será mi tumba. No hay opción a resucitar.
Sandra se acercó a mí y me hizo la conversa, mientras yo devoraba un cartel de empleos mal pagados en una plaza del Rímac. Me dijo que todos esos trabajos eran muy malos, que solo te explotaban, que mejor había que arreglárselas sola. Cuando busqué el rostro de esa voz dulce que casi me susurraba al oído el mejor consejo del mundo mis ojos se quedaron prendados de su sobria belleza. Era una muchacha de cabellos lacios y marrones, carita ovalada y ojos negros. Tenía un lunar en el pómulo derecho. Era delgada, pero su jeans marcaba formas cómodas. Me enamoré de solo mirarla. Ella lo supo al instante. Me invitó a tomar una cerveza. Eran las doce del día. Yo le propuse un ceviche también. Y así empezó esta historia. Luego de las cervezas y el ceviche terminamos en un hostal. Yo jamás había estado con una mujer, pero siempre lo había deseado, porque siempre sentí que no me gustaban los chicos.
Sandra me devoró en media hora. Luego se fue a la ducha, se bañó y se fue. Yo quedé tendida en la cama, pensando qué sería de mí después de ella. Le había dado mi teléfono, pero ella no me había dado el suyo. Solo tendría que esperar. La quería. La quería ya.
Pasaron semanas, tres semanas, antes de que marcara mi número y me citara en un café del centro. Allí estaba: en una mesa, tomando una cerveza negra y fumando un cigarrillo rojo. Yo llegué con una rosa, que luego hice pedazos porque ella dijo que las cursilerías no iban con su gusto. Me había citado para invitarme a una fiesta. Tenía como humo en los ojos. Yo quería llorar. Sabía que esa fiesta sería el principio del fin.
Le dije que solo había pensado en lo de esa tarde, que estaba enamorada, que quería ser su novia. Sandra soltó una carcajada, como diciendo ‘pobre provincianita’. Le hablé de mi pueblo, le ofrecí conocer las playas de San Juan y la invité a cenar en lugar de ir a esa fiesta. Sandra dijo que no, que jamás plantaría a sus amigas, que tiempo para otras cenas sobraría, que no piense que la vida se termina ya.
En la fiesta ella bailaba sola, pero luego una corte de chicas la rodeó. Ella las besaba y las mordía con descaro, mientras yo la miraba embobada. Sandra no era mía ni lo sería nunca. Tenía 25 años y, según me dijo, era secretaria desempleada. Hablaba inglés y francés. Su sueño era trabajar y vivir, sobre todo vivir, en París. Mientras yo la contemplaba, una chica se me acercó y dijo: “No te enamores”. La miré y sin saber si debía preguntar algo más sentí que iba a llorar.
-Búscate otra, que no tenga pasado, que no tenga historia. Alguien como yo-, dijo. Y sonrío. Se llamaba Luz y era mucho más guapa que Sandra. Sin embargo, ya estaba escrito, Sandra sería mi ruina.
La noche transcurrió con Luz a mi lado y Sandra a varios metros, bailando con todas menos conmigo. Luz me propuso salir a pasear. Salí y en el camino fue sorprendida con un beso húmedo. Me sentía infiel y sucia, le dije que no podía, que Sandra y yo teníamos algo y que debía respetarlo. Luz me miró con lástima. Vamos a dormir juntas, dijo. Volví a la casa de la fiesta. Sandra estaba tumbada en un sofá, tocando las tetas de una tipa. Vamos, le dije a Luz.
El amor con Luz fue diferente. Luz se entregaba en el sexo, me tocaba y se dejaba tocar, me besaba y me pedía que no la dejara de besar. No me iba a enamorar, no sé por qué, pero no iba a pasar y se lo dije. Luz me abrazó y se durmió. Por la mañana, la pasamos en la cama, hablando de nuestras cosas, de su pueblo, Santa Catalina, y del mío. Le prometí llevarla y ella prometió llevarme. Me dibujó con un lapicero de tinta líquida un corazoncito rojo en el pecho. Me lo sopló para que secara y me pidió que pasara otra noche a su lado, que no me vaya. Le pedí que saliéramos a almorzar y que me acompañara a mi casa, pues debía darle de comer a Vodka, mi gata. Entonces, nos quedamos en tu casa, dijo. Acepté. Y al poco rato estábamos en mi casa, acurrucadas en la cama, yo hablándole de Sandra, mientras ella hablaba de ella, de lo que soñaba, de lo que quería, de lo mucho que la gustaba la música, y de lo bien que se sentí a mi lado. Yo me sentía bien, pero quería ver a Sandra.
Hay mujeres que te marcan para siempre por su indiferencia o por su amor. Sandra me marcó con su indiferencia y Luz con su amor. Ahora que no tengo a ninguna de las dos me pregunto cómo fui tan ciega.
Pasé tres años entre Sandra y Luz, rogándole a Sandra que me amara, y pidiéndole a Luz que me dejara. Al final siempre terminaba llorando en brazos de Luz.
Cuando decidí acabar con Sandra, harta de sufrir, abrumada por una depresión que casi me lleva al suicidio, Luz ya se había matado. Al verla muerta, sobre el pavimento de una avenida de Miraflores, donde terminan todos los desenamorados comprendí que estaba yendo muy lejos con ese amor enfermizo. Recuerdo muy bien el día de su muerte. Ella me llamó al celular, yo no contesté porque estaba haciendo el amor (bueno, sexo) por última vez (eso prometí) con Sandra. Dejó un mensaje: “Amor, solo quería decirte que no sirvo para nada, que no sirvo para ti, que pese a mis esfuerzos no supe ganarme tu cariño y tu pasión. Te dejo y me voy. Recuerda que yo fui la primera y la única que te pintó un corazón en tu pecho. Te amo”.
En ese instante me puse de pie y me cambié. Tomé un taxi y fui hasta ese puente de Miraflores, desde donde siempre planeamos matarnos. Allí estaba. Boca abajo, rodeada de tres policías y un sereno. En sus manos tenía una estampita de San Antonio. Lloré sobre su cuerpo, la besé y caí desmayada.
No podía aceptar que Luz ya no estaba, que ya no cantaría para mí, que no me dibujaría corazoncitos, que no me diría te amo, que no me llamaría diez veces al día para preguntarme si quería seguir viviendo y si ya la amaba.
Meses después Sandra me llamó. Me citó en el Hollywood. Ese día no hicimos el amor. Ese día hablé yo.
Luz me dejó un vacío irremplazable. Luz se había convertido en mi amor sin que yo me diera cuenta. Y ahora Luz no estaba. Y Sandra no me inspiraba más que rabia. Mil veces me dijo que ya estaba cerca el día en el que me amaría y que sería solo para mí, que ahora no podía dejar a esas mujeres, que vayamos despacio, que tiempo nos sobraba. Esa puta promesa me mantuvo a su lado, esperanzada en una mentira.
Ahora Luz no está. Ahora yo dibujo corazoncitos rojos en mi cuerpo, cierro los ojos y la extraño. Doy vueltas por el puente Videna y me pregunto si debo seguirla. No tengo valor para matarme. No puedo seguirte amor. Odio mi cobardía. No la puedo seguir como tampoco pude amarla, amándola, en esa vida que me regaló.

5 de diciembre de 2007

Fielicidad

Cuando a las mujeres lesbianas les preguntan si son fieles, algunas responden:
-Claro, por supuesto, definitivamente.

Yo no sé si mienten. Tuve épocas en las que fui demasiado infiel para soportarme. Lo peor (y quizás por ello me vaya al infierno) es que no conocía el remordimiento o cargo de conciencia. Mis amigas-confidentes me preguntaban: ¿Y cómo haces para no sentirte culpable? No lo sé. El infiel o la infiel, como mejor quieran, siempre encuentran excusas para que le disculpen su deslealtad. Yo encontraba todas las excusas: me trata mal, no me hace el amor, es una renegona, creo que no le importo, en la cama somos un desastre, somos amigas o hermanas...
Me he arrepentido hasta el llanto de todos los cuernos que puse. Mal que bien nadie se merece una mentira. Ahora lo sé, bastante tarde por cierto, y ya lo pagué.
He pedido disculpas públicas a una de mis víctimas. Creo que me ha perdonado. Tarde, como siempre, me di cuenta todo lo que la había llegado a querer. Hoy solo deseo que no se tope con alguna Esther, versión década del 90.
También pedí perdón a otra personita que llenó mi vida, y con la que quizás pude haber permanecido eternamente a su lado, porque amor nos sobraba. Era un amor distinto, pero era amor. Hoy, ella, es una de mis mejores amigas. Nunca dejaré de decirle cuánto la quiero.
Saber que algunas mujeres importantes me perdonaron me ayuda a sentirme, cada día, una mejor persona.
A nadie le diré que sea fiel. La experiencia y el tiempo te ayudan a entender por qué es mejor romper antes que traicionar. Yo no soy consejera, psicóloga, sexóloga o cualquier cosa semejante. Yo solo soy una mujer, lesbiana, periodista y tremendamente ociosa.
He prometido ser fiel y sé que cumpliré.
Cuando me pregunten si soy fiel responderé:
-Claro, por supuesto, definitivamente..
Si antes respondía así por no quedar en evidencia hoy lo hago con todo el corazón, porque me da la gana, porque me siento bien en este estado de lealtad total.

¡Aléjense de mí tentaciones! No tengo ganas de compartir mi amor. Miro chicas, pero solo con la mía quiero dormir, amanecer y roncar. Admiro un cuerpo bonito adornado con dos pechos redondos, pero me quedo con los de mi chica: porque son míos y caben en mis manos. Puedo soñar con alguna hermosura, pero al despertar tengo a mi lado a quien me ama y a quien amo. Puedo mil cosas, pero solo quiero seguir a su lado, porque con ella me aproximo cada vez más a eso que llaman felicidad o fielicidad.

4 de diciembre de 2007

A los 33

En unas horas cumpliré 33 años. Dice el doctor Maestre que cada vez que uno cumple años una serie de sentimientos adversos confluyen, lo cual genera depresión y hasta brotes de enfermedad. El miedo es tremendo. Te preguntas si lo que has hecho hasta hoy ha estado bien o mal, si has logrado tus metas, si has llorado lo suficiente ya, si tu relación perdurará otro cumpleaños, si tu gata adorada seguirá contigo hasta los 34... Es cierto lo que dice Maestre. Un aluvión de preguntas cae sobre tí. No sales bien parada. Al contrario: al hacer el balance te das cuenta de que estás a mitad del camino, quizás no has hecho lo suficiente para sonreír.
Quizás eres mejor persona, pero falta mucho para ser la adorada mujer que necesita tu pareja.
Yo lo único que quiero es ser feliz. Feliz en mis frivolidades y en mi lado más profundo. Quiero tener carteras Louis Vuitton en mi clóset y quiero que mi pareja duerma todas las noches a mi lado. Quiero hacer el amor todos los días y quiero escribir mi libro. Quiero ir de vacaciones a México y quiero estudiar una maestría. Quiero comprarme una casa y quiero imaginar que algún día me animaré a ser mamá.
Nunca calculé cómo sería mi vida a los 33. No esperaba nada mejor tampoco. Me veía siempre en un bar. Hoy no gusto tanto de los bares como antes. Hoy solo quiero una copa, buena música y velitas encendidas.
Quiero pintarme las canas y disimular los rollos, pero quiero también tener tiempo para caminar y para pensar que los 34 no me sorprenderán con otro fracaso encima.
33 es una edad clave: no eres ni tan joven ni tan vieja. Estás en el punto medio, donde las decisiones deben ser equilibradas. No puedes seguir fallando tantas veces. No vale equivocarse tantas veces. Ya basta de meter la pata.
Hay algo más que deseo, y no sé que es, pero a veces cuando sueño lo tengo claro. Al despertar lo olvido. No sé de qué se trata. Quizás necesite ser mamá, quizás debería animarme a tomarme un año sabático como mi parejita pretende, quizás tantas cosas. Quizás tendría que dejar de escuchar a Calamaro, Sabina y Chavela. Yo no sé qué pasa en ese sueño. No lo sé. Solo sé que en unas horas tendré 33 años y algo parecido a la felicidad da vueltas a mi alrededor.

1 de diciembre de 2007

Comunidad gay: restauremos a Perry


Siempre pensé que el matrimonio gay o lésbico o trans o lo que quieran inventar era una bobada, un pretexto para una juerga a morir. Y como yo no necesito pretextos para emborracharme nunca me hice problemas por el asunto. En algún momento me ilusionó la idea de recibir regalos de recién casados y partir de luna de miel, pero luego me dio flojera preparar la casa para la ocasión. Además, mi entonces pareja -creo- no tenía el propósito de formalizar nada. ¿Para qué? Si le iba tan bien de aventurera. Lo cierto es que pasé del tema, como he pasado de otros.En algún momento hace tres o cuatros años, cuando comencé a temer a la muerte, me pregunté qué pasaría con mi modestia herencia si me muero. Pese a que no merecía ni un calzón mío yo estaba convencida de que era a ella a quien correspondía todos mis bienes, incluyendo mis cuatro hermosas y sensuales gatitas. Sabía de sobra que mis calzones y mis gatas serían lo último que mi mamá se llevaría de esa casa donde vivíamos, pero quería dejar todo en orden, para cuando la combi me aplastara o para cuando la pena me empujara de cualquier balcón. El tiempo pasó y no hice nada: ni herencia ni nada. Cambié de pareja (gracias a Dios!) y otra vez me pregunto qué pasaría.En estos días, en el Congreso, se ha vuelto a tocar el asunto. He visto a la congresista Sacieta defendiendo el amor gay con un corazón tan grande que hasta me parece bastante sensual la señora ley. Yo quisiera que ella me divorcie, por lo menos. No quiero creer que es una figuretti, quiero pensar que le interesa las causas de las minorías. Quiero ser bien pensada. Anoche, mientras me aburría en el diario sin grandes noticias ante un día muerto, llegó un correo electrónico que me paralizó: Los homosexuales se restauran. Quién era el autor de esa maravilla. ¿Acaso los cirujanos Otto Cedrón o Morillas? Yo necesito borrar mis patas de gallo y una liposucción urgente. Abrí el correo en lugar de eliminarlo.El autor era un tal David Perry, congresista de la República y pastor evangélico. Nunca en mi vida lo había escuchado. Qué tal Perry. (Eso es apellido o chapa, o nombre de batalla como Conchita o Malú, o nick como Oso insaciable) Decía Perry que la homosexualidad no es una opción sexual sino una desviación de la personalidad que puede ser RESTAURADA con ayuda psicológica y espiritual. Perry jura que ha 'convertido' a muchos homosexuales a heterosexuales. He conocido pastores y pastorcitos como Perry, pero ninguno era congresista. Como a Perry nadie me lo ha presentado he buscado en su hoja de vida y he descubierto que se llama Juan David, que su correo electrónico es oportunidad12@hotmail.com, que cumplió años el último jueves, que nació en Huaraz, y que en su experiencia laboral figuran cargos en iglesias evangélicas muy respetadas seguro. Perry es autor de un libro que jamás he visto y que se llama: ¿Por que nos quitaron la vida? Este Perry tiene cara de buen tipo, en su galería fotográfica se presenta como un hombre que trabaja por los peruanos más pobres, esos que necesitan restaurar urgentemente su casa y su presupuesto. No lo he visto al lado de ningún gay restaurado y lo invito cordialmente a que me presente su obra de arte.
Quiero pruebas y si las tiene me pongo en sus manos con los ojos cerrados.Yo no me quiero casar ni salir a marchar. Yo creo que necesitamos una ley que garantice los derechos de las parejas homosexuales. No el derecho a abrazarse o apretarse, pues para eso no necesitamos ley. Lo que necesitamos es una ley que nos permita incluir a nuestra pareja en Essalud o en la EPS que hayamos escogido, una ley que nos facilite el acceso a una casa de MI VIVIENDA como sociedad conyugal, una norma sencilla que facilite la herencia, una disposición que no excluya a nuestro compañero.
Monseñor Luis Bambarén ha pedido archivar la propuesta legislativa que permitiría el matrimonio de homosexuales porque va en contra de la Constitución y el "mandato de Dios". Ha dicho que la Iglesia respeta la existencia de homosexuales, y que incluso los acoge, pero MATRIMONIO no, porque va en contra del plan de Dios. ¿Cuál será el plan de Dios?La opinión de la Iglesia ya la conocíamos. Ya sabemos que el plan de Dios, de acuerdo con los bambarenes, no nos incluye en su cielo. Pero bueno a estos señores con sotanas no les pagamos para que hagan leyes. Al tal Perry sí. Por eso, considero pertinente que busquemos a este señor para que nos restaure.Vamos, don Perry, yo me apunto. Quiero transformarme, quiero ser una mujer decente, quiero ser una mujer de bien y si se puede enamorarme de usted. Seguro que juntitos, restauraditos los dos, seremos una pareja ejemplar, sin cachos, sin mentiras, sin nada oscuro debajo de nuestras sábanas.
Usted que debe ser un gran señor merece a una señorita como yo, que pese a la mala vida, está dispuesta a restaurarse.Vamos, la homosexualidad tiene cura. Los que no tienen cura son algunos de nuestros congresistas. Lo espero Perry.

30 de noviembre de 2007

Mentiras negras


(Las que todavía no te he dicho)

-No me he acostado con nadie estando contigo.
-Disfruto de mi soledad.
-Dejaré a mis gatas cuando vivamos juntas.
-Seré la pareja perfecta.
-Dejaré de fumar
-Dejaré de escuchar Calamaro, Sabina y Chavela Vargas
-Limpiaré mi casa dos veces por semana.

-Soy tu propiedad privada.
-Tendrás tu espacio.
-Soy una new mujer.
-Jamás te rogaré.
-Viviré lejos de TI y seré muy feliz.


28 de noviembre de 2007

mentiras blancas

-nunca he amado a nadie como a ti
-este fue el mejor orgasmo de mi vida
-como tú me has tocado no me ha tocado nadie
-eres la que mejor me ha besado
-solo sueño contigo
-somos compatibles
-nunca se agotará mi pasión por tí
-me encanta dormir a tu lado
-siempre hueles rico
-tu piel siempre es suave
-soy solo tuya
-no imagino la vida sin tí
-solo a tu lado he sido completamente feliz
-cuando no duermes a mi lado tengo insomnio
-solo me gustas tú
-cocinas rico
-qué linda estás al despertar

27 de noviembre de 2007

No más soledad al cuadrado

Fue como caer sobre la pista y mirar las combis a punto de arrollarme. Solo entonces, sobre el pavimento, desperté de una prolongada pesadilla, absurda y devastadora. ¿Tenía otra oportunidad al lado de la persona más hermosa del mundo o ya era demasiado tarde? Uno nunca sabe cuándo es demasiado tarde. De pronto tú estas corriendo en una competencia diferente y esa persona que te amó tanto ya dejó de hacerlo y te dice que la tienes harta, que no soporta más tus estupideces, que se pasó de masoquista, que todo tiene un límite. Justo ella dice esas cosas cuando a ti se te ocurre que ya no volverás a mirar el pasado con nostalgia, cuando descubres que perdiste muchísimos días y años en esperar lo que jamás existió. Yo he prometido no volver sobre mis historias del pasado. Seré el presente con ella y mi futuro se escribirá a su lado. Yo solo quiero una oportunidad en la vida. Ya pagué todas las cuentas que tenía con la vida, ya la vida se vengó por todos los cuernos que puse, por todos los corazones que derrumbé. Ahora solo quiero una oportunidad.
No voy a rezar ni voy a llorar. Solamente seguiré el rumbo del amor, esperaré el día de mi cumpleaños con la esperanza de disfrutarlo de verdad, como hace mucho no me pasa. No me compraré una fiesta como en otros años. No me compraré un regalo y se lo daré a otra para que siquiera lo envuelva. No, ya no.
Solo quiero estar tendida en mi cama, sintiendo su calor, mirando sus ojos que sí me aman, poniendo mi pierna sobre la suya, durmiendo en su pecho. No espero más que amor al cuadrado. Hace unos días escuché esa canción de Sabina y Paez en la que ambos dicen: dormir contigo es estar solo dos meses/ es la soledad al cuadrado.
Hace seis años o más canté esa puta canción, convencida de que me había condenado a un falso amor. Seguí, y seguí cantando las mismas tristes canciones, con la soledad y la pena al cuadrado. Ya no quiero más eso. Es una promesa. Es un compromiso. No seré más ese ser triste y estúpido que durante años se impuso a la mujer alegre que alguna vez fui.
De aquí en adelante no lloraré más y si lloro espero que sea por una buena causa, y no por tantas tonterías como las que marcaron mi descalabrado y nada admirable pasado.
Simplemente quiero ser feliz. Una vida sin soledades al cuadrado, sin falsas ilusiones, sin amores al paso para llenar lo que no me llenaba. Ya no más.
En unos días cumpliré 33 años. Y me llega esta edad con una persona excepcional a la que no quiero perder, por la que ahora debo de luchar porque la he cagado demasiado. Pero tiene mi corazón y tiene la fuerza que me ha dado haber caído hasta lo más hondo del túnel.
Yo no quiero más depresión, más pastillas para la pena, más pepas para el insomnio. No quiero recetas ni terapias. Yo quiero caminar de largo y sin miedo, pero a tu lado.
Nunca fui una piedra, me quebré tantas veces y cubrí mi dolor con risas que no eran mías, con juergas que nunca me hicieron feliz, con letras de ficción que me comieron entera hasta el punto de convertirme en el más sórdido de mis personajes de cuentos impublicables.
Ahora quiero recuperar cada instante perdido.
Ya serán dos años desde que la descubrí, o mejor dicho desde que nos descubrimos. Ha pasado de todo, me ha soportado más de lo merecido y no tengo muchas palabras, porque cuando la tengo al lado solo quiero sus besos, su protección, su amor desmedido y su ley.
De rodillas, como debe estar uno cuando solo mete la pata, le pido que me brinde una oportunidad.

(Sé que me dirás que sí amor, pero solo ruego que tu amor por mí se haya mantenido intacto en medio de esas tormentas que te hice pasar. Que nada haya cambiado ese sentimiento inmenso que me lo gané, porque me lo gané. Al comienzo no me querías nada y ahora sé que me amas, que me adoras... Y si dices que No, miraré a tus ojos y sabré que tu corazón es mío, que ya no puedes seguir sin mí. Pero sé también que por más amor que me tengas sabrás mandarme a volar si te sigo hartando, así que te juro que ya no más, ya no más penas... Dame tu mano y ven conmigo)

22 de noviembre de 2007

Dice mi mamá

Llama mi mamá. Entre otras cosas acaba preguntándome lo que siempre tuvo en la punta de la lengua: "Podrías recuperar tu vida normal, la de antes...". Se remonta a aquellos días en los que tenía 18 años y había escogido el camino aparentemente correcto: el camino de ir por la vida con chicos. Eran días en los que no conocía el sufrimiento. Mi único estrés se reducía a esconder al novio, pues a mi mamá no le gustaba. En esos días yo no conocía como hoy el estrés, tampoco conocía el amor, el desamor... Todo era como un mar quieto, sin sobresaltos, sin angustias... O quizás todo fue en menor medida. Hoy, a los 32 años, mi vida se ha desbarrancado y ha surgido de las cenizas. Mi pareja no quiere que escriba cosas feas. Y le haré caso, porque cada palabra revela una herida abierta, un odio malsano, una rabia criminal. Así que tendré buenos modales, conservaré a mi chica con uñas y dientes, y dejaré el pasado atrás.Simplemente quiero decirle a mi mamá que con esta opción no hay vuelta atrás. Las mujeres, mamá, (y te incluyo y me incluyo) somos unas desgraciadas cuando amamos mal o a medias. Yo quise y me quisieron mal. Cuando no quise me quisieron bien. Pero en eso radica el encanto de las mujeres. Que lo digan los hombre sufrientes, que lloren en mi hombro, que se quiebren, que chillen...Amar a una mujer es un drama. Las mujeres somos antipáticas por naturaleza, caprichosas por vocación, engreídas porque el cuerpo nos lo pide... Somos encantadoras, multiorgásmicas y capaces de fingir orgasmos cuando la ocasión lo exige.
Amo ser mujer, aunque a veces despierto con la loca idea de tener bigotes, un pene y una corbata color oro viejo. En fin, eso será motivo de otro blog. Yo solo quería decirle a mi mamá que ya no lloraré más, que he iniciado mi propia terapia para no llegar a los cuarenta con un mal recuerdo tatuado en la piel... Quiero decirle a mi mamá que otra vez me daré la oportunidad de ser feliz. Con una mujer.

13 de noviembre de 2007

pasado


¿Se puede borrar el pasado? Desesperada, el otro día, mientras escribía para el diario le hice la pregunta al psicoterapeuta, que desde su celular, buscaba las frases exactas para calmar el dolor de aquellos que no podían olvidar. Entre esos aquellos, por supuesto, me encontraba yo. ¿Dame la receta?
Dice el DOC –que sabe, porque para eso ha estudiado – que el olvido es imposible. Olvidar es sinónimo de amnesia. Y la amnesia no es un estado óptimo. No se puede olvidar. Lo que uno puede y debe hacer si desea curar las heridas es aprender a despedirse, decirle adiós a un amor, a un pedazo, a un trozo de tu vida que resultó chamuscado porque el destino así lo quiso, porque a ti te dio la gana de destruirlo, porque el mundo se encargó de dinamitarlo. Yo que sé. Lo cierto es que el pasado está allí, y te duele cada día, te quema, te tortura.
Técnicas para olvidar iba a ser el título de mi columna de sexo. ¿Y eso qué tiene que ver con el sexo?, preguntaría mi director sin ninguna duda. Entonces tendría que explicar que sí tiene que ver. Porque cuando una va con ese lastre encima simplemente ni gozar puede. La columna no se escribió nunca, porque yo no encontré las técnicas para recomendar. Tampoco hallé al experto que me convenciera. Tampoco ubiqué la música que me ayudara a olvidar. Insistí en mi tesis del clavo saca otro clavo, porque aunque nunca me funcionó, confío en que algún día de estos funcione.
Pues ha pasado el tiempo y estoy aquí, a las tres de la mañana, buscando una solución a esta historia que no concluí.
Y casi he hallado la solución, y la pondré en práctica: Inventemos otra vida.
Mañana, al despertar, seré otra mujer. En primer lugar sonreiré, dejaré de exhibir al gran público mi torturada cara de desencanto y dolor. En segundo lugar, pasaré más tiempo en la ducha, disfrutando el agua en mi cuerpo. Dejaré de correr, de mirar el reloj, de tener los celulares a la mano, de esperar que me llamen del trabajo, de aguardar un S.O.S. de la luna. Yo simplemente me bañaré, y sonreiré. Porque el comienzo de una nueva historia empieza diciendo adiós a esos hábitos nocivos que has cargado una eternidad.
No puedo prometer que dejaré a Sabina, Calamaro y a Chavela Vargas, porque sería traicionar mi esencia, lo poco que queda de mí después de esa catástrofe que viví. Iré al trabajar, pensando que no trabajo para vivir, sino que vivo, y entre otras cosas trabajo, leo, estudio, me tomo unas cervezas. Dejaré de creer que el mundo se me cae porque un periódico me ganó la noticia. Ya les ganaré yo. Y aunque esto no significa que perderé mi calidad profesional asumo que cambiando esta forma obsesiva de ver mi trabajo me estresaré menos, descargaré menos iras y lloraré menos en silencio.
Me dejaré amar de quien me ama, y amaré más a quien tengo a mi lado, aunque siempre el pasado me persiga. Disfrutaré lo que tengo al lado: mis cuatro gatas, mi cama, mi ropa vieja, mis ceniceros, mis fotos, mi celular con cámara, video y Mp3, mi manual para aprender a manejar, mis libros de toda la vida, mis latas de cerveza vacía, mi cuadro del Che, mi espejo de gato, mi ventana con falsa cortina…
Dejaré de quejarme. Lo prometo. Seré una lesbiana feliz. Me inventaré una historia mejor, no permitiré que el pasado me arrase, y afrontaré mi suerte con más optimismo. Si tengo que mirarle la cara al pasado lo haré hoy mismo, sin resentimientos, sin dolor, sin afán de víctima, sin añorar lo que no fue. Siempre queda un buen recuerdo, ese recuerdo estará aquí. Mi presente es una historia que se sostiene en un alfiler, pero está allí: limpio, puro, sin mancha. Quiero vivir, quiero inventarme otra vida y dejar de pensar en la muerte como la salida más fácil.

16 de octubre de 2007

LEE


Ya quisiera tener la suerte de algunos. Dormir, comer rico (no engordar), y no trabajar. De vez en cuando escribir algo que me provoque, y tomarme unas cervezas sin pensar en resacas. Ya quisiera tener la suerte de algunos que no piensan en el mañana, que no temen la muerte, que no se agotan nunca, que viven la vida sin mirar atrás.
Los años me han enseñado a pensar demasiado, y no sé si eso es bueno o malo, solo sé que ello no es tan saludable. Te duele la cabeza, y se te quiebran las fuerzas.
Estar bien es un objetivo, una meta diaria. No es fácil vencer el estrés y la pena. No es fácil llevar por la vida una sonrisa. Hay tantas cosas que impiden a uno sonreír. He aquí las cosas que odio las 24 horas del día.
-Los taxistas. Nunca quieren ir ni a la esquina, nunca tienen sencillo, cobran lo que les da la gana y encima no se toman la molestia de limpiar su carro.
-Las cajeras (De Metro, Tottus, Wong, Sodimac, Ace, Ripley…). Sonríen y son inútiles por naturaleza. Quisiera que las más guapas sean la excepción, pero no puedo. La estupidez que ostentan me nubla la visión. De pronto, dejo de mirar el escote de sus blusitas y me pregunto por qué no tengo una pistola y les perforo el corazón.
-Los guachimanes. Siempre tan pegados a la letra. Odio que me pidan abrir mi cartera y a la hora de la hora ni siquiera husmeen bien. Jamás se dan cuenta de que llevo una bomba.
-Los gordos y las gordas. Ya suficiente conmigo. No soporto gordos en las colas, gordos en la combi, gordos en el trabajo, gordos en la calle… No tendría un (a) gordo (a) en mi cama. Y si alguna vez lo tuve, fue ayer y no me acuerdo.
-Los que tienen un celular más bonito que el mío. Los envidio terriblemente. Ruego que se les raye la pantalla como a mi se me rayó, que alguien se los arrebate en la avenida Emancipación, que se les pierda (y caiga en mis manos)… Ruego que mi celu no pase de moda, pero ya está pasando.
-Las parejas tacañas. No soporto que no me den regalos, que no me compren tonterías, que no me paguen el taxi de vez en cuando, que siempre digan A MEDIAS, como si esa palabra pusiera fin a su absurdo ahorro.
-Los que recuerdan hazañas de antaño. Esos que viven del pasado (como yo), contando lo que hicieron y dejaron de hacer, como si todo tiempo pasado fuera necesariamente mejor.
-Los que tienen más amigos y vistas en su HI5.
Ah.... Odio a Alan García, odio a Pilar (por los cuernos), odio a Daysi Ontaneda (por arruinarle la vida a Paula Marijuán), odio a Rosa María (por asumir que su programa es un juzgado con reos en cárcel), odio la voz impostada de las reporteras de la tele, odio la voz agitada de los reporteros de la radio, odio a cierto tenor y a cierto personaje de la Gran Sangre, al cual no encuentro gracia. Odio las grabadoras, amo mi Mp3, pero quiero uno mejor, por eso lo estoy odiando en estos días. Odio mis carteras, porque nunca son lo suficientemente grandes, y cuando son grandes son insoportablemente feas.Odio mis zapatos porque nunca duran. Odio mis sortijas porque se me pierden. Odio que mi gata más querida me mire, a veces, con odio.

18 de julio de 2007

Siete razones para salir del clóset


1) Para sentirte cien por cien libre.
2) Para que ninguna desgraciada (o) te chantajee.
3) Para que puedas mirar a los ojos a cualquiera sin miedo a que te descubran.
4) Para no ir por las ramas cuando tienes que hablar de amor.
5) Para no inventarte novios o novias de vez en cuando.
6) Para no dar explicaciones por tu prolongada soltería.
7) Para no inventarte viajecitos a Chaclacayo cada vez que te provoque pasar un fin de semana con tu amor.
(La ilustración es de la brillante Sheila Alvarado)

15 de julio de 2007

Siete razones para ser infiel





Querer sentir que no estás tan mal, a pesar del paso de los años (que no perdonan)
Querer probar carne nueva antes de que te aplaste una combi.
Querer escribir un libro sobre tus aventuras sexuales.
Despertar los celos en tu pareja.
Tener algo que contar.
Buscar a la mujer perfecta.
Acumular material para mejores (y más) sueños eróticos.

La invasión de los BI

Te gusta la fresa y el chocolate. No te pones de acuerdo, convencido ya que dos son tus sabores. Ser bisexual es lo más 'in' en estos tiempos. Dicen que disfrutas más y mejor, lejos de los extremos y de los corsé de la homosexualidad y la heterosexualidad. Eres un chico o chica de temporadas. Tienes tu temporada lésbica, tu temporada 'straight' (hetero), tu temporada 'mix' (días gays, días heteros.), tu temporada 'vale todo'.No soporto a los falsos BI. Creo que mi bifobia nació en el Downtown de Miraflores, point de ambiente invadido de chicas y chicos preciosos que se ponen zapatos y sonrisas BI para sentirse estrellas por unas horas. En Asia -Eisha, para los que se alucinan 'in'- nos topamos con gentita BI dispuesta a hacer notar el sello BI. En Lima, la bisexualidad ha comenzado a abandonar su estado invisible. Algunos BI creen que el beso entre Madonna, Britney y Cristina Aguilera marcó un antes y un después. Este podría ser el lado más frívolo del asunto. Es absurdo que las celebridades marquen hasta tu pauta sexual. Sin embargo, no podemos dejar de aceptar que después de un gran destape viene otro y otro. No estás en la pantalla grande, no hay alfombra roja y no tienes la boca de Angelina Jolie, pero te provoca dejar el mundo de las apariencias. Y aquí no cuenta la boba moda del Downtown o de Asia. Aquí cuenta que ya te cansaste de dar explicaciones sobre por qué pasaste dos años con un hombre, pensando hasta en casarte, para luego andar por la vida con una amiga que -de la nada- acabó siendo tu MEJOR AMIGA. Y quién sabe lo que vendrá después, pero te calientas cada vez que un chico guapo cruza tu horizonte visual. Eres bisexual, y qué.


El sociólogo Martin Weinberg explica que una persona es bisexual cuando siente atracción sexual por ambos sexos. En su investigación Atracción dual, Weinberg concluye que buena parte de bisexuales es casada. La típica doble vida. Esta preferencia sexual sigue siendo motivo de estudios e investigaciones. Hay quienes creen que simplemente se trata de una homosexualidad en la que vale todo, hasta el desliz de una temporada 'straight'. Algunos expertos afirman que el hombre bisexual es, en el fondo, un homosexual que se niega a admitir su opción. Las mujeres bisexuales, en cambio, serían heterosexuales que están explorando nuevas fuentes de placer. No hay consenso, pero se advierte que el bisexualismo es un comportamiento más común que el homosexual. Lo menos frecuente en estos tiempos es que alguien sea exclusivamente homosexual. w w wLos bisexuales son uno de los grupos de mayor riesgo en cuanto a Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y Sida. Quizás porque, cuando uno es gay o hetero, su entorno lo sabe y lo tiene clarísimo. El bisexual mantiene esta preferencia en privado. Nadie sabe nada hasta que llega el día de la revelación, el cual -además- puede ser después de varias copas encima. El sexólogo chileno Antonio Salas describe al BI como una persona que no tiene los objetos claros en su cabeza, que busca tapar esta condición y no la reconoce por un tema moral. Hay demasiados prejuicios en torno al mundo BI (www.opcionbi.com). Se dice, por ejemplo, que son infieles por naturaleza. Mentira. Los BI no necesitan un hombre y una mujer al mismo tiempo. Viven etapas con uno y con otro, como tú -heterosexual militante-, que hoy amas a Mary y mañana, a Pilar.w w wPatea con los dos pies. Esa es la frase que se usa cuando uno se refiere a un bisexual. Yo pateo con los dos pies, pero no soy BI. Al parecer, sigo siendo parte de una minoría sexual. Los estudios del maestro Alfred Kinsey refieren que la población parece ser, al menos, ligeramente bisexual. La mayoría tiene cierta atracción hacia ambos sexos, aunque se suele preferir uno de ellos. De acuerdo con Kinsey, entre un 5 y un 10 por ciento de hombres y mujeres en el mundo es completamente heterosexual, y entre un 5 y 10 por ciento, totalmente homosexual. Kinsey llegó a la conclusión de que el resto (entre un 80 y un 90 por ciento) de los hombres y mujeres era BI. Ser bisexual es tan complicado como ser de cualquier bando políticamente incorrecto. La bifobia a la que hago alusión líneas arriba y que -por cierto- es inofensiva (simplemente no me gusta, como no me gusta el chifa. Eso no significa que vaya quemando chifas) alcanza, en el mundo y en la comunidad gay, niveles de intolerancia tan deplorables como la homofobia. Algunos gays y lesbianas los atacan por no definirse. En Boston, en Nueva York y en San Francisco, la lucha entre homosexuales y BI es brutal. "Nos ven como gays sin coraje para admitirlo", cuenta Piero en un foro de Internet, tras afirmar que los bisexuales son exiliados sexuales dentro de las comunidades gays que, supuestamente, pregonan la igualdad y la tolerancia a lo que el cuerpo y el alma quieran. El Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) es, en ese sentido, más abierto y acogedor. En su web se remarca que su lucha es por los derechos civiles y políticos de los y las personas lesbianas, gays, BISEXUALES, travestis y transgéneros. En plena invasión BI, el reto es ser honestamente lo que te dé la gana. Deja las poses BI.

11 de julio de 2007

Este jueves no



Este jueves no

I

Día muerto. Es jueves. El color de Lima por mi ventana solo me entristece más. Le llaman color rata o panza de burro por lo gris, pero yo diría que es el tono lo que entristece: un tono sin brillo, sin luz, opaco. De solo mirar te hundes, te sientes desgraciado, extrañas el verano, añoras lo poco que tenías. Las ilusiones siempre tan frágiles se hacen añicos. (¿Qué haré con mis gatas? ¿Bastará una llamada acaso para que alguien se las lleve y las abrace como yo las abrazaba).
Correré las cortinas y no miraré más por la ventana. Este debe ser el último día de nuestras vidas, mi amor. Espero que no retrocedas, que me sigas, que dejes de inventarte una felicidad que jamás existió. Mátate conmigo. O miénteme, aunque sea en el momento final. Miénteme a última hora. Vomita las pastillas sin que yo me de cuenta. Hazme creer que morirás conmigo, que nos iremos juntas, que no habrá más vida ni para ti ni para mí. Mátate conmigo.

II

-¿Cuándo empezaste a sentir eso que llamas morir de a pocos?–preguntó el psicoanalista, mirando el reloj, como si quisiera escapar de la jaula de los locos. Es un hombre delgado, de ojos saltones, cabello refregado en gel. Los lentes de marco negro le dan cierto aire intelectual. Sus manos se mueven como si tuvieran vida propia y fueran independientes de su cuerpo filoso.
- Cuando descubrí que ella me mentía– respondí, convencida de que yo no era culpable de esta tristeza prolongada y crónica. Me acomodo en la silla, miro el cuello de la camisa del doctor y recuerdo lo mal que ella planchaba mi ropa, y lo bien que planchaba la suya.
-¿Cuándo fue eso?–interrogó–, y de pronto regresé de golpe a mi realidad de canciones arráncame la vida, clávame tus puñales, ya es demasiado tarde princesa, tu amor me hace bien, llama por favor, la copa rota.-Hace diez años o más. Tenía 21 años. Fue amor a primera vista…
-¿Crees en el amor a primera vista– preguntó con evidente ironía. Con sus manos independientes de su cuerpo moviéndose de aquí para allá.
-Creo–, dije, avergonzada.
-¿Y por qué? ¿A ver dime cuál es tu concepto de amor a primera vista?
-Fue como si me hubiera caído de cabeza, como si hubiera estado en coma mucho tiempo… De pronto, despiertas y sientes que el asfalto no es más que una nube planita.
–A ver, dejemos los poemas...–murmuró.
Cuando la vi sentí que ya no tenía que buscar a nadie más. Quería vivir y morir en sus brazos. La amé esa noche, sin siquiera tocarla. Me enamoré sin razón y sin argumentos. De su imagen, de lo que transmitía al caminar, al mirar, al sonreír. Supe que ella sería mi tortura, supe que nada me apartaría de su amor. Me fui a mi casa, convencida que no saldría de mí. Como una bala, como un puñal.
-Y en esos diez años solo estuvo ella en tu vida o tuviste otros amores?
-Tuve muchos amores. Bueno, aventuras, relaciones, ilusiones… Pero ninguna persona causó el impacto que ella causó en mí. Por ninguna mujer he llorado tanto. A nadie he deseado tanto. A nadie he adorado tanto. Fue la luz de mis ojos. A su lado sentía que tenía todo.
-¿Y por qué nunca funcionó?–, preguntó, ahora más interesado.
-Porque nunca me amó. Y lo peor, doc, fue que ni siquiera supo mentirme. Si me hubiera mentido yo no estaría aquí, estaría en mi casa de fantasía, con ella a mi lado, dejándome engreír aunque sea por interés.
-Es su obsesión. ¿Conoce usted la diferencia entre amor y obsesión?
-El amor te debe hacer feliz, porque da confianza, seguridad, paz… La obsesión es una fijación. Te hace infeliz. Te desespera, te mata…
-La obsesión y el amor a veces se parecen…La obsesión se basa en la inseguridad, en un absurdo sentido de pertenencia sobre el ser supuestamente amado. Bueno, por hoy hemos terminado–, dijo.

Es una obsesión, es una obsesión…
Mientras caminaba por la avenida Wilson, escuchando las arengas de las maestros del Sutep me pregunté por qué siempre tenía extremo cuidado al cruzar la pista. ¿Acaso no me quiero matar? ¿Acaso no sería más fácil tirarme contra las combis que tomar pastillas?

III

Mi obsesión tiene rostro, nombre, apellidos, piel, cicatrices. Es una mujer que existe, no es una fantasía. Es casi perfecta. Su único defecto: no me ama. Por eso, hoy, después de tantas noches de insomnio, de tantos días de angustia, debo decidir si matarme, matarla o pedirle que se mate conmigo.
“Ninguna de las anteriores”, dice mi amiga Ana, mientras fuma un cigarrillo mentolado y toma lentamente la cerveza que he puesto en sus manos.
No quiero más diagnósticos. Sé que tengo más de lo que otros tienen para ser feliz, pero –a diferencia de los otros– para mi nada es suficiente si ella no está a mi lado. Extraño su sonrisa, siempre triunfante, como si ganara todas las batallas. Extraño su manera de dormir, su aliento de mañana, su cuerpo tan cerca y siempre tan lejos. Sea como sea, la extraño.
–No quiero más diagnósticos, Ana– imploro. Ana me mira seria, no sabe qué hacer para alegrar mi vida. En unos minutos llegará su pareja al departamento. Entiendo que no podré seguir hablando o murmurando mis cosas. Jenny no tolera mi pesimismo, mis frágiles ganas de vivir, mi obsesión por Alicia, mi dolor. Le basta decir: “Esa es una puta”. Con esa frase da por concluida la conversación. Jenny cuida su estado de ánimo como un gran tesoro. No permite que nada le quite la sensación de estar 100% bien. A veces quisiera ser como ella. Es sagitario igual que yo, nacimos con apenas tres días de diferencia, pero no nos parecemos en nada. Ana ama a Jenny por su alegría infinita, aunque posiblemente falsa. ¿Acaso alguien puede ser feliz las 24 horas del día de los 365 días del año? Pues Jenny dice que ella lo es. No le creo. Pero su falsa alegría se parece tanto a la alegría de verdad que mejor no dudar. No vale la pena malograr sus sueños.
Llega Jenny. Irrumpe en el departamento como un rayo. Su presencia todo lo ilumina. Cierta vez hice el amor con ella, recuerdo sus palabras y su alegría. Yo me sentía tan triste por haber sido infiel a mi amor y a Ana, pero a Jenny nada le lastimaba, ni siquiera haber traicionado a su pareja. Así es Jenny. Podría decir que es la mujer más fría y calculadora del mundo, pero –al mismo tiempo– está llena de detalles que la hacen ver la más tierna del planeta. Esa tarde llegó a mi casa con dos rosas, una para Ana y otra para mí.
Le dio un beso en la boca a Ana, y a mi me abrazó fuertemente, como quien da el pésame. Bueno, en verdad, todos me abrazan como dándome el pésame. Saben que hace mucho estoy de luto. Ana y Jenny se van a bailar. Es ladys night en la discoteca que frecuentan. Me invitan. Yo, por supuesto, no quiero ir. Les ruego que se vayan, es jueves, un día muerto para mí. Fue jueves el día que conocí a Alicia. La conocí en el lugar donde ahora bailarán Ana y Jenny. Les digo que bailarán sobre mi tumba y Ana me mira, como si el corazón se le estuviera rompiendo. Jenny sonríe. “No me molestaría bailar sobre tu tumba”, suelta. Y me desordena el cabello, me acerca a su cuerpo, y me susurra: “No llores hoy”.
Otra vez estoy sola. Mis cuatro gatas duermen acurrucadas. Marco el número de Alicia. Mátate conmigo, le diré. Contesta, contesta, contesta por favor.
-Deje su mensaje, tututu…
La maldigo. Comienzo a llorar. Es jueves. Casi la misma hora de aquel jueves que la conocí. Ella no está aquí. Ni estará más. He tomado una decisión: bailar sobre su tumba.
-A San Borja, señor. Aviación y Las Artes.

IV

¿Qué es ser lesbiana en el Perú? Voy a dar un manifiesto, me sacaré la máscara y diré lo que pienso. Jenny, Ana y dos chicas más se animan a escucharme. Comienzo:
Al común de la gente le gusta el chocolate. Yo lo detesto. No hay más debate. Simplemente no me gusta el chocolate. Soy lesbiana, me gustan las mujeres. ¿Con quién tengo que debatir lo que busca y ansía mi cuerpo? Ni mis padres ni mis hermanos tienen derecho a juzgarme. Y menos mis vecinos, conocidos o circunstanciales transeúntes. Yo acepto que mi mamá detesta a los gatos, porque ella no podría aceptar que detesto los penes de carne (los pene vibradores, bienvenidos). Yo acepto mil cosas de los demás, porque ellos no podrían aceptar mis preferencias.
Ser lesbiana no es nada del otro mundo. La obsesión de ciertos colectivos por hacer ver que las lesbianas son unos seres esenciales y trascendentales en la sociedad civil solo contribuye a crear más homofobia. Por el solo hecho de marchar como diferentes ya nos estamos diferenciando. Por qué no hacemos las cosas más fáciles y caminamos en la misma fila que las mujeres simples y corrientes. Por qué tenemos que reclamar visibilidad y respeto. La visibilidad y el respeto se lo merecen todos los ciudadanos. Basta ya de arengas absurdas. Somos mujeres que amamos mujeres. Eso es todo. No hay necesidad de armar grupos, colectivos, frentes. Basta de demagogia. Parece que quisiéramos una curul. ¿Y qué queremos en realidad? “Un culo”, responde Jenny. “Un culo con corazón”, agrego. Lo mismo que buscan los heterosexuales. Nadie quiere solo un corazón. También quieren buen sexo. Por eso, lo del culo con corazón es sinceramente brillante.
Sin darme cuenta he comenzado a bailar sobre la tumba de mi ex amor. Pareciera que lo he superado ya. Así de golpe. La amé de golpe, la olvidé de golpe. Jenny sabe que estoy mintiendo. Ana sabe que estoy mintiendo.
Lo cierto es que ha pasado otro jueves, y lejos de llorar me he puesto divertida y alegre, como si el cóctel del Dominium y Neuryl 0,5 comenzaran a hacer efecto en mi torturado cuerpo. Quiero morir, pero este jueves no.

13 de marzo de 2007

Ana, la NN

Corre. Le dijo corre, pero Ana se detuvo y la miró. Me quedo contigo, no importa lo que pase. Estaré aquí, te cuidaré. Un balazo le perforó el corazón. Cayó sobre el asfalto mojado por la lluvia, brilloso como un espejo. Su cabello negro le cubrió la mitad del rostro. Sus labios se cerraron. Sus ojos todavía abiertos no tuvieron tiempo para despedirse con esa mirada que le decía cada noche del adiós “no me he ido, estoy tatuada en tu piel”.
Unas sombras alargadas se perdían a bordo de un auto que también era una aparición de esas que sólo se distinguen nítidas en el insomnio. El silencio era pesado. La neblina densa, capaz de cortarse a navajazos. La sensación de haberlo perdido todo parecía in-creíble. Qué pasó, se preguntó Andrea. Demasiado tarde, ya había pasado. Y Ana yacía a sólo unos metros de sus botas. Dije corre, se repetía. Y por qué lo dijo. No lo sabía. Fue instinto. Algo espontáneo que le salió de adentro cuando presintió que esos pasos acelerados tras de ellas eran una mala señal. Pero no corrió con Ana. Quería desafiar al destino. Y ese estúpido reto le arrebató en segundos al amor de su vida.
No era únicamente ganas de ir contra el tráfico. Era algo más intenso. Qué. Se acercó a Ana. Te dije corre, murmuró. Te lo dije porque sabía que algo malo pasaría hoy. Habíamos reído demasiado en el departamento, habíamos hecho miles de planes, habíamos soñado despiertas... Y eso no se perdona, princesa. Eso no se perdona en un país de mierda como el Perú. Las paredes escuchan, los vecinos envidian la felicidad ajena, los extraños te miran mal. Te lo dije. Te dije que te vayas.
Le abrochó los dos botones de la blusa. Por el apuro de la pizza Ana dejó sin cerrar su camisa. Tocó su rostro. No pudo definir si ya estaba fría, porque las manos le sudaban helado. Cerró sus ojos. Entonces quiso creer que las cervezas que no tomaron la habían tumbado al suelo, como tantas otras noches. Estaba ebria. Ya le pasaría, ya se pondría de pie, la abrazaría y le diría “hoy no me voy a mi casa, soy toda tuya”. El estridente sonido de una sirena la despertó de lo imposible. Se apuró en quitarle la billetera. Era mejor que fuera una NN, pensó en ese instante. A nadie le importaría. Su padre está ciego y muy viejo para andar en esos engorrosos trámites. La morgue, los estudiantes de Medicina de la San Marcos, los buitres, se llevarán su precioso cuerpo. No interesa. Yo me quedo con su alma. Al viejo le diría que Ana partió a España. Total, ese era su plan más inmediato. Podría ir cada mes a leerle las cartas que yo misma escribiría. Y hasta le mandaría un cheque. Es de Ana, señor. Ella jamás se olvidaría de usted. Podría pagarle una enfermera o mandarlo a un asilo decente, comprarle chocolates y cuidar que nunca le falten los puros habanos que son su delirio.
El sonido de la sirena dejó de perturbar la noche. Andrea creyó que la ruta de los policías era otra. En Lima pasan tantas cosas: a un ex marino lo lanzan de un puente sólo por oponer resistencia cuando pretendían robarle un celular/a un millonario lo secuestran camino a la iglesia/ un torero desaparece con 1,200 dólares después de juerguearse a morir en la Calle de las Pizzas/ un feto es encontrado debajo de la banca de un parque.
Una chica linda es noticia, pero no ahora que nadie escuchó el balazo. Mañana querrán saber todo de la NN. Se inventarán una historia descabellada. Nadie sospechará que la mataron por amor. Ningún periodista tendrá el mal gusto de escribir que esa mujer perfecta era lesbiana. A nadie se le ocurrirá que yo le disparé.
Nadie tendría que imaginar la verdad: que Ana me engañaba, que su amor era ficción, que sus tatuajes jamás me los dedicó, que su cuerpo me esquivaba, que sus despedidas cariñosas eran únicamente huidas. Que jamás me amó. Que yo era su perseguidora, su sombra perpetua, su tumba. Pero le dije corre. Y supuso que mi pistola no tenía esa bala maldita. Que yo jamás la lastimaría. Creyó en mí. Aunque no dijo “te cuidaré”, ni “me quedo contigo”. Sólo murmuró que yo era incapaz de apretar el gatillo. No calculó que esto ya estaba planeado. Y su muerte será mi paz. Me llevo su recuerdo, las risas que no me regaló, los sueños que no compartió a mi lado. Ya nadie me dirá: “Andrea, no sé amar... Quisiera amarte, pero no puedo”. Ya nadie susurrará a mi oído que tener sexo no es hacer el amor. Que tocarla un rato está bien, pero todas las horas, todas las noches, un vicio, una obsesión. Hoy dormiré mejor que esas noches cuando la esperaba. Ana ya no está.

-16 de julio del 2002
02 y 24 a.m
El amor con Laura


La conocí una tarde, fue algo que premedité con alevosía. Salí de la oficina a eso de las seis, hora punta, Lima una completa mierda, gris como la panza de mi gato castrado, inmunda como siempre a esa hora cuando los desechos de los transeúntes se han acumulado en cada esquina. Iba caminando por Cailloma, buscando con ansiedad un cuerpo que abrazar, alguien anónimo que me diera lamidas de falso placer.
Necesitaba desesperadamente a una mujer. Laura era parte de la escenografía, una más y sin embargo, más bella que cualquiera. Bella con ese halo de sucia maldita. Desafió mi mirada con una sonrisa que dejó ver los pocos dientes que le sobrevivían. Su cabello, negro y brilloso, llamó mi atención. Me imaginé, de pronto, acariciándola. Era flaca, desgarbada, como la hermana de mi gato Farinelli. La falda que apenas alcanzaba a taparle los muslos me hizo pensar que allí debajo podía sucumbir. Y me acerqué: ¿Cuánto? Quince soles, respondió. Pero no hagas roche, no suelo atender a lesbianas.
Vamos en un taxi, camino a Miraflores, quiere una pizza, seguro que quiere una pizza, pensaba, mientras ponía una de mis manos sobre sus piernas. Laura supo desde el primer momento que esta sería una faena distinta, no iríamos al hotel de la vuelta, saldríamos a dar un paseo, bailaríamos en una discoteca y quizás, si nada se tropezaba con nosotras, el amanecer nos sorprendería. Laura no hablaba, solo me miraba entre sorprendida y cachosa, todavía se preguntaba qué mierda hacía con una mujer a su lado. Bajamos en Larco, directo a una trattoria, devoró la hawaiana, chupó sangría y preguntó: ¿Y ahora? A mi casa, dije. A tu casa, bien a tu casa. Y cuánto me vas a pagar. Lo que quieras, lo que te de la gana. Y antes de enrumbar a mi guarida, paramos en Gitano. Irrumpió en la pista de baile como una pantera, le robó el show a los travestis, sus movimientos frenéticos y sensuales me hicieron saber que esa madrugada no dormiría. La besé en un rincón oscuro, cerca al bar, lejos de los ojos que censuraban esa extraña conquista de ladys night. Su lengua mojada y suave me atravesó con fuerza. Sentirla me hizo perder el pudor, la prudencia. Le estaba haciendo el amor, mientras otros brindaban y hacían esfuerzos por disimular el bochorno de la escena que estaba protagonizando. Mis dedos salieron de ella con torpeza. La volví a besar. Me importaba muy poco ese dicho de que a las putas no se les besa. Laura no era una puta. En sus labios sentí que podía necesitarme.
-Vamos a tu casa-susurró.
La cama, destendida y sitiada por mis felinos, la esperaba. Lo que pasó todavía no logro explicarlo aún. Todavía me intriga pensar si eso fue una batalla carnal, un duelo bestial. Acabé mordida y con arañones. Ella dormía, la vi especialmente hermosa. Tendría unos treinta años, quizás más. En uno de sus pies tenía una cicatriz de quemadura, la piel seca y arrugada, las uñas rojas y mal cortadas. Besé cada milímetro de su cuerpo desnudo y pálido. Le hallé un tatuaje: la balanza de Libra y una fecha: 15-10-69. Sesenta y nueve. Se-sen-ta-y-nue-ve, repetí en voz alta. Abrió los ojos, dijo: 32 años. Sus brazos, como tenazas, me estrecharon. Nuestros alientos a cerveza y ron se mezclaron en un ósculo húmedo y largo.
-Quédate todo el día aquí. No iré a trabajar, solo quiero tenerte, te pagaré lo que me pidas…
-No tienes nada que pagarme, la pasé bien y no tengo razones para irme, nadie me espera-dijo, con cierta pena que opté por ignorar.
Esa mañana le preparé el desayuno más delicioso de su vida. Comimos en la cama, era casi mediodía. Voy a engordar, susurró, mientras acababa con los cabanossis. No importa, le dije. Por la tarde, vimos películas mexicanas y hacia la noche, salimos a recorrer el malecón de Chorrillos. Laura tomó mi mano, no le importó la gente, no le importó. De regreso a casa, hicimos el amor. Esta vez la sentí tierna y melosa. Laura era otra. Luego hablamos de nuestras vidas.
Le conté que era periodista y que de vez en cuando, cada noche del insomnio, escribía cuentos. Quiso encender la computadora para leer mis relatos. Pero mientras yo conectaba el aparato, ella se dio la vuelta. Vi lágrimas asomar en sus ojos. Qué pasa. No quiero leer, soltó. Por qué. Bueno, no tienen que interesarte mis historias, repliqué, algo ofendida.
-No sé leer.
Entonces le propuse ser su narradora. Se acomodó en el sofá como una niña, cruzó las piernas y se alzó el cabello para dejar sus orejas libres. No tenía cuentos de hadas, en mis historias no había princesas, tampoco caperucitas rojas, solo lobas y feroces. Yo solo sabía hablar de putas.
-Mejor lo dejamos para otro día, Laura.
-No, no… Quiero que me leas. Nadie lo ha hecho jamás para mí.
Tragándome la vergüenza que la situación me provocaba, empecé con el primer relato: “Ana, la NN”. Eran apenas tres páginas, Laura no dejaba de mirarme. Esa Ana soy yo, dijo de pronto. No eres tú, mi amor. Pero se me parece demasiado. Quizás sí. Todas las putas se parecen, pensé. Y me llené de culpa por pretender compararla a cualquiera de esas. Pasé la madrugada, leyendo la historia de una tal Jennifer, de otra llamada Paola y de muchas otras que -a veces- solo eran una inicial. ¿Y por qué nunca nadie se llama Laura? No lo sabía, no se me había ocurrido. Dormimos unas horas, volvimos a despertar, los cuerpos sudados y entrelazados. No te irás, verdad. No te vayas.
Quiero aprender a leer. Quiero que me enseñes.
A ella le tocaba ahora contarme su vida. Era puta, ya lo sabía.
-Me metieron al negocio desde muy niña, mi madre y su marido pensaron que ese era mi futuro. Y ya. Nunca me he enamorado de nadie, lo único que he hecho en todos estos años ha sido tirar- Quiso reír, pero la sonrisa se hizo una mueca triste.
-He tenido algunos romances, pero nada importante. Un par de veces me he acostado con mujeres, me gustó más… Pero no soy lesbiana, no he tenido con quién-. Ahora sí se sonrío. Y me besó, y me besó, y cómo me besó.
Debo ir al trabajo unas horas, solo unas horas. ¿Podrás esperarme? No me iré, no tengo a dónde ir. No vuelvas a Cailloma, le pedí y mi pedido se escuchó como una súplica. Si me dices que no vaya, no iré. Me sentí su dueña y eso, a la vez que me fascinaba, me llenaba de terror.
Dueña de Laura.
Los días transcurrieron quietos, como agua de piscina en invierno. Laura daba de comer a mis gatos con un afecto que a veces yo no sabía tener por el cansancio del trabajo y la flojera. Ella se encargaba de preparar la sopa de hígados y patas de pollo. Ella le cambiaba la arena y a mi regreso, me contaba con lujo de detalles lo que hacían cada uno de los seis. Nunca tuve tanta paz como en esa temporada junto a Laura. Fueron solo seis meses
Un día, al llegar a casa, encontré una carta llena de garabatos: “No haprendí a leer. Lo siento”.
No supe qué hacer, salí corriendo sin rumbo conocido. Me perdí en los bares y calles de Lima, pregunté por ella y nadie tuvo qué decirme. Nadie la conocía, se la había tragado la puta Lima.
Mucho tiempo después, una mañana de invierno, una nota policial se estrelló en mi cara: Laura se había suicidado. Nunca supe por qué, la noticia era breve y fría como el hielo, escrita sin corazón por una reportera sin alma, una coleguita incapaz de conmoverse. Una puta que se da vuelta, que se cuelga de una viga y dice adiós al mundo cruel.
Mis esfuerzos por llegar a la verdad no me dieron ninguna pista. La policía cerró el caso al día siguiente. Un suicidio como tantos otros. No había familia, ni nadie. Solo yo. La única que pudo decir que esa cicatriz fue mía. Pude enterrar su cuerpo y ponerle flores. Y me quedé con el final incompleto Qué le pasó a Laura, hasta hoy me lo pregunto. Acaso no la hice feliz, acaso no le di todo mi amor.
Una noche, de insomnio, alcancé aturdida una confusa conclusión: Laura sí había aprendido a leer y leyó, quizás, un cuento, el único que escribí sobre ella y el único que no le leí. Se llamaba “La chica de Cailloma”. Y aunque supongo que no entendió algunas palabras por rebuscadas y extrañas para su limitado léxico, creo que Laura pudo entender que a pesar del amor que le tenía, en los seis meses de relación me refugié en casa como si fuera una cárcel, ante el estúpido miedo de que me vieran con una mujer como ella: sin dientes, sin elegancia, sin estilo, sin clase. Eso lo decía en el maldito cuento. Lloré, lloré y lloré. Extrañé como nunca su cuerpo, extrañé su risa y busqué con premeditación y alevosía la pistola que siempre durmió debajo de mi almohada.

17-setiembre-2002

27 de febrero de 2007

sexo con amor

Pocas cosas alcanzan el equilibro, por lo general, algo falla o algo falta. He soñado durante años en encontrar la fórmula para que no me falte amor ni sexo, para que ambos lleguen juntos, y permanezcan atados por simbre. El sexo por puras ganas pasa y alivia el deseo. Pero el sexo con amor alivia el deseo y te deja el corazón contento.

5 de febrero de 2007

Fecha de vencimiento

Los amigos preguntan cómo pasaremos el Día de los Enamorados, de San Valentín, del Amor. Todos preguntan e indagan en el regalito, qué regalarás, que te regalarán. Hoy solo valen los corazones, rojitos e hinchaditos de pasión. Dejemos para mañana las lágrimas y la pena por esa ruptura, disimulemos. Pensemos que quizás era lo mejor, que nos toca empezar una nueva vida (¿cuántas vidas has empezado en los últimos quince años? Más que los gatos, más de siete seguro?).


* * *

El amor se acaba, admitámoslo, así desentonemos con la clásica alharaca de este 14 de febrero. No quiero malograrte la fiesta y menos enfriar el romanticón encuentro que preparas, pero parece que el feelling del amor dura solo un año. No me convence, la verdad. He estado enamorada diez años de la misma persona, pero el estudio es contundente: dormir poco, comer menos y pensar constantemente en otra persona son los síntomas del enamoramiento. Es posible que solo haya dormido poco en esta última década.
Si tienes tres años de relación, comes desmesuradamente, piensas en mil cosas y en ella también, y duermes más de ocho horas sin insomnio los estudios señalan que tu romance ya fue. Una investigación de la Universidad Italiana de Pavia sentencia que el enamoramiento solo dura un año.
Las fuertes emociones que se generan cuando dos personas recién se enamoran son originadas por una molécula conocida como factor de crecimiento nervioso o Nerve Growth Factor (NGF).
Los científicos italianos encontraron niveles increíblemente más altos de NGF en la sangre de 58 personas que acababan de enamorarse locamente que en la de un grupo de solteros y personas que llevaban mucho tiempo con sus parejas.
Después de un año con la misma pareja, la cantidad de NGF o 'molécula del amor' en la sangre de los antiguos 'recién enamorados' cayó a los mismos niveles que en el otro grupo, el de los solteros y comprometidos desde hace tiempo.
El amor tiene fecha de vencimiento, como el yogurt. No es eterno. Nada es para siempre. Todo tiene su final, como decía el gran Lavoe.
Máximo puede durar dos años, refieren los estudios. Pero quienes aún nos mantenemos al otro lado de la ciencia podemos decir que todavía hay amores eternos, mientras duren claro.

el amor acaba

(¿cuántas vidas has empezado en los últimos quince años? Más que los gatos, más de siete seguro?).

El amor se acaba, las ganas también.
Qué debo hacer ahora. La ilusión me embarga por un lado. La pena me hace doler hasta los huesos.
Hay que empezar de nuevo. Miraré la cara más bonita del amor, así los expertos consideren que la emoción del amor dura solo un año.

31 de enero de 2007

Cuánto es lo normal

¿Qué es ser un adicto al sexo? ¿Cuántas veces debes querer para que se te considere un adicto (a)? Dicen los expertos que lo normal es cuando los dos se sienten cómodos, así sea toda la noche y lo que queda del día. Cierta vez, en aquella casa de Chorrillos de Huaylas, pasé demasiadas horas entre la sala y mi habitación haciendo el amor como una verdadera adicta. Recuerdo la silla amarilla, dando tumbos de un lado a otro. Recuerdo aquel sofá moviéndose por toda la sala. Me recuerdo incansable. No había tomado Red Bull, pero recuerdo que nunca me di cuenta del momento en que amaneció. Ni siquiera me percaté de la hora del almuerzo. Cuando mi acompañante dijo: "un cevichito" caí en la cuenta de que no había dormido. Ella decía que yo era una golosa. El amor me movía, el amor me daba fuerzas, qué mejor energizante que el amor.

Otra noche, otro acompañante.

Era imposible tolerar su cuerpo sin tocarlo. Las ganas ahogan y liberan. Esa noche, yo me liberé y me ahogué con su cuerpo de mujer completa. No fueron tantas horas como en Chorrillos, la cama no bailó sola, pero la ternura se impuso. Y en medio de esa especie de paraíso yo dije te amo por primera vez. Lo sentí allí abajo. Dice una terapeuta que el primer te amo, en medio del acto sexual, te sale de la vagina. Pues eso ocurrió.
Desde entonces, he ido pensando con mi vagina. Así como muchos hombres piensan con el pene, yo -en el amor-pongo mi cerebro entre las piernas. Casi siempre. Recuerdo que aquella vez ella no dijo te amo. Dijo te quiero, dijo que se estaba enamorando, que faltaba poco, que estaba camino a eso. BAH!


Otra noche, sola.

Nunca fui una adicta. Solamente fui una apasionada.
El amor fue mi combustible, mi enfermedad.

En tu cama, y en la mía

Estoy en mi cama pensando. Imagino tu mirada triste y deseo abrazarte, y recuperar las horas perdidas, el tiempo que nos debemos, que nos robamos, el sexo que nos merecemos. Tu voz me duele, tu tristeza me arrincona. Las ganas no se detienen, a veces. El deseo persiste. Yo en tu cama, tú en la mía. Yo pensando, tú deseando. Yo sonrío, y tú lloras, yo lloro y tú sonríes.
No es la primera vez que estoy en este limbo. Me conozco la historia de memoria. Nada peor puede pasarme.

30 de enero de 2007

Nosotras que nos queremos tanto

La pasión se esfuma. A mi me duró casi diez años. Moría por tocar su cuerpo, porque sus manos me rozaran. Podía cruzar Lima entera, en una combi, de madrugada, bajo amenaza de que los pirañitas me destrocen por ir a su encuentro y sentirme su mujer, como siempre. En ese entonces, quizás, mi falta de experiencia y me exceso de entusiasmo hizo que me complaciera con poco. Hoy, a los 32, veo el sexo de otra manera, aunque debo confesar que una nube negra va conmigo de aquí par allá.
Un estudio reciente da cuenta de que la pasión persiste entre uno y tres años. A mi me duró casi diez. "El amor está asociado con la presencia de dopamina, un neurotransmisor cerebral asociado con la motricidad, las emociones y los sentimientos de placer. Quienes deseen una pareja duradera deberán compartir actividades interesantes, ingeniosas y excitantes", explica a Clarín de Argentina la antropóloga estadounidense Helen Fisher.
Y es cierto. Durante casi diez años la seguridad de tenerla pendía de un hilo. Hacía cosas interesantes, ingeniosas y excitantes para tenerla a mi lado. Las hice durante casi diez años. Cuando la tuve a mi lado, durmiendo como ahora, la pasión se fue por un tubo negro.
"En el amor pasional nos obsesionamos por nuestro amado y estamos en éxtasis. Es un estado que no podemos controlar", afirma Fisher,
La pasión es un estado de fiebre. Pasa y se acaba, y se lleva el amor, hasta ese amor que parecía indestructible. Arrasa con las ganas.
¿Qué es lo que queda? En mis sucesivos insomnios he llegado a la conclusión certera que lo que queda en esta cama es compañerismo, confianza, seguridad, respeto ( a mi manera, yo sé como), solidaridad. La miro dormir, con sus piernas ahora bronceadas, un short verde limón, y un polito de tiras gris y pienso que esa mujer, que aún me gusta, ha sido mi mujer siempre. Hace un puchero al dormir, como si protestara constantemente contra mis impertinencias, y no puedo evitar sentir que allí está buena parte de mi vida.
¿Hacia dónde te lleva un nuevo amor? Salto al vacío. Llamémosle cobardía. Sí pues. Si la pasión, como dice Fisher, se acaba entre uno y tres años, yo me pregunto para qué darme el gusto de uno o tres año de pasión, cuando al final también se me irá todo por el tubo.
Posiblemente, este sea mi lugar. Asomo a la ventana. Los cerros no me dejan verte. Me duele el alma. ¿Por qué es tan difícil decidir?

20 de enero de 2007

íntimo

Y ahora solo me quedan las ganas de volver a pecar. Cuando se toca el cielo no hay forma de no intentarlo otra vez, y otra vez. ¿Hasta cuándo debo esperar?
Yo que tenía una visión tan pesimista de todo. Hoy he decidido ser feliz con los pequeños momentos que me permite la vida. He vuelto a sentir.

17 de enero de 2007

msn

(encontré este relato. Desconozco quien lo escribió, pero se me ocurre compartirlo).

msn

Cuando menos lo imaginó, sus ojos estaban fijos en un icono hacia el lado inferior derecho de la computadora. Cada vez que se producía el incesante parpadeo, el corazón le brincaba, como en aquellos viejos tiempos se lo había causado una sonrisa o una mirada. Ahora todo se reducía a una sesión abierta, a un nick, a un icono, a un guiño, a una frase corta de puntos suspensivos, a una expresión de cinco caracteres.
¿Qué pasa por la cabeza de una persona aparentemente normal para que su ilusión esté condensada en una pantalla de PC? Se lo preguntaba en silencio, mientras tecleaba un tímido hola, con el riesgo de no hallar respuesta, porque ella –la señorita de la frase larga como nick–, no siempre estaba conectada. ¿Conectada? En el idioma virtual del msn, ese sistema de conversación en tiempo real, estar enchufada es ESTAR, existir, tener vida. Pero eso no es suficiente, no basta con que ella se conecte, ella tiene que decirte hola, o responder tu hola, y dar muestras de querer hablar, es decir, teclear como tú, al mismo ritmo, sin que la diferencia de minutos entre un mensaje y otro se extienda hasta transformarse en 15 minutos, en 20 minutos. Lo peor es cuando, al lado de su nick aparece ‘no disponible’, ‘ausente’, ‘vuelvo enseguida’ o el peor, el más letal del día: ‘no conectado’.
Se convirtió en una adicción. El msn y ella se transformaron en adicción, adicción de las buenas, porque –de pronto–tenía casi siempre una sonrisa en el rostro. Se le veía silencioso, pero alegre, sin la habitual cara de ogro que tanto odiaban sus redactores. Ellos murmuraban y se burlaban. Él lo sabía, pero nada le importaba más que aquel ícono. Guardaba en el disco duro de su cabeza, la imagen de ella. Sin embargo, no habían hablado tanto como todo lo que se habían escrito, por eso recordaba más las palabras cortas, los llamados ‘iconos gestuales’–esas caritas que reían, lloraban, se amargaban, se entristecían– que su rostro y su voz. Hasta en sus sueños, veía letras e iconos. El beso que ella le dio en sueños no era húmedo sino rojo, sonoro y capaz de sacudir la pantalla de la PC. Él imaginaba un beso de esos, a pesar de que ella jamás se lo envió, pero que otra sí lo hizo, y que le permitió descubrir que los besos en el msn tenían la realidad de un dibujo animado.
Fue hacia finales de abril. En su lista de treinta contactos, hablaba solo con unas pocas. Palabras más, palabras menos, ninguna había capturado su atención, tanto que en cualquier momento iba a la bandeja y buscaba el ‘no conectado’ para ir a fumar, a tomar café, a dar una vuelta. Hacia fines de mayo, cada vez que ella estaba ‘conectada’, él no podía moverse de la computadora. La sensación era indescriptible, sin antecedentes en su accidentada existencia en la que las computadoras jamás tuvieron un lugar importante. Su PC siempre tuvo la única y boba utilidad de servir como máquina de escribir. Cualquier proceso más complejo estaba fuera de su alcance, y a años de luz de propiciar algún sentimiento. Esta vez, no entendía por qué, sentía que la luminosidad de la pantalla tenía conexión directa con su magullado corazón. En vano se había preguntado por qué. En el mundo virtual, como en el real, los trajines del corazón no tienen explicación. En el mundo virtual, como en el real, la angustia del amor le generaba un vacío a la altura del estómago, como si alguien quisiera partirlo por la mitad, como si alguien le hubiera clavado un certero puñal allí donde siempre. Todo esto lo pensaba, mientras contemplaba la ventanita, a la espera de alguna frase que le permita seguir indagando.
Le dijo un amigo que las relaciones interpersonales estaban tan deterioradas que, ahora, enamorarse virtualmente era no solo lo más in sino también lo más cuerdo, en un mundo que ya andaba de cabeza. Cruzar la frontera que divide lo virtual y lo real es solo cuestión de tiempo y de decisión, pero también de suerte. Puede ser que tu chica sea barbuda y calva. Puede ser que tu chica sea una abrumadora combinación de Barbie y Britney Spears. Puede ser que su conversación oral solo se reduzca a monosílabos y a gestos sensuales, esos que atraparían al común de los hombres que solo busca un cuerpo para descargar la furia, o un icono para matar el tiempo. Él quería algo serio. Lo que podría parecer poco cuerdo es compartido por miles de peruanos que en estos momentos, tienen las yemas rojas de tanto darle al teclado.
En el mundo de Internet, el amor puede ser un espejismo. Amas al pelado con barba, pensando que es la mujer más dulce y bella del mundo. No sabes cómo es el terreno que pisas, pero te alucinas que pisas firme, como para dejar huellas sobre el cemento fresco. Y no resbalas, aunque sea arena movediza. Solo te darás cuenta cuando hayas hundido medio cuerpo. Entonces, como en el mundo real, habrá poco que hacer, solo sacar la cabeza para no morir en el intento de un amor sin futuro.
Lo real y lo virtual se parecen. Lo real puede ser catastrófico a primera vista. Lo virtual puede ser catastrófico al primer click. Lo dice por experiencia. Ningún contacto sobrevivió si llenó la ventanita del msn con íconos gigantes, al preguntar: "¿ kien eres? ¿Akaso te conozko?". Esas k sin lugar en las palabras lo exasperaban tanto que lo recomendable para no ser grosero, era simplemente ‘eliminar el Kontacto’.
Ella sabía construir frases interesantes. Volarse los acentos puede ser –para él– un pecado en una carta impresa, pero no en un mensaje de Internet. Ella, algunas veces, se comía las tildes, pero sus frases eran limpias sin horrores ortográficos. Eso, a primera impresión, lo cautivó. Aunque parezca lo más bobo del mundo, esas pequeñas señales le hicieron saber que chatear con ella sería algo diferente. No se equivocó.

Un vibrador!!!!

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16 de enero de 2007

Sexo sí, sexo no

Hoy desperté con la sensación de que se puede vivir sin sexo. Qué pesimismo, no entendía cómo podría escribir una columna semanal con tremenda resolución entre mis piernas. Pensaba que los teóricos suelen hacerla linda en este y en casi todos los países del mundo, que debía profundizar en la teoría y dejar la acción para los otros, para los felices y radiantes.
Luego pensé que podía ser una buena vouyerista, con lo que ello implica: excitarme mirando.
Bueno, creo que en eso estoy. Esta es la etapa que quiero en mi vida. Cierra todas las puertas, porque comenzaré a mirarlo todo para saciar mis ganas. Tápate porque te estoy mirando. Soy capaz de robarte el bikini con los ojos, de despojarte de esa minifalda, de arrancarte esa blusa escotada. Me basta mirarte.

12 de enero de 2007

Volverte a amar

http://www.youtube.com/watch?v=blnw-4SES8w&mode=related&search=

La niña mala de Vargas Llosa

Hace unos días, mientras pasaba mis vacaciones en Ambo, Huánuco, culminé la lectura de Las travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa. Es uno de mis escritores favoritos. Me sorprendió la temática de su novela, pues Vargas Llosa no se mueve exactamente como pez en el agua en lo que concierne al amor y al sexo. Sin embargo, nuestro primer escritor -como siempre- deja como siempre una historia para recordar. Así, Ricardito y su tortura -esa niña mala que pasa de chilenita en Miraflores, a guerrillera en Cuba, a esposa de un funcionario de la embajada de Francia, a esclava de un jefe de la yacuza y a amante de un viejo rico- nos muestran hasta qué punto el amor puede ser impredecible y destructivo. ¿Por dónde te lleva el amor, el deseo, la ilusión? Durante más de cuarenta años, toda una vida, Ricardito ama y desea a una mujer que solo hacia el final de su vida entiende que su mejor y único refugio es él, su eterno enamorado, el don nadie por el que jamás dio nada, pues nada tenía para darle.
Ricardito amaba las miserias que ella le daba. En la cama ella nunca fue apasionada ni cariñosa. Disfrutaba (así lo parecía) del sexo oral. Ricardito se la pasaba allí hasta que ella estallara de placer. Verla feliz, en el breve orgasmo, era el único premio que recibía por tanta espera, tanto desamor, tanta burla.
¿Quién no ha tenido una niña mala en su vida? Los que saben de lo que hablo podrían decir que solo por una niña mala se siente verdadero amor. Yo pienso que las niñas malas como las buenas inspiran, pero nada mejor que una niña mala para hacernos el corazón pedazos.