12 de octubre de 2009
Este blog se murió
Me harté de no guardarme tantos secretos, y de llevar mi vida posteada en un theme verde estridente. El tiempo y el ánimo no me permiten más. Antes de explotar en un texto prefiero alejarme y guardar mis historias en un USB.
Gracias por haber permanecido pendiente de este espacio, por darme aliento y solidarizarse con mis causas perdidas.
Gracias: estuvieron cuando solo la luz de mi laptop me alumbraba, cuando el insomnio me asfixiaba, cuando la gata no me miraba. Pero ya no hay marcha atrás, ya no hay retorno, ya no hay más blog verde. Un ciclo que se cierra, un pedazo de mí que se queda en el aire, a la espera de un nuevo capítulo que podría estar en la red, como en el papel, como debajo de mi cama.
Bye.
6 de octubre de 2009
Cuando tenía 20 años
Quería acostarme con todas las chicas que se cruzaban en mi camino.
Quería aprender a bailar.
Quería tener mi billetera llena de dinero para las noches locas.
Quería una computadora y un beeper.
Quería firmar mis notas en el diario.
Quería escribir cuentos sórdidos.
Quería hacer un trío con dos chicas de cabello negro.
Quería enamorarme perdidamente de una mujer llamada Alejandra (que solo existía en Sobre Héroes y Tumbas de Sábato).
Quería un departamento.
Quería ser ‘mamá’ de una gata.
Quería tomar café como los grandes.
Quería un equipo de música, y una tele a color.
Quería mandar a la mierda a toda mi familia.
Quería recibir cartas de amor.
Quería dormir a las 5:00 a.m., y ver el amanecer con un cuerpo desnudo al lado.
Quería hacerlo en la playa, de noche, y tomando sangría o vino en caja.
Quería terminar la universidad y conocer el éxito.
Quería escaparme con alguna chica fuera de la ciudad y decirle Te amo sin amarla.
Quería preservar mi rol de activa en la cama.
Quería grabar en un casete canciones de amor.
Quería pintar las paredes de mi habitación de rojo.
Quería fumar una cajetilla de cigarros sin ahogarme.
Quería una reconciliación de película, en plena calle, rodeada de autos y de gente que se conmovía y espantaba ante la cursi e inusual escena en la Lima pacata de los 90.
Quería recordarle todos los días a mi madre que era independiente gracias a mi trabajo.
Quería todas las botas rudas del mundo.
Quería tropezarme con todos los errores hasta aprender la lección. ¿Cuál? La de la vida, esa que desconocía, y que en el fondo me daba menos miedo que hoy a los 34.
24 de septiembre de 2009
Tengo derecho a estar mal
Tengo derecho a estar mallevantarme y tropezara reinventar de nuevo lo que soya cometer el mismo errornunca sabré a dónde voyolvidaré mi dolorle apostaré al amortengo derecho a estar malme volveré a equivocartengo derecho a estar malpero me voy a aguantartengo que liberarmepara poder respirartengo derecho a estar maltengo derecho a cantarlo que hay en mi corazónlo que escribí con mi dolortengo derecho a estar maldéjame sola... llorar
no me importa lo que digansi la decisión es míaya está escrito mi destinosé que yo encontraré mi caminopuedo ser lo que quiero ser,puedo equivocarme y no lo negarétodo está esperando por mísolo estoy aprendiendo a vivir
19 de septiembre de 2009
¿Seré lesbiana?
10 de septiembre de 2009
Analízame
Me gustaría despertar todas las mañana a su lado. Podemos darnos la espalda a la hora de dormir, pero al abrir los ojos me gustaría contemplarla y decirle: “Qué lindo día” o “Será un día de mierda”.Me gustaría pasar el café por las mañanas, mientras ella mira si no me olvido nada en la cartera.Me gustaría que ame profundamente a mis gatas como yo. Y si por cosas de la vida no las ama tanto, por lo menos, me encantaría saber que las acepta y las cuida porque son mi adoración.Me gustaría que al llegar el fin de semana, ella y yo tengamos muy claro que sábado y domingo son para las dos.Me gustaría que entienda mi pasión por las cosas que a diario hago, que no las menosprecie, y que me apoye cuando me vea desesperada, en angustia o sin ánimos.Me gustaría que reviva mi pasión por la cocina.Me gustaría que sea honesta con sus sentimientos, que no me mienta, que maneje mis iras y me transmita calma.Me gustaría que proyecte su futuro a mi lado. Que diga NUESTRO futuro.Me gustaría que entienda que soy un fosforito, que mi rabia dura cinco minutos y luego me mato de la risa.Me gustaría que considere que las dos somos una fuerza, una pareja, una familia.Me gustaría que no guarde rencores.Me gustaría que me contagie de su alegría.Me gustaría que ordene mis libros.Me gustaría que me aparte un poco de la computadora, y me acerque a su piel.
29 de agosto de 2009
Un sueño, una señal
Pensar en el futuro no te deja vivir el presente. Puede ser que esta frase sea cierta. Yo no sé de dónde la saqué, tampoco recuerdo si la inventé. Es sábado, estoy en casa, he dormido demasiadas horas, y solo las gatas me acompañan. He soñado con el futuro, y lo extraño de todo es que el escenario que me rodeaba no era este, el de las paredes verdes, el del cigarrillo humeante y el café caliente cerca.
No era yo, quizás. Era otra persona, rescatada y liberada de las angustias cotidianas y eternas. Pero en ese sueño me encontraba en una casa grande, de paredes blancas, con un jardín amplio para las mascotas y un espacio para la parrilla. En ese sueño yo reía, y sentía que mi vida era medianamente predecible y cómoda, imposible de romper. En ese sueño no había una mujer, pero sí alguien –sin rostro y sin sexo, como una sombra- que me decía palabras gratificantes, que no me reprochaba nada, y que me conducía sin miedos a dormir a su lado, que abría sus ojos y me miraba, que me daba fuerzas para seguir, y que me repetía que yo era invencible y que siempre sería capaz de derrotar a los fantasmas.
Al despertar me pregunté cuál era la razón de tanta angustia, de tanta tristeza inmóvil, y devastadora. Sí, la depresión nuevamente. Esa enfermedad que regresa, y que a unos paraliza, y que a otros vuelve fuentes incontenibles de creatividad y de trabajo. Yo pertenezco al segundo grupo, lo cual es un alivio para mi desarrollo profesional. Pero, ¿y hasta cuándo esta pena, este vacío estúpido, este dolor que se te instala en los huesos?
Cuando trabajo mis penas se postergan, y quedan refundidas en alguna parte. Cuando me declaro en descanso total, la pena se aloja en mí, y entonces soy la misma de toda la vida, preguntándome qué pasará mañana, qué libros leeré, qué labios besaré, qué mujer me mirará a la cara al despertar, qué hijos no tendré, qué gatos me faltarán, qué familia habré adoptado, qué cuerpo será mío, qué marca de cigarrillos fumaré, qué países visitaré, qué casa habré comprado, qué rupturas habré sumado a mi lista, qué canciones cantaré, qué color de cabello tendré, qué cantidad de kilos bajaré, qué médicos conoceré, qué amigos habré perdido, qué teléfono más poderoso que el iPhone 3GS tendré, qué laptop me acompañará para escribir mis historias, qué cremas me servirán para disimular las arrugas, qué terrenos pisaré.
Demasiadas preguntas, demasiadas angustias… en una tarde de sábado.
20 de agosto de 2009
Aparece/desaparece
La angustia/ la felicidad en pedacitos.El dolor / El no sentir.Tus pechos/ Mis pies helados.Mi gata/ Mi gataLa furia/ La paz.La mujer/ La niñaLa lágrima/ La sal en tus labios.El insomnio/ El sueño.El vacío/La psiquiatra.La lesbiana/La que no es.El departamento alquilado/La casa de otro.El clítoris/ Una frazada.El mar/ El desierto.La mentira/ El duelo.La ilusión/ La sombra.El pasado/ El presente.La soledad/ La gente que camina y no te mira.La hoja en blanco/La pantalla luminosa.Mi gata/Mi gata.La adrenalina/El adormecimientoLa fidelidad/La infidelidad.El café/ El té verdeEl cigarrillo/ La vida que se extingueEl miedo/ Un puñete en la paredLas horas/ La vidaLa tristeza infinita/Las pastillasLa agonía/ El blog
4 de agosto de 2009
La galleta del infortunio de Facebook
Es una estupidez quedarte pensando en los mensajes fabricados y crueles de la galleta verde del infortunio de Facebook, pero como suele pasar con esas cosas al azar sin sentido que un vidente, un monito o un papelito dentro de la botella te dicen… Te quedas pensando, y sacas conclusiones, y te sugestionas, y te preguntas por qué mierda tenía que haber salido justo eso, por qué!!! Por lo menos, a mí, eso me suele pasar con cierta frecuencia.
La galleta del infortunio aseguró hoy que el amor de mi vida me diría para ser solo amigos. No puso amigas quizás porque en su chip no está registrado el amor de dos lesbianas. De hecho, la primera vez que la saqué vomitó esto: “Las personas faltas de amor y con tendencia sexual dudosa son adictas a Internet”. ¿Me sentí aludida? Un poquito, la verdad. A veces siento que me falta amor, mi tendencia sexual (si la palabra tendencia vale, en fin) no está en duda ni a prueba, pero el mundo podría llamarla DUDOSA, como cuando califican como de DUDOSA PROCEDENCIA a un objeto robado o falso. La homofobia sutil es virtual y latente hasta en las cosas más mínimas. Y sobre mi adicción a Internet, la puta galleta verde no estuvo tan desquiciada.
Quizás sí, estoy demasiado conectada, y no me despego de mi iPhone. Quizás padezco algún grado de adicción a Internet, y todo es consecuencia del desamor y de esa tendencia sexual que todavía llama la atención y consterna a ciertas mentes y corazones intolerantes.
Sí, son bobadas. Ustedes me dirán que no crea en eso, que no hay ningún valor científico en el resultado, que un loco creó esa aplicación para arruinarnos el día y hacernos sentir infelices. Pues sí. Lo sé. Pero cómo diablos se te quita de la cabeza la posibilidad de estar pisando esa línea entre la tierra y el infierno. ¿Cómo?
21 de julio de 2009
Tres años juntas
R y yo cumpliremos tres años en algunas horas. Un día como hoy, ella y yo nos sentamos a tomar un café. Nos habíamos conocido dos meses atrás gracias a un anuncio que yo puse en una página de contactos, como quien tira una moneda al aire y cierra los ojos.
A la semana nos encontramos en la puerta de un McDonalds: yo me sentí cautivada, intrigada, y bastante nerviosa. Ella no fue muy efusiva. Extrañamente, yo me convertí en una lora, intentando contarle mi caótica vida en lo que duraba el café.
Los días y las semanas posteriores fueron de puro chat, quizás algunas salidas, pero el panorama lucía sombrío: Yo seguía amarrada a mi ex, y ella no confiaba en nadie, menos en una chica capaz de colocar un busco novia en la red.
Pero un día como hoy, en el mismo café donde esta noche nos detuvimos para comer un helado, ella me dijo: “Vamos a probar, a ver qué pasa”. Ni el tono de su voz, y menos su mirada me dieron pistas de que la relación tendría futuro.
Decidí probar, pero no tenía muchas esperanzas. Yo sentía que era un experimento para ella, y R creía que yo no podía desamarrarme de mi pasado.
Estos tres años han sido muy intensos, a las dos nos pasaron muchísimas cosas, y aquí estamos, enamoradas y en paz. Ya no soy un experimento, y mi pasado ya no estorba. Seguimos peleando a diario –por chat y face to face-, pero no podemos separarnos. Y lo hemos intentado, pero 24 horas después, ella y yo nos abrazamos, y seguimos caminando juntas, capaces de vencer todos los temporales que nos sacudan, que hasta este momento ya han sido varios.
Yo espero que aquí, con ella, acaben mis historias con las mujeres, que ella sea la última. Y confío en que ella piense lo mismo. Estoy enamorada, y tan cursi como de costumbre, quería volver a postear en este blog que nació por ella, y para ella.
Te amo, baby.
8 de julio de 2009
Derrumbando lesbianas
Este no es un manual y, menos, una radiografía. No voy a hacer el perfil de la lesbiana promedio ni trazar el prontuariado de la lesbiana peligrosa. Esta columna, escrita en el calor de la 'abenciamanía’, solo apunta a desmentir algunas barbaridades que se han dicho en estos días respecto a cómo aman las mujeres que decidieron compartir la vida y la cama con otra mujer.
MITO: Una lesbiana desea convertirse
en hombre.
Incluso, cuando lleva una pistola en el cinto –como la cantante Chavela Vargas en sus tiempos más fogosos– o cuando su voz es ronca y su andar rudo, una lesbiana no desea convertirse en un hombre. No sueña con tener un pene. No lo imagina colgándole entre las piernas, no lo necesita, no lo busca.
Se susurra –porque estas cosas no se dicen frente a frente– que una lesbiana desea desesperadamente penetrar y que ansía un falo invencible. Lo murmuran muchos hombres, ilustrados o no, olvidando quizás que sus penes despiertan y duermen, más allá de sus propios deseos y batallas. Invencibles no lo son. Y las lesbianas lo tienen claro, convencidas también de que sexo no es sinónimo de penetración y disfrutan siendo mujer con sus mujeres.
Hay mujeres rudas bien heterosexuales, como lesbianas bien ladys. Hay de todo, pero pocas veces una obsesión enfermiza y devastadora por transformarse en hombres, porque justamente las dos protagonistas de esta historia (la que te quieras imaginar) decidieron vivir su vida y su sexualidad sin un hombre. Que no se confunda transexualidad con lesbianismo.
MITO. Dentro de la pareja lesbiana, una es el hombre y otra la mujer.
Los roles: activa y pasiva. Activa es la que penetra con uno o más dedos a su chica o con algún juguete sexual de forma fálica. Pasiva es la que se deja penetrar. Es fácil señalar –en función de la apariencia física y hasta de la cantidad de maquillaje– que una hace el papel del hombre y, la otra, el de la mujer. Sin embargo, en una relación de dos mujeres existe una tercera opción, la más frecuente además, y la que más se goza.
Me refiero a ese término bobo, pero necesario de mencionar, llamado MODERNA: la que penetra y se deja penetrar, o toca y se deja tocar, la que arremete con fuerza a su amante, al tiempo de dejarse tomar en sus brazos.
No es habitual que, dentro de la pareja, una le diga a la otra “yo soy el macho y tú, la hembra”. La relación fluye muy al margen de los roles, etiquetas o patrones. El deseo no tiene reglas, y la entrega no pone reparos en lo que supuestamente parecen ante la sociedad, que las clasifica en masculinas (machonas) o femeninas (ladys).
La investigadora Alicia Gallotti, autora del Kama Sutra lésbico, afirma que “uno de los rasgos singulares y acaso más positivos en las relaciones lésbicas es que los roles son intercambiables y, generalmente, mucho menos definidos que entre los heterosexuales”.
Pero, ¿quién lleva los pantalones? Como en cualquier relación, al margen de la orientación sexual, habrá alguna que se imponga más, que tome más decisiones o que lleve las riendas. Y, al igual que en cualquier pareja, una de las dos tendrá más iniciativa en la cama, más punche y más creatividad. Eso no pasa por ser el macho.
Acotación de Gallotti: “Hay lesbianas que no admiten ser penetradas”.
Las que decididamente tienen una apariencia masculina-activa suelen buscar amantes o una pareja femenina-pasiva. Pero no son todas, no hay que generalizar.
MITO: Las lesbianas son las reinas del sexo oral.
Y, aunque esto afecte la reputación del 'gremio’ (sorry, compañeras), lo cierto es que ese es otro mito devastado por la realidad. El famoso cunnilingus es, ciertamente, una práctica frecuente entre una pareja de lesbianas.
Se murmura con muy mala onda que, a falta de pene, las chicas emplean su lengua. No se dice que la ausencia de un falo desarrolla lenguas poderosas, capaces de desatar orgasmos en menos tiempo que un pene promedio. Y tampoco se dice que las lesbianas con esta capacidad son parte de una élite, porque muchas, pese a la experiencia y al afán, no están dotadas para este arte. Un ejemplo más de que, aquí, la orientación sexual poco tiene que ver. Un@ es buen@ amante o mala amante, muy al margen de si es heterosexual u homosexual.
MITO: La lesbiana es enemiga de los hombres, y es así porque fue violada o abandonada.
En la vida de las lesbianas, los hombres no son ratas peludas ni los malos de la película. Al contrario, son buenos amigos, consejeros y apoyo.
Las investigaciones de Gallotti refieren que es falso pensar que una mujer acaba interesándose en otra mujer por alguna experiencia sexual negativa o insatisfactoria, y menos por una historia de violencia o agresión sexual.
Las lesbianas pueden rechazar el machismo, pero no odian a los hombres. Incluso, tienen actitudes machistas, como cualquier varón y mujer
heterosexual.
MITO: La lesbiana es posesiva, peligrosa, 'mujeriega’ y capaz de matar por amor.
Ojalá se hicieran estadísticas para confirmar que la mayoría de crímenes pasionales fue protagonizada por parejas heterosexuales y no por homosexuales. A la espera de este registro, queda precisar que nada más falso que clasificar a la lesbiana como posesiva, celosa y peligrosa. Hombres y mujeres lo son, muy al margen de su orientación sexual.
El sentimiento de 'mi propiedad privada’ no tiene género y es nocivo en cualquier bando. Es lamentable que presuntos psicólogos o psicoterapeutas hayan hecho en estos días desinformadas y prejuiciosas declaraciones al respecto, clasificando a las lesbianas como si fueran ganado.
¿Son inestables, infieles y no pueden sostener una relación formal? Falso. Generalizar es un absurdo, como decir que todos los hombres son 'mujeriegos’ e incapaces de amar a una sola mujer.
MITO: La lesbiana vive obsesionada con el sexo y es una depredadora sexual.
Los adictos al sexo son mayoritariamente hombres heterosexuales. Los depredadores sexuales (abusadores, violadores y más) son, igualmente, hombres y heterosexuales. Y no por ello se dice que los hombres son adictos al sexo y depredadores sexuales. Las patologías y el prontuariado no pasan por la orientación sexual de nadie. Las disfunciones sexuales, además, afectan a hombre y mujer, muy al margen de su orientación sexual.
MITO: La lesbiana es un ser sufrido, desdichado y marginado.
En esta sociedad con altas dosis de homofobia, es cierto que las lesbianas –cada vez menos invisibles– sufren circunstancias adversas a diario, pero no son las más tristes y jodidas del planeta. La violencia golpea más a las mujeres heterosexuales.
Los feminicidios no son patrimonio lésbico. La violencia familiar se da, con implacable fuerza, en hogares heterosexuales con historias de embarazo adolescente, aborto, maltrato y muerte. La marginación castiga más a los transexuales y, aunque esto no es un consuelo, la verdad hay que decirla
29 de junio de 2009
Abencia y Alicia: un amor de mierda
Un amor de mierda no es amor. Es simplemente eso: una mierda.
Capaz de destruirte, de romperte en pedazos, de transformarte en un gusano rastrero que espera una caricia para sonreír, o que tiembla de miedo cuando una mirada te dice lo que debes hacer, o lo que debes callar.
Abencia Meza y Alicia Delgado eran –para quienes no son de Perú- una pareja de cantantes que prefería presentarse al mundo como amigas, simplemente amigas, mientras se acariciaban y se peleaban en público.
No sé cuántos ingenuos creían que eran solo amigas, no lo sé, y no importa ahora. Alicia fue golpeada, acuchillada y asfixiada. Está muerta. Y Abencia Meza es una de las principales sospechosas, quizás en las próximas horas sea detenida, quizás en las próximas horas diga su verdad, quizás después de esta historia que la prensa no soltará en bastante tiempo los homofóbicos salgan al frente para decir que las relaciones retorcidas –léase lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans- acaban así.
¿Quién no ha vivido un amor de mierda? Cualquier amor –homosexual o heterosexual- que se hunde en el fango de los celos, la desconfianza, la prepotencia, la mentira, y la angustia termina mal.
A veces el final es devastador para cualquiera de los dos, o para los dos. Y a veces lo que acontece es la muerte con su rostro más horrendo: porque a las fotos del cuerpo desnudo y magullado de Alicia se suman los primeros análisis de los peritos: semen en el cuerpo de la víctima. Y eso no es todo: A Abencia, todavía inocente, la familia le prohíbe asistir al velatorio y al entierro de su mujer; la acusa del homicidio y pide justicia; y en la televisión, la ‘viuda’ cambia abruptamente de humor, entre la angustia y la revancha, revelando su amor más cándido y desnudando las miserias de lo que fue una convivencia de casi diez años, en los que quizás una amó más que la otra; años en los que el odio iba y venía de parte de las dos.
Alicia estaba en el clóset (con la puerta casi abierta) y Abencia vivía la vida con sus pistolas, y sus poses de macho con aretes, rubor y labios pintados. A veces pensé que eran la una para la otra, pues las dos parecían muy cómodas llevando su amor sin declarar a la televisión, para luego abrazarse, pelearse o juguetear en un sauna donde todos sabían de sus encontronazos y apachurramientos.
Confieso que a esta pareja casi no le presté atención por seguir el juego burdo de los problemas cómicos, y recién ahora me fijo en los detalles.
Me llama la atención que Abencia haya adoptado una niña para las dos (no sé bajo que leyes), que delante de las cámaras Alicia haya proclamado un romance con un muchacho, mientras seguía alimentando las esperanzas de Abencia, o cediendo a sus amenazas para continuar la relación.
Me intriga que una mujer de casi clóset como era Alicia se haya dejado besar y piropear por una mujer a la que negaba como pareja, y con la que públicamente compartía la casa. Es todo tan oscuro, tan dramático, tan lamentable, y tan sórdido que casi podría pensar que ni siquiera con la captura del asesino, de la asesina o de los asesinos este amor podrá ser comprendido, porque los amores de mierda no tienen explicación, y menos leyes.
Al margen del desenlace me queda claro que un amor retorcido difícilmente prosperará. Pero es retorcido no por la orientación sexual de sus protagonistas sino por la falta de respeto que había entre las dos, por el odio que se había instalado en sus corazones, y por esos reclamos cruentos que a diario explotaban en las caras de las dos. ¿Acaso este patrón de amor de mierda no es tan heterosexual como homosexual? Ojalá que las familias homofóbicas, la prensa y los líderes de opinión lo tengan en cuenta.
ACTUALIZACIÓN: La Policía capturó a Pedro Mamanchura, ex guardaespaldas de Alicia Delgado. El sujeto ha confesado el homicidio por encargo. La autora intelectual: Abencia Meza.
16 de junio de 2009
Mi ex no me necesita
No me refiero a una chica. Estoy hablando de él, de mi primer y gran novio. Hace unas semanas llamó, dijo las palabras tiernas de siempre, y planteó una cita.
Confieso que no tuve corazón para decirle que NO, pero tampoco pude decirle que SÍ. Simplemente prolongué la espera (la suya), y seguí de largo. Hubo más llamadas y más evasivas mías, hasta que en una me agarró de un humor fatal y casi le colgué.
Ayer mi madre llamó diciendo que él estaba muy solo y triste, y entonces tuve claro que el peor consuelo para alguien herido como él –no por mí, sino por la vida- sería sentarse frente a frente con su ex (lesbiana además), para planear un imposible.
Todo terminó cuando yo iba a cumplir 18 años. En diciembre cumpliré 35. Él está divorciado, y tiene dos bebés que no conozco, pero que van a la escuela con mis hermanos, y hoy se habla con mi madre, la misma que siempre creyó que ni él era para mí, ni yo para él. Creo que se cruzan cada mañana, porque apenas unas casas los separa. Creo que mi mamá se siente culpable por haberse opuesto tan fieramente a aquella relación. Y creo también que ya le pidió disculpas por las bofetadas que le pegó cada vez que me encontraba en sus brazos. Creo.
Yo estoy enamorada, soy lesbiana sin retorno y no quiero explicarle otra vez que un dia me dejó de inspirar, sí, el día que comencé a marcharme como alguna vez conté.
Pasa –y lo sé muy bien- que cuando a un@ le va todo mal con la pareja busca una aventura nueva o recicla a un ex. Se piensa en los ex tomando lo mejor de ellos, con la esperanza de pegar los pedacitos que quedaron de la relación. La vida me ha enseñado que lo que se rompió ya no se puede reparar, y hay que mirar hacia adelante. Me costó llegar a esa conclusión genial, claro está.
Yo podría ser su amiga, pero sé que él sigue pensando que a los treinta podemos volver a ser los adolescentes que se amaban, y que soñaban con casarse, y tener una linda familia. Nuestra historia terminó, y a él le está pasando lo que a mí hace muchos años: cuando todo fallaba con mi pareja de turno miraba atrás pensando en reanudar lo que se acabó. Alguna vez lo intenté, hubo segunda y hasta tercera oportunidad… ¿Qué pasó? Reabrimos nuestras heridas, y nos partirnos el corazón en más pedacitos.
Por eso, tomo distancia y solo espero que no se refugie en una esperanza del pasado. De todo su pasado seguro que yo soy lo menos conveniente para él, y así yo fuera la mejor mujer del mundo, la que él todavía espera, yo ahora amo a una mujer... Y mañana también.
5 de junio de 2009
Mi suegra no me quiere
- Porque soy lesbiana.
- Porque soy gorda.
- Porque fumo.
- Porque en mi departamento hay una espléndida cama matrimonial donde su hija (mi novia) y yo dormimos muy abrazadas.
- Porque tengo cuatro gatas.
- Porque mi novia (su hija) me dice bebé.
- Porque soy periodista y no tengo nada que ver con las computadoras, como mi novia (su hija), la experta en sistemas. Quizás no sabe que yo estoy más tiempo en las computadoras que mi novia (su hija).
- Porque quiero hacer una vida con su hija.
- Porque la vecina ha dicho que yo salí en la televisión y en los periódicos por lesbiana, como si la gente saliera en la televisión solo por ser gay.
- Porque alguien le dijo que su hija y yo peleamos, como la gente y las gatas pelean cuando algo les molesta.
- Porque quizás no tengo la categoría de ‘divorciada’, ‘viuda’ o ‘separada’, y menos ‘casada’, como ‘corresponde’ a toda mujer decente.
- Porque cree que los ‘desviados’ (nosotros) damos mala suerte.
- Porque no soy el novio que ella presentaría a la familia entera. Porque soy la novia de mi novia, y eso es difícil de explicar.
- Porque cree –como muchos- que ser lesbiana es una enfermedad, y una vergüenza, algo que hay que combatir y evitar.
- Porque quizás presume que no le haré mucho caso, y seguiré abrazada a su hija, aunque ahora me vea obligada a no asomar por su puerta.
- Porque de repente ya descubrió en los ojos de su hija (mi novia) el tamaño de nuestro amor.
27 de mayo de 2009
Manual para decirle a tu mamá que eres lesbiana
No disimulé mi amor por la ‘amiga’ que era mi novia. Salíamos a todas partes juntas, dormía en mi cuarto, desayunaba en mi casa, yo me quedaba a pasar la noche en su depa familiar, jugábamos delante de mamá y de todos los presentes, planificábamos los fines de semana, y hablábamos por teléfono sin pausa.No me inventé un enamorado-novio. Recién había roto una relación heterosexual y ante el mundo estaba sola, y muy feliz. Así me la pasé hasta un año y medio después o quizás algo menos cuando mamá se enteró.No lo negué. Cuando mi madre espió por la puerta casi abierta de mi habitación y me encontró abrazada a mi novia, y luego me llamó para conversar opté por respirar hondo y decirle: “Sí, ¿y cuál es el problema”. Mi mamá lloró y casi podría jurar que quiso darme una bofetada. Yo me adelanté: “Pegándome no arreglarás nada, las cosas son así”. Mi mamá insistió en que ‘eso’ no era normal, que yo estaba confundida, que quizás había sido un error haberse opuesto a mi noviazgo con P, mi enamorado desde que era una adolescente. Repliqué a mamá: “No, mamá… A P. ya no lo quiero, ya no me gusta, ya no me interesa. ¿Por qué te cuesta comprender? Además, creo que tenías razón… P no era para mí”.No cambié de actitud. Mi novia siguió en casa. Creo que miraba diferente a mi mamá o creo que mi mamá la esquivaba. En esas estábamos cuando de casualidad llegó a mis manos unos volantes sobre la homosexualidad, donde decía que ser gay, lesbiana o transexual no era una enfermedad. Me aprendí el discurso. Porque yo era lo que era, pero no tenía más información. Ni siquiera sabía que habían movimientos que luchaban por nuestros derechos. Y además ignoraba que fuéramos tantos.Eduqué a mamá. Llegué a casa un día con esos volantes y los dejé en su habitación y desaparecí. Al día siguiente, mi mamá preguntó: “¿De dónde has sacado esas porquerías?”. Le conté que me los habían repartido en el ómnibus. Y le entregué otro. Mamá me miró extrañada y me pidió que no dejara de estudiar, también sugirió que abandonara el trabajo (en el canal donde practicaba conocí a mi novia), pero yo le dije que no iba a abandonar ni los estudios ni el canal.“¿Y perderás la beca?", preguntó. Yo le juré que no. Y así fue. No perdí la beca, dejé algunos ciclos y regresé, y me volví a ir de la universidad, pero a mi mamá no le costó un sol mi educación. Yo seguía en los primeros puestos, muy feliz además. En todo ese tiempo, mientras regresaba de clases y me iba al canal, y abrazaba a mi novia, seguía llegando a casa con más y más volantes. Mamá los leía y los rompía o los escondía. Un día mi abuelo me increpó lo “rara” que me había vuelto. Y me dijo casi a gritos que yo era una enferma porque la homosexualidad es una enfermedad. Cuando pretendía defenderme mi mamá apareció y le aclaró a mi abuelo que yo no estaba ni enferma ni nada, y que me dejara en paz. Luego busqué a mi madre para agradecerle y ella me regaló una sonrisa, me abrazó y me dijo que no se iba a meter, pero “no exageres y si puedes luce más femenina”. Me pinté la boca y me puse unos aretes. Mamá me regaló otra sonrisa.Le confesé mis problemas de pareja. Al cabo de unos años cuando mi mamá todavía no se acostumbraba tanto al asunto, y en plena crisis con mi primera pareja, mamá me encontró llorando. Le dije la verdad: “He sido infiel, y K. no me perdonará”. Mi mamá sospechaba la identidad de la ‘otra’, y me dijo: “Encima, tenías que ser como tu padre. No te conformas con una y buscas otra”. Yo seguía llorando. Y mi madre, otra vez, sabia, me soltó esto: “Esa chica (la otra) no me parece buena para ti. Te hará mal. Pide perdón a K, y pórtate bien. No seas como tu padre con la mujer que te quiere”. No le hice caso a mi madre: Me fui con la chica que me haría mal, y me porté como mi padre, pero mamá estaba a mi lado, y a pesar de nuestras diferencias, varias veces la encontré planeando mi retorno con K.Es posible que mi mamá sea una especie rara, capaz de comprender o de leerse un volante sin vomitar o amarrarme en el cuarto. No sé bien qué pasó por la cabeza de mi mamá, y tampoco podría definir de qué madera está hecha, pero puedo asegurar que salir del clóset ante ella fue una buena idea, y la razón para seguir saliendo, sin vergúenza ni miedo, ante los otros, el resto, los menos importantes en mi historia.
16 de mayo de 2009
Tus amigos virtuales
7 de mayo de 2009
A mi mamá No
• A mi mamá no la he abrazado tanto como quisiera, porque algo, en cierta parte de nuestros mundos, nos hizo lejanas.• A mi mamá no la soporto cuando va de compras y no compra. En el Jirón de la Unión, mamá quería gastarse su quincena en zapatos taco nueve, y faldas al tubo.Yo quería ver televisión, pero mi mamá me tenía de la mano frente a una vitrina. Lo peor era cuando ingresaba a la tienda y una señorita pálida y cansada le ofrecía probarse las prendas, todas las prendas que quisiera. Y mamá comenzaba. Y yo empezaba a pensar que si me sacara la lotería (no había Tinka), mamá no tendría que preguntar precios y regatear. Le compraría todo y me evitaría la espera, Yo soñaba con niñas, mientras mi mamá le contaba a la señora lo dura que era la vida. Yo quería tener 18 años y no diez para acariciar la vanidad de mi mamá con faldas, joyas y tacos. Pero no es lo peor: lo peor ocurría cuando me tenían que comprar ropa (mi cumpleaños, 28 de Julio, Navidad, Año Nuevo) y mi mamá se empeñaba en los vestiditos rosados y los zapatitos de charol con correa. Mamá no entendía mis súplicas, yo tampoco le dije JAMÁS que quería un terno como el de mi vecino, o un disfraz de El Llanero Solitario, con pistola bien cargada.• A mi mamá no la voy a declarar culpable del terror que me inspira el Señor de los Milagros, pero aquí queda constancia que quizás ella tiene que ver con mi pavor. Octubre era un mes negro, no morado para mí. Mamá me sacaba muy temprano de la casa, yo tendría siete, ocho, nueve, diez, doce años. Mamá me decía que El Señor nos estaba esperando, y cuando la multitud -que luego como periodista torpe llamaría ‘mar humano’- se extendía cuadra tras cuadra hasta el infinito, mi madre me tomaba fuerte de la mano para que no me pierda, y me jaloneaba hasta las andas del bendito Señor para mirarlo bonito, y rezar, y pedir perdón. El momento top de la procesión se producía cuando en un ataque de espontaneidad mi madre le pedía a un hermano morado que me cargara para ver cerquita al Señor. El pobre hombre sudaba, se encogía y me alzaba. Yo miraba al Señor, mientras estrenaba mis primeras mentadas de madre en silencio.• A mi mamá no puedo mirarla a los ojos porque no me gusta que me vea llorar, y creo que de solo contemplarle la mirada me quebraré, porque ella sabe mejor que nadie lo que soy, y lo que no quiero ser, y lo que nunca seré.• A mi mamá no le daré nietos.• A mi mamá no sé cómo decirle que la extraño cada día, así no la llame una semana entera.•A mi mamá no tengo que contarle un cuento sobre lo feliz que soy. Ella sabe, siempre sabe.• A mi mamá no la entiendo, pero la admiro, porque ha cumplido un sueño que quizás yo no alcance: tener una familia suya, pequeña, íntima, indiferente a las carencias y llena del amor.• A mi mamá no le gustan los gatos. Mi madre ama a su perro Boby y a sus peces, y jamás ha mirado a mis bellas gatas porque dice que los gatos dan mala suerte, y la asustan hasta el llanto y la taquicardia.• A mi mamá no sé cómo decirle que una noche para no repetir la historia fui cruel.• A mi mamá no sé si agradecerle las vacaciones útiles en las que me inscribió a pesar de no tener dinero suficiente. Natación, marinera, afro, computación, inglés, aeróbicos, origami… Mi mamá me hizo estudiar de todo, mientras el sol me quemaba entre enero y marzo.• A mi mamá no la puedo dejar de recordar llorando por el que todavía es mi padre. Mi mamá leía las cartas mentirosas de mi papá, y con la música de Los Iracundos lloraba y se partía en dos. A mi mamá una vez la encontré feliz, con la misma música de Los Iracundos, pero sin las viejas cartas sobre la mesa. A su lado estaba un tipo alto y desgarbado que la miraba con amor. Un día, cuando yo tenía 15 y medio, mi madre y el flaco me anunciaron su matrimonio. Ese día, el de la boda, yo me emborraché con el novio, tras pedirle que no le hiciera lo mismo que mi padre. Y él, hasta ahora, ha cumplido más de lo que mi madre, la parentela y yo esperábamos. Y los Iracundos siguen cantando.• A mi mamá no le importa un pepino la hora. Es la mujer más impuntual del mundo, mi mundo. Y aunque siempre dije que jamás tendría mujer tardona, la vida me ha dado mujeres tardonas siempre.• A mi mamá no puedo perderle el rastro ni cuando me empeño en desaparecer, porque ella encuentra maneras de encontrarme.• A mi madre no tengo que llamarla por teléfono cuando me quiero morir, porque mi madre se adelanta a mi S.O.S. y marca mi número, y pregunta qué me ha pasado. Y yo comienzo mi drama, mientras ella escucha silenciosa. Al rato, mi madre tiene la solución, el mejor y más noble de los consejos, o la más pérfida de las coartadas.• A mi mamá no puedo dejar de darles las gracias por lo que hizo cuando en una relación pasada yo me comencé a quejar como macho incomprendido, y ella–resuelta, experimentada y bien hembra- llamó a mi chica para sugerirle algunos trucos para inyectarle pasión a la relación devastada. Grande fue mi sorpresa cuando mi ahora ex me reveló que mi mamá le había sugerido lencería minúscula, poses, y hasta baños relajantes en pareja.•A mi mamá no puedo evitar llamarla cuando me peleo con mi novia, y ella como buena mujer difícil sabe aconsejarme, porque entre mujeres nos entendemos las tres.
Feliz día de la madre, mamá. Te adoro.Y feliz día de la madre a todas las mamás que pasan por aquí, o a sus mamás, o a sus novias mamás.
3 de mayo de 2009
Sin palabras
25 de abril de 2009
Abstinencia
Es frecuente que cuando una chica va al ginecólogo, lo que sigue aparte de pastillas y óvulos es esta frase: “Abstinencia por 15 días”. Me cuenta una amiga que le recomendaron un mes sin sexo, y que entonces decidió mandar al diablo al médico.
Ayer, el ginecólogo me recomendó diez días sin sexo. Llegué a casa, comentando la noticia, entre risas y bromas, con mi bolsita de medicamentos.
Sí, no pasa nada, no es nada grave, nada que a otra mujer no le pase, pero DIEZ DÍAS, diez días pueden ser demasiado cuando una está expuesta al cuerpo desnudo de una chica, cuando una va por la calle y mirando el culo de alguien recuerda que está en ABSTINENCIA, o cuando en You Tube te topas con un video muy cachondo.
Obligar a mi chica a dormir con piyama matapasiones.Pedirle a mi chica que sea cauta con sus cariños.Dejar de leer el libro La Habana Babilonia: las confesiones de sus jineteras te ponen.Ingresar a You Tube para cosas de trabajo, estrictamente de trabajo. (Aunque para mi columna de sexo, a veces, a veces… Bueno, escribiré columnas que no me lleven a You Tube.Dejar de decir: “Esa chica está buena”.Ignorar las sesiones de baile de mi vecina, una guapa chica que mi novia considera poco atractiva, hasta que la vecina comienza a bailar con ropa muy pequeña en su habitación, y no corre las cortinas, a riesgo de hacer que se corra medio edificio.No mirar esos calendarios de chicas desnudas que los hombres siempre tienen en alguna parte, a vista de medio mundo.No leer ciertos blogs muy calientes.Pensar en temas serios, vaya que tengo bastantes, pero el cuerpo siempre reacciona, así todo vaya mal.Pensar que en estos días todas las mujeres han reducido la talla de su brassiere, y ninguna ninguna tiene las tetas que yo suelo soñar, cuando el insomnio se va.
18 de abril de 2009
Fantasías
Mi primera fantasía fue de amor. Al menos, yo le llamaba amor. Ella se llamaba Susana y estudiaba en mi colegio. En clases, cuando nos íbamos a su casa para hacer las tareas, y siempre que estábamos juntas, yo me sentía fascinada, locamente fascinada por ella. Podía pasar el día entero a su lado, así me hablara del chico que le gustaba. Nunca me pregunté, en aquellos tiempos, qué me fascinaba de Susana, y tampoco indagué si eso era amor o lo que se le parezca, pues yo tenía novio, y la palabra lesbiana no estaba en mi boca, pero seguro sí en mi cuerpo. Cuando me iba a la cama, luego de rezar con mi mamá, me imaginaba como el Ken con
En la secundaria, mi fantasía -de amor también-, fue una profesora, en verdad una auxiliar de Educación que yo llamaba Miss. Era amiga de mi mamá y tenía los labios más carnosos que había conocido (Angelina Jolie no existía, o si existía, todavía el mundo no lo sabía). Ella fue mi psicóloga de rebelde colegiala, la que intentaba convencer a mi madre de que no se interpusiera entre mi enamorado y yo, que nos dejara disfrutar del noviazgo. Y yo, que siempre me quería fugar de casa, era retenida por ella. Yo moría por ella, pero no lo podía expresar, y tampoco era motivo de reflexiones. Yo solo moría, y mirar sus ojos –verdes verdes, como los de mi gata- me paralizaba. Estaba casada y tenía hijas. Así que su esposo y sus niñas eran tema frecuente. Hablábamos siempre en el patio o a la salida, o a la hora de entrada. El recreo era estar a su lado, contemplarla, y claro, hablarle de mi chico. Cuando me iba a la cama, otra vez, me convertía en Ken, y algunas veces, fui su Barbie. Ahora que lo pienso puedo decir que entonces ya era eso que llaman ‘moderna’, bobas clasificaciones entre activa y pasiva que algunas lesbianas emplean para establecer sus roles.
Resulta que mi profesora un día se marchó del colegio, y yo lloré como si el novio se me hubiera muerto. Mi mamá no sabía el por qué de tanta pena, y hasta la llamó por teléfono para que me consolara. Una vez le dije: "Te quiero mucho, el colegio no es igual sin ti". Y ella respondió "Yo también te quiero, pero no nos lo digamos tanto que vamos a parecer lesbianas". Y soltó una risa, fue solo una frase, sin sentido para ella. Nos seguimos viendo hasta que yo ingresé a la universidad, y terminé con el novio, y me declaré oficialmente lesbiana. Nunca le confesé que me gustaban las chicas, simplemente me alejé de ella, turbada. De cuando en cuando, volvía a mi mente, y yo la besaba, cada vez con más pasión. Ya era lesbiana y sabía hacer el amor con una mujer.
He fantaseado con otras mujeres en la vida, anónimas y famosas. Alejandra Guzmán es la mujer famosa que más se mete en mis fantasías. Digan lo que digan, aparezcan otras y otras mil veces más guapas, así digan que ya está tía, así la critiquen, yo fantaseo con ella, y les aseguro que mis fantasías son muy hot, sí, de peli XXX, a veces.
Solo una vez estuve delante de Alejandra Guzmán, a escasos centímetros de ella. No me refiero a los conciertos: he ido a todos los que ofreció en mi ciudad, y sigo esperando que regrese. Me refiero a estar física y realmente a escasos centímetros de ella. Yo tenía cinco minutos para entrevistarla. No iba a ser una gran entrevista –en cinco minutos no me hubiera dicho nada entre sus risotadas tan ricas y sus delirios-, y no fue una gran entrevista, ni entrevista fue, porque yo me paralicé mirando sus pechos operados, sus ojos, sus piernas, su boca, su bocaza. Y luego la miré subir a una camioneta, y le dije adiós, segura yo de su regreso, en un tiempo que yo fuera más profesional y menos calentona. Tenía veinte y pico. ¿Es este el tiempo? Seguro que sí, pero ella no vuelve, y yo sigo fantaseando.
Hay mujeres que fantasean con tríos. Yo no. Pero sí he fantaseado con ciertas policías de tránsito, en pleno tráfico de mi Lima caótica. He fantaseado con ciertas mujeres que van en traje sastre, muy elegantes y apuradas. He fantaseado con chicas imposibles, y con otras, demasiado posibles. He fantaseado con alguna escritora, mexicana también, a la que sí entrevisté y bien (creo). He fantaseado con alguna jefa hace mil años. Y fantaseo con mi novia, felizmente, todavía y por siempre (espero). Fantaseo.
11 de abril de 2009
Hay días
Hay días en los que te preguntas para qué todo este esfuerzo, esta angustia, esta obsesión por buscar la felicidad, el éxito, la comodidad…el amor.Hay días en los que confirmas tu imperfección y lo ilusa que puedes ser al creer.Hay días, como hoy, en los que quisieras dormir y ya no despertarte.Hay días que se rompen con una sola palabra mal dicha.Hay días en los que ya te cansaste, y quisieras ser otra, o no haber sido lo que eres para hacer la ruta de manera distinta.Hay días en los que te preguntas si te asusta quedarte sola en casa, si tienes miedo o si eres capaz de no necesitar a nadie al lado.Hay días que se rompen con una imagen que no te gustó, y quisieras dormir y ya no despertarte.Hay días en los que tu cara frente al espejo te da náuseas, porque refleja lo mal que viviste.Hay días en los que te preguntas por qué tienes la maldita manía de escribir, y encima publicar.Hay días en los que tu cabeza pesa demasiado, y solo quisieras dormirte y ya no despertarte.Hay días en los que quizás debas huir, y no mirar atrás.
4 de abril de 2009
Luna de Hiel en Huanchaco
Luna de hiel en Huanchaco
Ella y yo bajamos del bus, un destartalado y gris vehículo que durante el trayecto parecía a punto de detenerse por siempre. Ella ausente, hablando de fútbol, yo pensando en la noche ardiente que debía esperarme. Había planificado las vacaciones con una esperanza: lograr que me amara, que me quisiera más, que se pegara a mí y descubriera que su vida estaba a mi lado. Cinco noches en Huanchaco y dos en Trujillo. Yo llevaba una cámara de fotos, y la pasión hinchada en una mochila. Nos dirigíamos al hotel, habitación frente al mar, cama matrimonial, y demasiadas ganas de mi parte.Cinco, seis o siete años juntas. Ya no recuerdo cuántos años eran, pero estábamos allí, intentando otra vez. Al menos, eso hacía yo: intentar. Quería que esta vez funcionara, que el mar se pusiera de mi lado, que la arena nos protegiera del mundo, ese mundo que nos había separado desde aquella noche en El Perseo, la discoteca gay-lésbica top de los noventa. La conocí en la pista de baile, un jueves de esos en los que no se paga entrada, una noche de octubre quizás, al lado de un tal Carlos, un gay que sin alcohol podía parecer de lo más macho.La primera imagen de Huanchaco no es una imagen sino un olor: Huanchaco tiene el aroma de Chorrillos, mi barrio, mi playa, mi refugio. Mi urgencia era hacer el amor, el cuerpo me quemaba, siempre me quemaba al lado de ella. Su urgencia era salir y tomarse unas cervezas, tomarse todas, y buscar un lugar para bailar. Yo estaba harta de las cervezas, de la gente, de la juerga, yo solo quería que lo hiciéramos, que comenzáramos las vacaciones con un buen polvo. Ella, en cambio, quería juerga, como si las interminables noches de desbande en Lima no hubieran sido suficientes.-Vamos al pub de allá-dijo, señalando un sitio estridente que no permitía ver a la gente, pero sí las luces mezcladas como un arcoíris nocturno.Y como siempre, ella –la reina de la puta noche- se hizo amiga de todos, brindaba con extraños, abrazaba a la dueña del pub, prometía regresar a la noche siguiente, y se tomaba fotos con desconocidos, mientras yo ahogaba mi garganta de cerveza, mirando a lo lejos una agua negra, el mar de Huanchaco a las 11 de la noche. Su cabellera negra, larga y lacia, era mi perdición, como su silueta imperfecta, su boca de carne ardiendo, y su cicatriz en el pie, hoy no sé si la marca estaba en el derecho o el izquierdo. Sus pechos contenidos me encendían, mi boca recorría sus estrías con placer. Podía reconocerla con los ojos cerrados.Mis ojos debían mirar otro cuerpo para complacerse. Ningún cuerpo me saciaba, ninguna chica me inspiraba.Ella bailaba sola. Y otros bailaban al lado de ella. Ella juraba que no los olvidaría, y yo pensaba que la noche se me iba con el deseo intacto.-Ya es hora de dormir-dije. Y ella no me miró. Las horas transcurrieron pesadas y sin voces nítidas. Amaneció. Cuando el panadero asomó por la calle yo supe que eran las 7 de la mañana, la música languidecía y ella seguía firme, con un vaso de cerveza en la mano.Luego fuimos al hotel. Devastada busqué su boca, y la encontré cerrada, dormida, seca. Despertó cuando era la hora de la cena. Yo había leído Angelitos Empantanados de Andrés Caicedo, y ya me disponía a leer un libro de Puig cuando rompió su estado de inconsciencia para decir que tenía hambre.La noche siguiente sería idéntica. El mismo pub con falsas palmeras, ella bailando y yo mirando la mancha oscura que parecía temerosa de tragarme.-No quiero quedarme aquí hasta al amanecer-dije.-Estamos de vacaciones-susurró ella, al tiempo de gritar salud como la más puta de la noche.-Putas vacaciones-maldije.El panadero me saludó con lástima. Era un tipo regordete, con una cicatriz atravesada en el mentón, la nariz como un pan aplastado. Casi calvo y tan triste como yo.***El tercer día de vacaciones fue más dramático.-Nada de alcohol-ordené.La playa nos recibió muy temprano, tendimos las toallas rojas y casi ni nos miramos.Decidí hacer preguntas, sabiendo que la herida sería mortal, acaso definitiva, o el comienzo del desamor, largo proceso que seis años después me obliga a recordar lo que casi he olvidado. Sí, esta historia la escribo seis años después, libre de heridas y de ese amor enfermo. Pero ese es el final, y no quiero adelantarme.Huanchaco, toallas, arena fina, un cangrejo seco en la orilla. Ella miraba al cielo, yo contemplaba el mar pensando si morir ahogada no sería una buena y romántica idea.-¿No me amas? Maldita sea, no me amas.-¿Qué te pasa?-preguntó.-Me pasa que ya me harté. Las vacaciones son una mierda, tú eres una mierda. ¿Crees que he venido a Huanchaco a emborracharme y a hacer amigos?-Son vacaciones-, respondió, alcanzándome el bronceador para que se lo unte en la espalda. De un manazo tiré el bronceador a la arena. Hundido el Hawaian Tropic, hundida yo.-Yo quería que esto fuera una luna de miel, no una mierda.-Lo que pasa, gordis, es que piensas demasiado. Yo te quiero.-Pero no me amas-dije.-No empieces con tu canción de José José, esa del amar y el querer.-Quiero la verdad, nada más que la verdad.-Te falta sexo-concluyó, lanzándose encima de mí. Su mano dentro, sus besos en mi cuello, dañándome. Me dejé llevar, permitiendo otra vez que fingiera el deseo. Era una actriz. Una porno star sin muchas ganas de trabajar en mi orgasmo. El suyo, por supuesto, no contaba. Ella no tenía orgasmos, y así iba feliz.Esa noche fuimos al pub de la palmera falsa. Yo estaba radiante. Definitivamente, me faltaba sexo. Esa noche bailé salsa, y rock duro. Esa noche fui yo también el alma de la fiesta, hice amigos por horas, y hasta conté chistes. Y otra vez el panadero me dio los buenos días. Caminamos abrazadas hasta el hotel, allí volvimos a hacerlo. Yo estaba ebria, pero lúcida. Ella estaba fingiendo otra vez.-Parece que solo me importa el sexo-murmuré, asfixiada por sus besos.-Lo sabemos las dos-dijo, y siguió su danza de actriz sobre mi cuerpo.La cuarta noche nos sorprendió en medio de un desfile de carnaval. Bebíamos en la calle, como las decenas de trujillanos y de turistas que allí celebraba. Era febrero.Cuando tomábamos fotos a un caballito de totora con dos patas, Laura y Ely nos saludaron. Las chicas nos invitaron a su hotel para beber y bailar. Aceptamos. Laura y Ely parecían muy enamoradas, y las envidié. Yo también tenía buena apariencia, sí, mi dosis de sexo había hecho efecto, como la cocaína en el drogadicto, como la gota de vino en el alcohólico.Otra vez, ella y sus apariencias haciendo parecer que éramos felices. Yo estaba feliz esa noche, falsamente feliz, pero vacía, liviana, capaz de desplomarme con un par de palabras.Al salir de la habitación de Laura y Ely, la abracé y la besé con fuerza. Ella quería escapar de mis labios, mientras yo la mordía, diciéndole maldita mentirosa, puta, maldita. El sexo llegó como siempre, apurado, cumplidor, de película porno. Como perras en celo lo hicimos en la calle, en esa calle oscura que nos llevaba al hotel o al pub, o a la mierda. Luego ella vomitó su lástima:-Ya, tranquila.Y yo la odié, la desprecié, la miré con odio. Yo tenía amor para dar, ella no tenía nada. Yo era una adicta al sexo, a su sexo, y además la amaba. Ella no era ni adicta al amor ni adicta al sexo. Ella solo quería vivir bien la vida.La última noche no hablamos. Simplemente, me refugié en mi libro, Boquitas Pintadas de Puig. Ella se la pasó conversando con extraños en el malecón. En la habitación, ella me preguntó si quería hacerlo. Yo respondí que no, no quería nada. Me dormí, y al despertar corrí a la playa, nadé hasta el fondo. Qué me impedía no regresar… Morirme en Huanchaco sería una deslealtad con mi mar, La Herradura, en Chorrillos. Sería una traición personal, ¿y quién cuidaría a mis gatas?Regresé a la orilla. La miré y sentí náuseas, un dolor en la boca del estómago, calambres en las piernas. No hubo dos noches más en Trujillo. Regresamos a Lima, ella a su casa y yo a la mía, con mis cuatro gatas.Era el comienzo del fin del deseo. Algo se había roto. Hoy –seis años después- puedo decir que en Huanchaco se rompió el amor. Pero el amor no es una taza de porcelana, no se rompe y ya. El amor se rompe lento, paso a paso, y en el camino te engaña a veces, te hace creer que sigue firme y así hasta que un día te das cuenta de que no queda nada.El primer paso de esta historia ha sido escribirla. El segundo será regresar a Huanchaco con mi nuevo amor.
1 de abril de 2009
Tengo una amante
26 de marzo de 2009
¿Te quieres quedar en casa por siempre?
17 de marzo de 2009
Y si ella me fuera infiel
- Portarme como una santa.
- Controlar mis bajos deseos.