12 de octubre de 2009

Este blog se murió

Este es el final de un amor que llenó mi vida durante más de dos años. Lamentablemente, todo tiene su final. Y este blog y yo no damos para más. Me agoté de desnudar el alma y de reírme públicamente de mis tropiezos.

Me harté de no guardarme tantos secretos, y de llevar mi vida posteada en un theme verde estridente. El tiempo y el ánimo no me permiten más. Antes de explotar en un texto prefiero alejarme y guardar mis historias en un USB.

Gracias por haber permanecido pendiente de este espacio, por darme aliento y solidarizarse con mis causas perdidas.

Gracias: estuvieron cuando solo la luz de mi laptop me alumbraba, cuando el insomnio me asfixiaba, cuando la gata no me miraba. Pero ya no hay marcha atrás, ya no hay retorno, ya no hay más blog verde. Un ciclo que se cierra, un pedazo de mí que se queda en el aire, a la espera de un nuevo capítulo que podría estar en la red, como en el papel, como debajo de mi cama.

Bye.




6 de octubre de 2009

Cuando tenía 20 años



Quería acostarme con todas las chicas que se cruzaban en mi camino.

Quería beber hasta que cierre el bar.

Quería aprender a bailar.

Quería tener mi billetera llena de dinero para las noches locas.

Quería una computadora y un beeper.

Quería firmar mis notas en el diario.

Quería escribir cuentos sórdidos.

Quería hacer un trío con dos chicas de cabello negro.

Quería enamorarme perdidamente de una mujer llamada Alejandra (que solo existía en Sobre Héroes y Tumbas de Sábato).

Quería un departamento.

Quería ser ‘mamá’ de una gata.

Quería tomar café como los grandes.

Quería un equipo de música, y una tele a color.

Quería mandar a la mierda a toda mi familia.

Quería recibir cartas de amor.

Quería dormir a las 5:00 a.m., y ver el amanecer con un cuerpo desnudo al lado.

Quería hacerlo en la playa, de noche, y tomando sangría o vino en caja.

Quería terminar la universidad y conocer el éxito.

Quería escaparme con alguna chica fuera de la ciudad y decirle Te amo sin amarla.

Quería preservar mi rol de activa en la cama.

Quería grabar en un casete canciones de amor.

Quería pintar las paredes de mi habitación de rojo.

Quería fumar una cajetilla de cigarros sin ahogarme.

Quería una reconciliación de película, en plena calle, rodeada de autos y de gente que se conmovía y espantaba ante la cursi e inusual escena en la Lima pacata de los 90.

Quería recordarle todos los días a mi madre que era independiente gracias a mi trabajo.

Quería todas las botas rudas del mundo.

Quería tropezarme con todos los errores hasta aprender la lección. ¿Cuál? La de la vida, esa que desconocía, y que en el fondo me daba menos miedo que hoy a los 34.

24 de septiembre de 2009

Tengo derecho a estar mal





La letra de esta canción podría ser boba para muchos, pero a mí me gusta desde hace demasiado tiempo. Lo peor es que encaja perfecta en mi estado de ánimo.

Allí va:

Tengo derecho a estar mal
levantarme y tropezar
a reinventar de nuevo lo que soy
a cometer el mismo error

nunca sabré a dónde voy
olvidaré mi dolor
le apostaré al amor
tengo derecho a estar mal
me volveré a equivocar

tengo derecho a estar mal
pero me voy a aguantar
tengo que liberarme
para poder respirar

tengo derecho a estar mal
tengo derecho a cantar
lo que hay en mi corazón
lo que escribí con mi dolor

tengo derecho a estar mal
déjame sola... llorar
no me importa lo que digan
si la decisión es mía
ya está escrito mi destino
sé que yo encontraré mi camino
puedo ser lo que quiero ser,
puedo equivocarme y no lo negaré
todo está esperando por mí
solo estoy aprendiendo a vivir



PD: A los 34 también se aprende a vivir. En eso estoy.

19 de septiembre de 2009

¿Seré lesbiana?




Alguien se me acercó a plantearme esa pregunta. La verdad es que no sabía la respuesta. Pero ella quería saber, y yo –supuesta experta- tenía que ensayar algo para no defraudarla. Lo primero: no corras, las circunstancias te ayudarán a resolver esa interrogante. Lo segundo: experimenta si te provoca. Lo tercero: no tengas miedo, nadie te va a comer, ¿o sí?

Entiendo que a muchas chicas les pasa esto por la cabeza cuando tienen entre 17 y 20, y una amiga –sí, una sola- se transforma en imprescindible, necesaria y vital. La confusión es natural, sobre todo si sueñas con ella, y si tus sueños son hot. Pero que a los 30 y algo te enfrentes a esa duda debe ser un descalabro.

Me llegó un email de alguien que pronto cumplirá 40 años. Resulta que en los últimos 12 meses viene sintiendo algo que no sabe explicar por una compañera de trabajo. “Es tan bella que me estremece”, me escribió. Dice la señora X que no puede dormir de solo pensar que quizás es lesbiana.

En cualquiera de los dos casos yo creo que dar el paso hacia ese abismo que es el descubrir resulta lo más saludable, así no te mueres pensando que quizás no fuiste lo que siempre quisiste ser, o que algo faltó en tu vida para alcanzar la plenitud. Sí, es un juego peligroso. Para X, casada y con hijos, es un drama, un tema del que ya habló con un psicólogo. X dice que no encontró la salida en la terapia, y sigue con esa angustia.

Todos los viernes, X y su amiga V abandonan la oficina, se dirigen a un bar y toman unos tragos para relajarse. Hablan de cualquier cosa y solo una vez se han acercado más de lo habitual. En aquella ocasión, X reaccionó y dijo: “No soy lesbiana”. Los labios de su amiga se cerraron. X piensa que algo iba a pasar.

La rutina de los viernes sigue... Intacta, urgente, asfixiante. X tiene miedo. V -que también es casada-, debe experimentar lo mismo. "Aunque podría ser que yo soy lesbiana y ella no", especula X.

“¿Cómo dar ese paso sin herir a tu esposo y a tus hijos?”, me pregunta X. Es habitual pensar en no dañar a los que quieres. Digamos que en la vida lo último que debes hacer es herir a los que te han hecho feliz, pero hay ocasiones en las que el destino te impone dar pasos impredecibles para contrastar tus sentimientos, tus deseos, tus pesadillas. Esa es mi regla, aunque yo confieso que el miedo también me domina y paraliza. No obstante, insisto: hay que caer en ciertos abismos para que la muerte no se ría en nuestra cara por todo lo que nunca nos atrevimos a hacer.


10 de septiembre de 2009

Analízame




Ella está sentada en su cómoda silla. Yo estoy mirando mi iPhone, pero la escucho.
Ella pregunta qué espero de una mujer y toma nota.

Me gustaría despertar todas las mañana a su lado. Podemos darnos la espalda a la hora de dormir, pero al abrir los ojos me gustaría contemplarla y decirle: “Qué lindo día” o “Será un día de mierda”.

Me gustaría pasar el café por las mañanas, mientras ella mira si no me olvido nada en la cartera.

Me gustaría que ame profundamente a mis gatas como yo. Y si por cosas de la vida no las ama tanto, por lo menos, me encantaría saber que las acepta y las cuida porque son mi adoración.

Me gustaría que al llegar el fin de semana, ella y yo tengamos muy claro que sábado y domingo son para las dos.

Me gustaría que entienda mi pasión por las cosas que a diario hago, que no las menosprecie, y que me apoye cuando me vea desesperada, en angustia o sin ánimos.

Me gustaría que reviva mi pasión por la cocina.

Me gustaría que sea honesta con sus sentimientos, que no me mienta, que maneje mis iras y me transmita calma.

Me gustaría que proyecte su futuro a mi lado. Que diga NUESTRO futuro.

Me gustaría que entienda que soy un fosforito, que mi rabia dura cinco minutos y luego me mato de la risa.

Me gustaría que considere que las dos somos una fuerza, una pareja, una familia.

Me gustaría que no guarde rencores.

Me gustaría que me contagie de su alegría.

Me gustaría que ordene mis libros.

Me gustaría que me aparte un poco de la computadora, y me acerque a su piel.


-¿Hay algo más que esperas?-pregunta la doctora.

-Todo podría resumirse en la palabra felicidad. Ser feliz no es estar con la sonrisa en la cara todo el tiempo. Ser feliz es encontrar en quien amas tu refugio, tu paz y tu calma.

-¿Sientes que eres feliz?

Ella apunta mi respuesta.

Abandono el consultorio pensando si le mentí o si le dije la verdad. Enciendo un cigarrillo en el taxi, veo las calles sucias de mi ciudad, me lleno de tristeza por lo gris que es todo. Quisiera bajarme del carro y correr. Quisiera dejar de castigarme con preguntas, entrar a un bar como en los viejos tiempos y conversar con un amigo o con una amiga. Me gustaría que ello ocurra al mediodía, en el Juanito de Barranco, por ejemplo. Y luego terminar en Chorrillos, mi barrio, mi sitio, libre de pesadillas, nostalgias, culpas e ilusiones muertas.

Pero al regresar a la realidad me encamino al Centro de Lima, donde el caos me empuja. La vida sigue con su ritmo demoledor, y ya no sé hasta cuándo.

29 de agosto de 2009

Un sueño, una señal




Pensar en el futuro no te deja vivir el presente. Puede ser que esta frase sea cierta. Yo no sé de dónde la saqué, tampoco recuerdo si la inventé. Es sábado, estoy en casa, he dormido demasiadas horas, y solo las gatas me acompañan. He soñado con el futuro, y lo extraño de todo es que el escenario que me rodeaba no era este, el de las paredes verdes, el del cigarrillo humeante y el café caliente cerca.

No era yo, quizás. Era otra persona, rescatada y liberada de las angustias cotidianas y eternas. Pero en ese sueño me encontraba en una casa grande, de paredes blancas, con un jardín amplio para las mascotas y un espacio para la parrilla. En ese sueño yo reía, y sentía que mi vida era medianamente predecible y cómoda, imposible de romper. En ese sueño no había una mujer, pero sí alguien –sin rostro y sin sexo, como una sombra- que me decía palabras gratificantes, que no me reprochaba nada, y que me conducía sin miedos a dormir a su lado, que abría sus ojos y me miraba, que me daba fuerzas para seguir, y que me repetía que yo era invencible y que siempre sería capaz de derrotar a los fantasmas.

Al despertar me pregunté cuál era la razón de tanta angustia, de tanta tristeza inmóvil, y devastadora. Sí, la depresión nuevamente. Esa enfermedad que regresa, y que a unos paraliza, y que a otros vuelve fuentes incontenibles de creatividad y de trabajo. Yo pertenezco al segundo grupo, lo cual es un alivio para mi desarrollo profesional. Pero, ¿y hasta cuándo esta pena, este vacío estúpido, este dolor que se te instala en los huesos?

Cuando trabajo mis penas se postergan, y quedan refundidas en alguna parte. Cuando me declaro en descanso total, la pena se aloja en mí, y entonces soy la misma de toda la vida, preguntándome qué pasará mañana, qué libros leeré, qué labios besaré, qué mujer me mirará a la cara al despertar, qué hijos no tendré, qué gatos me faltarán, qué familia habré adoptado, qué cuerpo será mío, qué marca de cigarrillos fumaré, qué países visitaré, qué casa habré comprado, qué rupturas habré sumado a mi lista, qué canciones cantaré, qué color de cabello tendré, qué cantidad de kilos bajaré, qué médicos conoceré, qué amigos habré perdido, qué teléfono más poderoso que el iPhone 3GS tendré, qué laptop me acompañará para escribir mis historias, qué cremas me servirán para disimular las arrugas, qué terrenos pisaré.

Demasiadas preguntas, demasiadas angustias… en una tarde de sábado.

20 de agosto de 2009

Aparece/desaparece




La angustia/ la felicidad en pedacitos.
El dolor / El no sentir.
Tus pechos/ Mis pies helados.
Mi gata/ Mi gata
La furia/ La paz.
La mujer/ La niña
La lágrima/ La sal en tus labios.
El insomnio/ El sueño.
El vacío/La psiquiatra.
La lesbiana/La que no es.
El departamento alquilado/La casa de otro.
El clítoris/ Una frazada.
El mar/ El desierto.
La mentira/ El duelo.
La ilusión/ La sombra.
El pasado/ El presente.
La soledad/ La gente que camina y no te mira.
La hoja en blanco/La pantalla luminosa.
Mi gata/Mi gata.
La adrenalina/El adormecimiento
La fidelidad/La infidelidad.
El café/ El té verde
El cigarrillo/ La vida que se extingue
El miedo/ Un puñete en la pared
Las horas/ La vida
La tristeza infinita/Las pastillas
La agonía/ El blog

4 de agosto de 2009

La galleta del infortunio de Facebook



Es una estupidez quedarte pensando en los mensajes fabricados y crueles de la galleta verde del infortunio de Facebook, pero como suele pasar con esas cosas al azar sin sentido que un vidente, un monito o un papelito dentro de la botella te dicen… Te quedas pensando, y sacas conclusiones, y te sugestionas, y te preguntas por qué mierda tenía que haber salido justo eso, por qué!!! Por lo menos, a mí, eso me suele pasar con cierta frecuencia.

La galleta del infortunio aseguró hoy que el amor de mi vida me diría para ser solo amigos. No puso amigas quizás porque en su chip no está registrado el amor de dos lesbianas. De hecho, la primera vez que la saqué vomitó esto: “Las personas faltas de amor y con tendencia sexual dudosa son adictas a Internet”. ¿Me sentí aludida? Un poquito, la verdad. A veces siento que me falta amor, mi tendencia sexual (si la palabra tendencia vale, en fin) no está en duda ni a prueba, pero el mundo podría llamarla DUDOSA, como cuando califican como de DUDOSA PROCEDENCIA a un objeto robado o falso. La homofobia sutil es virtual y latente hasta en las cosas más mínimas. Y sobre mi adicción a Internet, la puta galleta verde no estuvo tan desquiciada.

Quizás sí, estoy demasiado conectada, y no me despego de mi iPhone. Quizás padezco algún grado de adicción a Internet, y todo es consecuencia del desamor y de esa tendencia sexual que todavía llama la atención y consterna a ciertas mentes y corazones intolerantes.

Sí, son bobadas. Ustedes me dirán que no crea en eso, que no hay ningún valor científico en el resultado, que un loco creó esa aplicación para arruinarnos el día y hacernos sentir infelices. Pues sí. Lo sé. Pero cómo diablos se te quita de la cabeza la posibilidad de estar pisando esa línea entre la tierra y el infierno. ¿Cómo?

Algunos datitos sobre la galletita verde:

Más de 44,000 fans tiene la aplicación de la galleta del infortunio en Facebook.

Las galletitas reúnen un grupo de frases recopiladas por los usuarios. Apuntan al humor y no al odio. Según sus creadores, "existen varias versiones de la misma optimistas, si se siente ofendido recuerde que: "somos pesimistas porque nos gusta que el mundo nos de la razón tarde o temprano"".

Estas putas galletitas no son tan inocentes. Miren de los que se les acusa aquí.

Alguien recopila los mensajes de sus galletitas (pero de la fortuna) en un post

Lo que dice la gente de las galletitas en Twitter aquí

PD: Sí, este post podría ser tildado de bobo. No importa. Quería escribirlo.
Me pueden decir que deje de abrir galletitas. No lo haré hasta que me canse. Así soy yo: un 99% terca.


21 de julio de 2009

Tres años juntas




R y yo cumpliremos tres años en algunas horas. Un día como hoy, ella y yo nos sentamos a tomar un café. Nos habíamos conocido dos meses atrás gracias a un anuncio que yo puse en una página de contactos, como quien tira una moneda al aire y cierra los ojos.

A la semana nos encontramos en la puerta de un McDonalds: yo me sentí cautivada, intrigada, y bastante nerviosa. Ella no fue muy efusiva. Extrañamente, yo me convertí en una lora, intentando contarle mi caótica vida en lo que duraba el café.

Los días y las semanas posteriores fueron de puro chat, quizás algunas salidas, pero el panorama lucía sombrío: Yo seguía amarrada a mi ex, y ella no confiaba en nadie, menos en una chica capaz de colocar un busco novia en la red.

Pero un día como hoy, en el mismo café donde esta noche nos detuvimos para comer un helado, ella me dijo: “Vamos a probar, a ver qué pasa”. Ni el tono de su voz, y menos su mirada me dieron pistas de que la relación tendría futuro.

Decidí probar, pero no tenía muchas esperanzas. Yo sentía que era un experimento para ella, y R creía que yo no podía desamarrarme de mi pasado.

Estos tres años han sido muy intensos, a las dos nos pasaron muchísimas cosas, y aquí estamos, enamoradas y en paz. Ya no soy un experimento, y mi pasado ya no estorba. Seguimos peleando a diario –por chat y face to face-, pero no podemos separarnos. Y lo hemos intentado, pero 24 horas después, ella y yo nos abrazamos, y seguimos caminando juntas, capaces de vencer todos los temporales que nos sacudan, que hasta este momento ya han sido varios.

Yo espero que aquí, con ella, acaben mis historias con las mujeres, que ella sea la última. Y confío en que ella piense lo mismo. Estoy enamorada, y tan cursi como de costumbre, quería volver a postear en este blog que nació por ella, y para ella.

Te amo, baby.

8 de julio de 2009

Derrumbando lesbianas

(Columna publicada hoy en Perú.21)
Ilustración: Sheila Alvarado para Sobre Sexo, Perú.21

Derrumbando lesbianas

Este no es un manual y, menos, una radiografía. No voy a hacer el perfil de la lesbiana promedio ni trazar el prontuariado de la lesbiana peligrosa. Esta columna, escrita en el calor de la 'abenciamanía’, solo apunta a desmentir algunas barbaridades que se han dicho en estos días respecto a cómo aman las mujeres que decidieron compartir la vida y la cama con otra mujer.

MITO: Una lesbiana desea convertirse
en hombre.

Incluso, cuando lleva una pistola en el cinto –como la cantante Chavela Vargas en sus tiempos más fogosos– o cuando su voz es ronca y su andar rudo, una lesbiana no desea convertirse en un hombre. No sueña con tener un pene. No lo imagina colgándole entre las piernas, no lo necesita, no lo busca.

Se susurra –porque estas cosas no se dicen frente a frente– que una lesbiana desea desesperadamente penetrar y que ansía un falo invencible. Lo murmuran muchos hombres, ilustrados o no, olvidando quizás que sus penes despiertan y duermen, más allá de sus propios deseos y batallas. Invencibles no lo son. Y las lesbianas lo tienen claro, convencidas también de que sexo no es sinónimo de penetración y disfrutan siendo mujer con sus mujeres.

Hay mujeres rudas bien heterosexuales, como lesbianas bien ladys. Hay de todo, pero pocas veces una obsesión enfermiza y devastadora por transformarse en hombres, porque justamente las dos protagonistas de esta historia (la que te quieras imaginar) decidieron vivir su vida y su sexualidad sin un hombre. Que no se confunda transexualidad con lesbianismo.

MITO. Dentro de la pareja lesbiana, una es el hombre y otra la mujer.

Los roles: activa y pasiva. Activa es la que penetra con uno o más dedos a su chica o con algún juguete sexual de forma fálica. Pasiva es la que se deja penetrar. Es fácil señalar –en función de la apariencia física y hasta de la cantidad de maquillaje– que una hace el papel del hombre y, la otra, el de la mujer. Sin embargo, en una relación de dos mujeres existe una tercera opción, la más frecuente además, y la que más se goza.

Me refiero a ese término bobo, pero necesario de mencionar, llamado MODERNA: la que penetra y se deja penetrar, o toca y se deja tocar, la que arremete con fuerza a su amante, al tiempo de dejarse tomar en sus brazos.

No es habitual que, dentro de la pareja, una le diga a la otra “yo soy el macho y tú, la hembra”. La relación fluye muy al margen de los roles, etiquetas o patrones. El deseo no tiene reglas, y la entrega no pone reparos en lo que supuestamente parecen ante la sociedad, que las clasifica en masculinas (machonas) o femeninas (ladys).

La investigadora Alicia Gallotti, autora del Kama Sutra lésbico, afirma que “uno de los rasgos singulares y acaso más positivos en las relaciones lésbicas es que los roles son intercambiables y, generalmente, mucho menos definidos que entre los heterosexuales”.

Pero, ¿quién lleva los pantalones? Como en cualquier relación, al margen de la orientación sexual, habrá alguna que se imponga más, que tome más decisiones o que lleve las riendas. Y, al igual que en cualquier pareja, una de las dos tendrá más iniciativa en la cama, más punche y más creatividad. Eso no pasa por ser el macho.
Acotación de Gallotti: “Hay lesbianas que no admiten ser penetradas”.
Las que decididamente tienen una apariencia masculina-activa suelen buscar amantes o una pareja femenina-pasiva. Pero no son todas, no hay que generalizar.

MITO: Las lesbianas son las reinas del sexo oral.

Y, aunque esto afecte la reputación del 'gremio’ (sorry, compañeras), lo cierto es que ese es otro mito devastado por la realidad. El famoso cunnilingus es, ciertamente, una práctica frecuente entre una pareja de lesbianas.

Se murmura con muy mala onda que, a falta de pene, las chicas emplean su lengua. No se dice que la ausencia de un falo desarrolla lenguas poderosas, capaces de desatar orgasmos en menos tiempo que un pene promedio. Y tampoco se dice que las lesbianas con esta capacidad son parte de una élite, porque muchas, pese a la experiencia y al afán, no están dotadas para este arte. Un ejemplo más de que, aquí, la orientación sexual poco tiene que ver. Un@ es buen@ amante o mala amante, muy al margen de si es heterosexual u homosexual.

MITO: La lesbiana es enemiga de los hombres, y es así porque fue violada o abandonada.

En la vida de las lesbianas, los hombres no son ratas peludas ni los malos de la película. Al contrario, son buenos amigos, consejeros y apoyo.
Las investigaciones de Gallotti refieren que es falso pensar que una mujer acaba interesándose en otra mujer por alguna experiencia sexual negativa o insatisfactoria, y menos por una historia de violencia o agresión sexual.
Las lesbianas pueden rechazar el machismo, pero no odian a los hombres. Incluso, tienen actitudes machistas, como cualquier varón y mujer
heterosexual.

MITO: La lesbiana es posesiva, peligrosa, 'mujeriega’ y capaz de matar por amor.

Ojalá se hicieran estadísticas para confirmar que la mayoría de crímenes pasionales fue protagonizada por parejas heterosexuales y no por homosexuales. A la espera de este registro, queda precisar que nada más falso que clasificar a la lesbiana como posesiva, celosa y peligrosa. Hombres y mujeres lo son, muy al margen de su orientación sexual.
El sentimiento de 'mi propiedad privada’ no tiene género y es nocivo en cualquier bando. Es lamentable que presuntos psicólogos o psicoterapeutas hayan hecho en estos días desinformadas y prejuiciosas declaraciones al respecto, clasificando a las lesbianas como si fueran ganado.
¿Son inestables, infieles y no pueden sostener una relación formal? Falso. Generalizar es un absurdo, como decir que todos los hombres son 'mujeriegos’ e incapaces de amar a una sola mujer.

MITO: La lesbiana vive obsesionada con el sexo y es una depredadora sexual.

Los adictos al sexo son mayoritariamente hombres heterosexuales. Los depredadores sexuales (abusadores, violadores y más) son, igualmente, hombres y heterosexuales. Y no por ello se dice que los hombres son adictos al sexo y depredadores sexuales. Las patologías y el prontuariado no pasan por la orientación sexual de nadie. Las disfunciones sexuales, además, afectan a hombre y mujer, muy al margen de su orientación sexual.

MITO: La lesbiana es un ser sufrido, desdichado y marginado.

En esta sociedad con altas dosis de homofobia, es cierto que las lesbianas –cada vez menos invisibles– sufren circunstancias adversas a diario, pero no son las más tristes y jodidas del planeta. La violencia golpea más a las mujeres heterosexuales.

Los feminicidios no son patrimonio lésbico. La violencia familiar se da, con implacable fuerza, en hogares heterosexuales con historias de embarazo adolescente, aborto, maltrato y muerte. La marginación castiga más a los transexuales y, aunque esto no es un consuelo, la verdad hay que decirla

29 de junio de 2009

Abencia y Alicia: un amor de mierda




Un amor de mierda no es amor. Es simplemente eso: una mierda.
Capaz de destruirte, de romperte en pedazos, de transformarte en un gusano rastrero que espera una caricia para sonreír, o que tiembla de miedo cuando una mirada te dice lo que debes hacer, o lo que debes callar.

Abencia Meza y Alicia Delgado eran –para quienes no son de Perú- una pareja de cantantes que prefería presentarse al mundo como amigas, simplemente amigas, mientras se acariciaban y se peleaban en público.

No sé cuántos ingenuos creían que eran solo amigas, no lo sé, y no importa ahora. Alicia fue golpeada, acuchillada y asfixiada. Está muerta. Y Abencia Meza es una de las principales sospechosas, quizás en las próximas horas sea detenida, quizás en las próximas horas diga su verdad, quizás después de esta historia que la prensa no soltará en bastante tiempo los homofóbicos salgan al frente para decir que las relaciones retorcidas –léase lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans- acaban así.

¿Quién no ha vivido un amor de mierda? Cualquier amor –homosexual o heterosexual- que se hunde en el fango de los celos, la desconfianza, la prepotencia, la mentira, y la angustia termina mal.

A veces el final es devastador para cualquiera de los dos, o para los dos. Y a veces lo que acontece es la muerte con su rostro más horrendo: porque a las fotos del cuerpo desnudo y magullado de Alicia se suman los primeros análisis de los peritos: semen en el cuerpo de la víctima. Y eso no es todo: A Abencia, todavía inocente, la familia le prohíbe asistir al velatorio y al entierro de su mujer; la acusa del homicidio y pide justicia; y en la televisión, la ‘viuda’ cambia abruptamente de humor, entre la angustia y la revancha, revelando su amor más cándido y desnudando las miserias de lo que fue una convivencia de casi diez años, en los que quizás una amó más que la otra; años en los que el odio iba y venía de parte de las dos.

Alicia estaba en el clóset (con la puerta casi abierta) y Abencia vivía la vida con sus pistolas, y sus poses de macho con aretes, rubor y labios pintados. A veces pensé que eran la una para la otra, pues las dos parecían muy cómodas llevando su amor sin declarar a la televisión, para luego abrazarse, pelearse o juguetear en un sauna donde todos sabían de sus encontronazos y apachurramientos.

Confieso que a esta pareja casi no le presté atención por seguir el juego burdo de los problemas cómicos, y recién ahora me fijo en los detalles.

Me llama la atención que Abencia haya adoptado una niña para las dos (no sé bajo que leyes), que delante de las cámaras Alicia haya proclamado un romance con un muchacho, mientras seguía alimentando las esperanzas de Abencia, o cediendo a sus amenazas para continuar la relación.

Me intriga que una mujer de casi clóset como era Alicia se haya dejado besar y piropear por una mujer a la que negaba como pareja, y con la que públicamente compartía la casa. Es todo tan oscuro, tan dramático, tan lamentable, y tan sórdido que casi podría pensar que ni siquiera con la captura del asesino, de la asesina o de los asesinos este amor podrá ser comprendido, porque los amores de mierda no tienen explicación, y menos leyes.

Al margen del desenlace me queda claro que un amor retorcido difícilmente prosperará. Pero es retorcido no por la orientación sexual de sus protagonistas sino por la falta de respeto que había entre las dos, por el odio que se había instalado en sus corazones, y por esos reclamos cruentos que a diario explotaban en las caras de las dos. ¿Acaso este patrón de amor de mierda no es tan heterosexual como homosexual? Ojalá que las familias homofóbicas, la prensa y los líderes de opinión lo tengan en cuenta.

ACTUALIZACIÓN: La Policía capturó a Pedro Mamanchura, ex guardaespaldas de Alicia Delgado. El sujeto ha confesado el homicidio por encargo. La autora intelectual: Abencia Meza.

16 de junio de 2009

Mi ex no me necesita




No me refiero a una chica. Estoy hablando de él, de mi primer y gran novio. Hace unas semanas llamó, dijo las palabras tiernas de siempre, y planteó una cita.

Confieso que no tuve corazón para decirle que NO, pero tampoco pude decirle que SÍ. Simplemente prolongué la espera (la suya), y seguí de largo. Hubo más llamadas y más evasivas mías, hasta que en una me agarró de un humor fatal y casi le colgué.

Ayer mi madre llamó diciendo que él estaba muy solo y triste, y entonces tuve claro que el peor consuelo para alguien herido como él –no por mí, sino por la vida- sería sentarse frente a frente con su ex (lesbiana además), para planear un imposible.

Todo terminó cuando yo iba a cumplir 18 años. En diciembre cumpliré 35. Él está divorciado, y tiene dos bebés que no conozco, pero que van a la escuela con mis hermanos, y hoy se habla con mi madre, la misma que siempre creyó que ni él era para mí, ni yo para él. Creo que se cruzan cada mañana, porque apenas unas casas los separa. Creo que mi mamá se siente culpable por haberse opuesto tan fieramente a aquella relación. Y creo también que ya le pidió disculpas por las bofetadas que le pegó cada vez que me encontraba en sus brazos. Creo.

Yo estoy enamorada, soy lesbiana sin retorno y no quiero explicarle otra vez que un dia me dejó de inspirar, sí, el día que comencé a marcharme como alguna vez conté.

Pasa –y lo sé muy bien- que cuando a un@ le va todo mal con la pareja busca una aventura nueva o recicla a un ex. Se piensa en los ex tomando lo mejor de ellos, con la esperanza de pegar los pedacitos que quedaron de la relación. La vida me ha enseñado que lo que se rompió ya no se puede reparar, y hay que mirar hacia adelante. Me costó llegar a esa conclusión genial, claro está.

Yo podría ser su amiga, pero sé que él sigue pensando que a los treinta podemos volver a ser los adolescentes que se amaban, y que soñaban con casarse, y tener una linda familia. Nuestra historia terminó, y a él le está pasando lo que a mí hace muchos años: cuando todo fallaba con mi pareja de turno miraba atrás pensando en reanudar lo que se acabó. Alguna vez lo intenté, hubo segunda y hasta tercera oportunidad… ¿Qué pasó? Reabrimos nuestras heridas, y nos partirnos el corazón en más pedacitos.

Por eso, tomo distancia y solo espero que no se refugie en una esperanza del pasado. De todo su pasado seguro que yo soy lo menos conveniente para él, y así yo fuera la mejor mujer del mundo, la que él todavía espera, yo ahora amo a una mujer... Y mañana también.

5 de junio de 2009

Mi suegra no me quiere


  • Porque soy lesbiana.
  • Porque soy gorda.
  • Porque fumo.
  • Porque en mi departamento hay una espléndida cama matrimonial donde su hija (mi novia) y yo dormimos muy abrazadas.
  • Porque tengo cuatro gatas.
  • Porque mi novia (su hija) me dice bebé.
  • Porque soy periodista y no tengo nada que ver con las computadoras, como mi novia (su hija), la experta en sistemas. Quizás no sabe que yo estoy más tiempo en las computadoras que mi novia (su hija).
  • Porque quiero hacer una vida con su hija.
  • Porque la vecina ha dicho que yo salí en la televisión y en los periódicos por lesbiana, como si la gente saliera en la televisión solo por ser gay.
  • Porque alguien le dijo que su hija y yo peleamos, como la gente y las gatas pelean cuando algo les molesta.
  • Porque quizás no tengo la categoría de ‘divorciada’, ‘viuda’ o ‘separada’, y menos ‘casada’, como ‘corresponde’ a toda mujer decente.
  • Porque cree que los ‘desviados’ (nosotros) damos mala suerte.
  • Porque no soy el novio que ella presentaría a la familia entera. Porque soy la novia de mi novia, y eso es difícil de explicar.
  • Porque cree –como muchos- que ser lesbiana es una enfermedad, y una vergüenza, algo que hay que combatir y evitar.
  • Porque quizás presume que no le haré mucho caso, y seguiré abrazada a su hija, aunque ahora me vea obligada a no asomar por su puerta.
  • Porque de repente ya descubrió en los ojos de su hija (mi novia) el tamaño de nuestro amor.
Yo no soy optimista, pero creo -espero- que muy pronto ella me conozca, y me quiera un poquito.

27 de mayo de 2009

Manual para decirle a tu mamá que eres lesbiana


Sí, cada mamá es diferente, y cada realidad es un mundo, un mundo raro, como canta Chavela Vargas. No todas tienen la suerte que tuve yo, pero tampoco fue tan sencillo. Hubo una estrategia que apliqué siguiendo mi intuición, porque a los 18 o 17 y pico uno no sabe tanto de la vida como para planificar grandes batallas, pero algo hice y esto fue.


No disimulé mi amor por la ‘amiga’ que era mi novia. Salíamos a todas partes juntas, dormía en mi cuarto, desayunaba en mi casa, yo me quedaba a pasar la noche en su depa familiar, jugábamos delante de mamá y de todos los presentes, planificábamos los fines de semana, y hablábamos por teléfono sin pausa.

No me inventé un enamorado-novio. Recién había roto una relación heterosexual y ante el mundo estaba sola, y muy feliz. Así me la pasé hasta un año y medio después o quizás algo menos cuando mamá se enteró.

No lo negué. Cuando mi madre espió por la puerta casi abierta de mi habitación y me encontró abrazada a mi novia, y luego me llamó para conversar opté por respirar hondo y decirle: “Sí, ¿y cuál es el problema”. Mi mamá lloró y casi podría jurar que quiso darme una bofetada. Yo me adelanté: “Pegándome no arreglarás nada, las cosas son así”. Mi mamá insistió en que ‘eso’ no era normal, que yo estaba confundida, que quizás había sido un error haberse opuesto a mi noviazgo con P, mi enamorado desde que era una adolescente. Repliqué a mamá: “No, mamá… A P. ya no lo quiero, ya no me gusta, ya no me interesa. ¿Por qué te cuesta comprender? Además, creo que tenías razón… P no era para mí”.

No cambié de actitud. Mi novia siguió en casa. Creo que miraba diferente a mi mamá o creo que mi mamá la esquivaba. En esas estábamos cuando de casualidad llegó a mis manos unos volantes sobre la homosexualidad, donde decía que ser gay, lesbiana o transexual no era una enfermedad. Me aprendí el discurso. Porque yo era lo que era, pero no tenía más información. Ni siquiera sabía que habían movimientos que luchaban por nuestros derechos. Y además ignoraba que fuéramos tantos.

Eduqué a mamá. Llegué a casa un día con esos volantes y los dejé en su habitación y desaparecí. Al día siguiente, mi mamá preguntó: “¿De dónde has sacado esas porquerías?”. Le conté que me los habían repartido en el ómnibus. Y le entregué otro. Mamá me miró extrañada y me pidió que no dejara de estudiar, también sugirió que abandonara el trabajo (en el canal donde practicaba conocí a mi novia), pero yo le dije que no iba a abandonar ni los estudios ni el canal.
“¿Y perderás la beca?", preguntó. Yo le juré que no. Y así fue. No perdí la beca, dejé algunos ciclos y regresé, y me volví a ir de la universidad, pero a mi mamá no le costó un sol mi educación. Yo seguía en los primeros puestos, muy feliz además. En todo ese tiempo, mientras regresaba de clases y me iba al canal, y abrazaba a mi novia, seguía llegando a casa con más y más volantes. Mamá los leía y los rompía o los escondía. Un día mi abuelo me increpó lo “rara” que me había vuelto. Y me dijo casi a gritos que yo era una enferma porque la homosexualidad es una enfermedad. Cuando pretendía defenderme mi mamá apareció y le aclaró a mi abuelo que yo no estaba ni enferma ni nada, y que me dejara en paz. Luego busqué a mi madre para agradecerle y ella me regaló una sonrisa, me abrazó y me dijo que no se iba a meter, pero “no exageres y si puedes luce más femenina”. Me pinté la boca y me puse unos aretes. Mamá me regaló otra sonrisa.

Le confesé mis problemas de pareja. Al cabo de unos años cuando mi mamá todavía no se acostumbraba tanto al asunto, y en plena crisis con mi primera pareja, mamá me encontró llorando. Le dije la verdad: “He sido infiel, y K. no me perdonará”. Mi mamá sospechaba la identidad de la ‘otra’, y me dijo: “Encima, tenías que ser como tu padre. No te conformas con una y buscas otra”. Yo seguía llorando. Y mi madre, otra vez, sabia, me soltó esto: “Esa chica (la otra) no me parece buena para ti. Te hará mal. Pide perdón a K, y pórtate bien. No seas como tu padre con la mujer que te quiere”. No le hice caso a mi madre: Me fui con la chica que me haría mal, y me porté como mi padre, pero mamá estaba a mi lado, y a pesar de nuestras diferencias, varias veces la encontré planeando mi retorno con K.


Es posible que mi mamá sea una especie rara, capaz de comprender o de leerse un volante sin vomitar o amarrarme en el cuarto. No sé bien qué pasó por la cabeza de mi mamá, y tampoco podría definir de qué madera está hecha, pero puedo asegurar que salir del clóset ante ella fue una buena idea, y la razón para seguir saliendo, sin vergúenza ni miedo, ante los otros, el resto, los menos importantes en mi historia.

16 de mayo de 2009

Tus amigos virtuales



Ya perdí la costumbre boba de cambiar mi estado civil en Facebook cada vez que peleo con R. Sin embargo, persisto en colocar mensajes estupidos como: “Más sola que una mosca” / “…y un día se manda todo al diablo, y no hay retorno” o “Esperando que R. me preste atención”.

No sé cuándo perdí el pudor. Quizás todo empezó cuando nació este blog, y mis problemas sentimentales, y felicidades también, quedaron en vitrina. Descubrí entonces que más personas de las que imaginaban estaban al tanto de mi minúscula existencia.

Desconocidos me preguntan cómo está R. en medio de una reunión cualquiera (léase conferencia o un evento como el del Día del Internet), o gente de la que apenas conozco el nick pregunta por Vodka, mi gata; o me pide el teléfono de César, mi brujo, o el celular de mi psicóloga.

“Lo que te hizo tu ex es realmente horrible, te entiendo”, me escribió alguien en Twitter. Y yo me quedé de una pieza. Antes de preguntar cómo sabía, desde dónde me estaba espiando, o si conocía a mi ex... recordé mi vida escrita en este blog.

Era una chica española, lesbiana, que vivía en Canada, que sabía tanto de R., como de mi sabrosa causa. Y así podría enumerar demasiados ejemplos de chicas y chicos que se declaran mis amigos de Twitter, de Facebook, del blog. Y yo también los identifico así: mis amigos del blog, de Twitter, del Facebook…

Si me preguntaran si sería capaz de dar marcha atrás, y borrar todo lo que de mí se sabe en este blog y en mis mensajes al vuelo en Facebook, la respuesta sería que NO, porque una vez que te expones, ya no hay retorno.
Y no me arrepiento, pero sí me mido, aunque a veces explote y teclee estupideces que me hacen más vulnerable. Felizmente siempre hay alguien cerca –un amigo virtual-que te sugiere: Borra eso.

Dicen que uno se expone y hace amigos virtuales, y transcurre en una vida digital para estar menos solo. Dicen que uno escribe un blog para tener ‘amigos’ que en el mundo real son 10 y que en el virtual pueden llegar a 922 (como es mi caso en Facebook). Sí, quizás es así. Quizás gracias a este blog me siento menos sola, menos boba, menos perdida…pero qué tanto son tus amigos tus amigos virtuales, qué tanto les importas, qué tanto quieren saber de ti, qué tan cierto es que están allí para cuando los necesites…

Un amigo virtual desaparece cuando le haces click a Eliminar. Un amigo virtual desaparece cuando no se conecta, cuando no postea, cuando no twittea, cuando no está en Facebook… Un amigo virtual desaparece cuando regresa al mundo real, donde tú no estás. Y entonces te queda tu R., y tus cuatro gatas, los 10 amigos de siempre, de toda la vida (real), y el cigarrillo que tienes en la mano.

7 de mayo de 2009

A mi mamá No



• A mi mamá no la he abrazado tanto como quisiera, porque algo, en cierta parte de nuestros mundos, nos hizo lejanas.

• A mi mamá no la soporto cuando va de compras y no compra. En el Jirón de la Unión, mamá quería gastarse su quincena en zapatos taco nueve, y faldas al tubo.Yo quería ver televisión, pero mi mamá me tenía de la mano frente a una vitrina. Lo peor era cuando ingresaba a la tienda y una señorita pálida y cansada le ofrecía probarse las prendas, todas las prendas que quisiera. Y mamá comenzaba. Y yo empezaba a pensar que si me sacara la lotería (no había Tinka), mamá no tendría que preguntar precios y regatear. Le compraría todo y me evitaría la espera, Yo soñaba con niñas, mientras mi mamá le contaba a la señora lo dura que era la vida. Yo quería tener 18 años y no diez para acariciar la vanidad de mi mamá con faldas, joyas y tacos. Pero no es lo peor: lo peor ocurría cuando me tenían que comprar ropa (mi cumpleaños, 28 de Julio, Navidad, Año Nuevo) y mi mamá se empeñaba en los vestiditos rosados y los zapatitos de charol con correa. Mamá no entendía mis súplicas, yo tampoco le dije JAMÁS que quería un terno como el de mi vecino, o un disfraz de El Llanero Solitario, con pistola bien cargada.

• A mi mamá no la voy a declarar culpable del terror que me inspira el Señor de los Milagros, pero aquí queda constancia que quizás ella tiene que ver con mi pavor. Octubre era un mes negro, no morado para mí. Mamá me sacaba muy temprano de la casa, yo tendría siete, ocho, nueve, diez, doce años. Mamá me decía que El Señor nos estaba esperando, y cuando la multitud -que luego como periodista torpe llamaría ‘mar humano’- se extendía cuadra tras cuadra hasta el infinito, mi madre me tomaba fuerte de la mano para que no me pierda, y me jaloneaba hasta las andas del bendito Señor para mirarlo bonito, y rezar, y pedir perdón. El momento top de la procesión se producía cuando en un ataque de espontaneidad mi madre le pedía a un hermano morado que me cargara para ver cerquita al Señor. El pobre hombre sudaba, se encogía y me alzaba. Yo miraba al Señor, mientras estrenaba mis primeras mentadas de madre en silencio.

• A mi mamá no puedo mirarla a los ojos porque no me gusta que me vea llorar, y creo que de solo contemplarle la mirada me quebraré, porque ella sabe mejor que nadie lo que soy, y lo que no quiero ser, y lo que nunca seré.

• A mi mamá no le daré nietos.

• A mi mamá no sé cómo decirle que la extraño cada día, así no la llame una semana entera.

•A mi mamá no tengo que contarle un cuento sobre lo feliz que soy. Ella sabe, siempre sabe.

• A mi mamá no la entiendo, pero la admiro, porque ha cumplido un sueño que quizás yo no alcance: tener una familia suya, pequeña, íntima, indiferente a las carencias y llena del amor.

• A mi mamá no le gustan los gatos. Mi madre ama a su perro Boby y a sus peces, y jamás ha mirado a mis bellas gatas porque dice que los gatos dan mala suerte, y la asustan hasta el llanto y la taquicardia.

• A mi mamá no sé cómo decirle que una noche para no repetir la historia fui cruel.

• A mi mamá no sé si agradecerle las vacaciones útiles en las que me inscribió a pesar de no tener dinero suficiente. Natación, marinera, afro, computación, inglés, aeróbicos, origami… Mi mamá me hizo estudiar de todo, mientras el sol me quemaba entre enero y marzo.

• A mi mamá no la puedo dejar de recordar llorando por el que todavía es mi padre. Mi mamá leía las cartas mentirosas de mi papá, y con la música de Los Iracundos lloraba y se partía en dos. A mi mamá una vez la encontré feliz, con la misma música de Los Iracundos, pero sin las viejas cartas sobre la mesa. A su lado estaba un tipo alto y desgarbado que la miraba con amor. Un día, cuando yo tenía 15 y medio, mi madre y el flaco me anunciaron su matrimonio. Ese día, el de la boda, yo me emborraché con el novio, tras pedirle que no le hiciera lo mismo que mi padre. Y él, hasta ahora, ha cumplido más de lo que mi madre, la parentela y yo esperábamos. Y los Iracundos siguen cantando.

• A mi mamá no le importa un pepino la hora. Es la mujer más impuntual del mundo, mi mundo. Y aunque siempre dije que jamás tendría mujer tardona, la vida me ha dado mujeres tardonas siempre.

• A mi mamá no puedo perderle el rastro ni cuando me empeño en desaparecer, porque ella encuentra maneras de encontrarme.

• A mi madre no tengo que llamarla por teléfono cuando me quiero morir, porque mi madre se adelanta a mi S.O.S. y marca mi número, y pregunta qué me ha pasado. Y yo comienzo mi drama, mientras ella escucha silenciosa. Al rato, mi madre tiene la solución, el mejor y más noble de los consejos, o la más pérfida de las coartadas.

• A mi mamá no puedo dejar de darles las gracias por lo que hizo cuando en una relación pasada yo me comencé a quejar como macho incomprendido, y ella–resuelta, experimentada y bien hembra- llamó a mi chica para sugerirle algunos trucos para inyectarle pasión a la relación devastada. Grande fue mi sorpresa cuando mi ahora ex me reveló que mi mamá le había sugerido lencería minúscula, poses, y hasta baños relajantes en pareja.

•A mi mamá no puedo evitar llamarla cuando me peleo con mi novia, y ella como buena mujer difícil sabe aconsejarme, porque entre mujeres nos entendemos las tres.


Feliz día de la madre, mamá. Te adoro.
Y feliz día de la madre a todas las mamás que pasan por aquí, o a sus mamás, o a sus novias mamás.

3 de mayo de 2009

Sin palabras




En estos días he pensado seriamente que las palabras se me acabaron para consolar a R. Su padre está muy enfermo, y la vida (su-nuestra) ha cambiado drásticamente.

Buscamos esperanzas y milagros, la desesperación nos gana, y yo ya no sé qué inventar para arrancarle una sonrisa, aunque sea por una bobada.

Y a veces soy torpe, y a veces soy en exceso optimista, y a veces no soy nada más que una tonta que no sabe qué hacer para cambiar el destino.

Te amo R.

25 de abril de 2009

Abstinencia


Es frecuente que cuando una chica va al ginecólogo, lo que sigue aparte de pastillas y óvulos es esta frase: “Abstinencia por 15 días”. Me cuenta una amiga que le recomendaron un mes sin sexo, y que entonces decidió mandar al diablo al médico.

Ayer, el ginecólogo me recomendó diez días sin sexo. Llegué a casa, comentando la noticia, entre risas y bromas, con mi bolsita de medicamentos.

Sí, no pasa nada, no es nada grave, nada que a otra mujer no le pase, pero DIEZ DÍAS, diez días pueden ser demasiado cuando una está expuesta al cuerpo desnudo de una chica, cuando una va por la calle y mirando el culo de alguien recuerda que está en ABSTINENCIA, o cuando en You Tube te topas con un video muy cachondo.


Tengo un plan estos días:

Obligar a mi chica a dormir con piyama matapasiones.

Pedirle a mi chica que sea cauta con sus cariños.

Dejar de leer el libro La Habana Babilonia: las confesiones de sus jineteras te ponen.

Ingresar a You Tube para cosas de trabajo, estrictamente de trabajo. (Aunque para mi columna de sexo, a veces, a veces… Bueno, escribiré columnas que no me lleven a You Tube.

Dejar de decir: “Esa chica está buena”.

Ignorar las sesiones de baile de mi vecina, una guapa chica que mi novia considera poco atractiva, hasta que la vecina comienza a bailar con ropa muy pequeña en su habitación, y no corre las cortinas, a riesgo de hacer que se corra medio edificio.

No mirar esos calendarios de chicas desnudas que los hombres siempre tienen en alguna parte, a vista de medio mundo.

No leer ciertos blogs muy calientes.

Pensar en temas serios, vaya que tengo bastantes, pero el cuerpo siempre reacciona, así todo vaya mal.

Pensar que en estos días todas las mujeres han reducido la talla de su brassiere, y ninguna ninguna tiene las tetas que yo suelo soñar, cuando el insomnio se va.

18 de abril de 2009

Fantasías



Mis fantasías (de amor y de sexo) siempre fueron lesbianas. Ahora estoy en condiciones de admitirlo. Es cierto que de niña-adolescente moría por Luis Miguel y los Menudo, pero es más cierto que en mi mente, al cerrar los ojos, tenía a una chica, siempre a una chica, como hace un tiempo comenté a mi madre.

Mi primera fantasía fue de amor. Al menos, yo le llamaba amor. Ella se llamaba Susana y estudiaba en mi colegio. En clases, cuando nos íbamos a su casa para hacer las tareas, y siempre que estábamos juntas, yo me sentía fascinada, locamente fascinada por ella. Podía pasar el día entero a su lado, así me hablara del chico que le gustaba. Nunca me pregunté, en aquellos tiempos, qué me fascinaba de Susana, y tampoco indagué si eso era amor o lo que se le parezca, pues yo tenía novio, y la palabra lesbiana no estaba en mi boca, pero seguro sí en mi cuerpo. Cuando me iba a la cama, luego de rezar con mi mamá, me imaginaba como el Ken con la Barbie. Yo era el Ken y ella la Barbie. Ken besaba a la Barbie, y luego se dormía. Un día Susana se fue de Lima, y nunca más supe de ella.

En la secundaria, mi fantasía -de amor también-, fue una profesora, en verdad una auxiliar de Educación que yo llamaba Miss. Era amiga de mi mamá y tenía los labios más carnosos que había conocido (Angelina Jolie no existía, o si existía, todavía el mundo no lo sabía). Ella fue mi psicóloga de rebelde colegiala, la que intentaba convencer a mi madre de que no se interpusiera entre mi enamorado y yo, que nos dejara disfrutar del noviazgo. Y yo, que siempre me quería fugar de casa, era retenida por ella. Yo moría por ella, pero no lo podía expresar, y tampoco era motivo de reflexiones. Yo solo moría, y mirar sus ojos –verdes verdes, como los de mi gata- me paralizaba. Estaba casada y tenía hijas. Así que su esposo y sus niñas eran tema frecuente. Hablábamos siempre en el patio o a la salida, o a la hora de entrada. El recreo era estar a su lado, contemplarla, y claro, hablarle de mi chico. Cuando me iba a la cama, otra vez, me convertía en Ken, y algunas veces, fui su Barbie. Ahora que lo pienso puedo decir que entonces ya era eso que llaman ‘moderna’, bobas clasificaciones entre activa y pasiva que algunas lesbianas emplean para establecer sus roles.

Resulta que mi profesora un día se marchó del colegio, y yo lloré como si el novio se me hubiera muerto. Mi mamá no sabía el por qué de tanta pena, y hasta la llamó por teléfono para que me consolara. Una vez le dije: "Te quiero mucho, el colegio no es igual sin ti". Y ella respondió "Yo también te quiero, pero no nos lo digamos tanto que vamos a parecer lesbianas". Y soltó una risa, fue solo una frase, sin sentido para ella. Nos seguimos viendo hasta que yo ingresé a la universidad, y terminé con el novio, y me declaré oficialmente lesbiana. Nunca le confesé que me gustaban las chicas, simplemente me alejé de ella, turbada. De cuando en cuando, volvía a mi mente, y yo la besaba, cada vez con más pasión. Ya era lesbiana y sabía hacer el amor con una mujer.

He fantaseado con otras mujeres en la vida, anónimas y famosas. Alejandra Guzmán es la mujer famosa que más se mete en mis fantasías. Digan lo que digan, aparezcan otras y otras mil veces más guapas, así digan que ya está tía, así la critiquen, yo fantaseo con ella, y les aseguro que mis fantasías son muy hot, sí, de peli XXX, a veces.

Solo una vez estuve delante de Alejandra Guzmán, a escasos centímetros de ella. No me refiero a los conciertos: he ido a todos los que ofreció en mi ciudad, y sigo esperando que regrese. Me refiero a estar física y realmente a escasos centímetros de ella. Yo tenía cinco minutos para entrevistarla. No iba a ser una gran entrevista –en cinco minutos no me hubiera dicho nada entre sus risotadas tan ricas y sus delirios-, y no fue una gran entrevista, ni entrevista fue, porque yo me paralicé mirando sus pechos operados, sus ojos, sus piernas, su boca, su bocaza. Y luego la miré subir a una camioneta, y le dije adiós, segura yo de su regreso, en un tiempo que yo fuera más profesional y menos calentona. Tenía veinte y pico. ¿Es este el tiempo? Seguro que sí, pero ella no vuelve, y yo sigo fantaseando.

Hay mujeres que fantasean con tríos. Yo no. Pero sí he fantaseado con ciertas policías de tránsito, en pleno tráfico de mi Lima caótica. He fantaseado con ciertas mujeres que van en traje sastre, muy elegantes y apuradas. He fantaseado con chicas imposibles, y con otras, demasiado posibles. He fantaseado con alguna escritora, mexicana también, a la que sí entrevisté y bien (creo). He fantaseado con alguna jefa hace mil años. Y fantaseo con mi novia, felizmente, todavía y por siempre (espero). Fantaseo.

11 de abril de 2009

Hay días



Hay días en los que te preguntas para qué todo este esfuerzo, esta angustia, esta obsesión por buscar la felicidad, el éxito, la comodidad…el amor.

Hay días en los que confirmas tu imperfección y lo ilusa que puedes ser al creer.

Hay días, como hoy, en los que quisieras dormir y ya no despertarte.

Hay días que se rompen con una sola palabra mal dicha.

Hay días en los que ya te cansaste, y quisieras ser otra, o no haber sido lo que eres para hacer la ruta de manera distinta.

Hay días en los que te preguntas si te asusta quedarte sola en casa, si tienes miedo o si eres capaz de no necesitar a nadie al lado.

Hay días que se rompen con una imagen que no te gustó, y quisieras dormir y ya no despertarte.

Hay días en los que tu cara frente al espejo te da náuseas, porque refleja lo mal que viviste.

Hay días en los que te preguntas por qué tienes la maldita manía de escribir, y encima publicar.

Hay días en los que tu cabeza pesa demasiado, y solo quisieras dormirte y ya no despertarte.

Hay días en los que quizás debas huir, y no mirar atrás.

4 de abril de 2009

Luna de Hiel en Huanchaco


Aquiles, comentarista de este blog, me invitó a escribir en la revista Diatreinta, un increíble esfuerzo editorial de distribución gratuita que acabo de disfrutar en el PDF que gentilmente mandó a mi correo. Es un honor compartir el espacio con reconocidas plumas como Juan Villoro, Alonso Cueto y Antolín Prieto, joven cronista, a quien tuve el placer de tener entre los alumnos de un taller de crónicas que dicté. Pero no son los únicos hay más. La revista es auspiciada por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte.

Aquí el texto que escribí:

Luna de hiel en Huanchaco

Ella y yo bajamos del bus, un destartalado y gris vehículo que durante el trayecto parecía a punto de detenerse por siempre. Ella ausente, hablando de fútbol, yo pensando en la noche ardiente que debía esperarme. Había planificado las vacaciones con una esperanza: lograr que me amara, que me quisiera más, que se pegara a mí y descubriera que su vida estaba a mi lado. Cinco noches en Huanchaco y dos en Trujillo. Yo llevaba una cámara de fotos, y la pasión hinchada en una mochila. Nos dirigíamos al hotel, habitación frente al mar, cama matrimonial, y demasiadas ganas de mi parte.

Cinco, seis o siete años juntas. Ya no recuerdo cuántos años eran, pero estábamos allí, intentando otra vez. Al menos, eso hacía yo: intentar. Quería que esta vez funcionara, que el mar se pusiera de mi lado, que la arena nos protegiera del mundo, ese mundo que nos había separado desde aquella noche en El Perseo, la discoteca gay-lésbica top de los noventa. La conocí en la pista de baile, un jueves de esos en los que no se paga entrada, una noche de octubre quizás, al lado de un tal Carlos, un gay que sin alcohol podía parecer de lo más macho.

La primera imagen de Huanchaco no es una imagen sino un olor: Huanchaco tiene el aroma de Chorrillos, mi barrio, mi playa, mi refugio. Mi urgencia era hacer el amor, el cuerpo me quemaba, siempre me quemaba al lado de ella. Su urgencia era salir y tomarse unas cervezas, tomarse todas, y buscar un lugar para bailar. Yo estaba harta de las cervezas, de la gente, de la juerga, yo solo quería que lo hiciéramos, que comenzáramos las vacaciones con un buen polvo. Ella, en cambio, quería juerga, como si las interminables noches de desbande en Lima no hubieran sido suficientes.

-Vamos al pub de allá-dijo, señalando un sitio estridente que no permitía ver a la gente, pero sí las luces mezcladas como un arcoíris nocturno.

Y como siempre, ella –la reina de la puta noche- se hizo amiga de todos, brindaba con extraños, abrazaba a la dueña del pub, prometía regresar a la noche siguiente, y se tomaba fotos con desconocidos, mientras yo ahogaba mi garganta de cerveza, mirando a lo lejos una agua negra, el mar de Huanchaco a las 11 de la noche. Su cabellera negra, larga y lacia, era mi perdición, como su silueta imperfecta, su boca de carne ardiendo, y su cicatriz en el pie, hoy no sé si la marca estaba en el derecho o el izquierdo. Sus pechos contenidos me encendían, mi boca recorría sus estrías con placer. Podía reconocerla con los ojos cerrados.
Mis ojos debían mirar otro cuerpo para complacerse. Ningún cuerpo me saciaba, ninguna chica me inspiraba.

Ella bailaba sola. Y otros bailaban al lado de ella. Ella juraba que no los olvidaría, y yo pensaba que la noche se me iba con el deseo intacto.

-Ya es hora de dormir-dije. Y ella no me miró. Las horas transcurrieron pesadas y sin voces nítidas. Amaneció. Cuando el panadero asomó por la calle yo supe que eran las 7 de la mañana, la música languidecía y ella seguía firme, con un vaso de cerveza en la mano.

Luego fuimos al hotel. Devastada busqué su boca, y la encontré cerrada, dormida, seca. Despertó cuando era la hora de la cena. Yo había leído Angelitos Empantanados de Andrés Caicedo, y ya me disponía a leer un libro de Puig cuando rompió su estado de inconsciencia para decir que tenía hambre.

La noche siguiente sería idéntica. El mismo pub con falsas palmeras, ella bailando y yo mirando la mancha oscura que parecía temerosa de tragarme.

-No quiero quedarme aquí hasta al amanecer-dije.

-Estamos de vacaciones-susurró ella, al tiempo de gritar salud como la más puta de la noche.

-Putas vacaciones-maldije.

El panadero me saludó con lástima. Era un tipo regordete, con una cicatriz atravesada en el mentón, la nariz como un pan aplastado. Casi calvo y tan triste como yo.


***

El tercer día de vacaciones fue más dramático.

-Nada de alcohol-ordené.

La playa nos recibió muy temprano, tendimos las toallas rojas y casi ni nos miramos.

Decidí hacer preguntas, sabiendo que la herida sería mortal, acaso definitiva, o el comienzo del desamor, largo proceso que seis años después me obliga a recordar lo que casi he olvidado. Sí, esta historia la escribo seis años después, libre de heridas y de ese amor enfermo. Pero ese es el final, y no quiero adelantarme.

Huanchaco, toallas, arena fina, un cangrejo seco en la orilla. Ella miraba al cielo, yo contemplaba el mar pensando si morir ahogada no sería una buena y romántica idea.

-¿No me amas? Maldita sea, no me amas.

-¿Qué te pasa?-preguntó.

-Me pasa que ya me harté. Las vacaciones son una mierda, tú eres una mierda. ¿Crees que he venido a Huanchaco a emborracharme y a hacer amigos?

-Son vacaciones-, respondió, alcanzándome el bronceador para que se lo unte en la espalda. De un manazo tiré el bronceador a la arena. Hundido el Hawaian Tropic, hundida yo.

-Yo quería que esto fuera una luna de miel, no una mierda.

-Lo que pasa, gordis, es que piensas demasiado. Yo te quiero.

-Pero no me amas-dije.

-No empieces con tu canción de José José, esa del amar y el querer.

-Quiero la verdad, nada más que la verdad.

-Te falta sexo-concluyó, lanzándose encima de mí. Su mano dentro, sus besos en mi cuello, dañándome. Me dejé llevar, permitiendo otra vez que fingiera el deseo. Era una actriz. Una porno star sin muchas ganas de trabajar en mi orgasmo. El suyo, por supuesto, no contaba. Ella no tenía orgasmos, y así iba feliz.

Esa noche fuimos al pub de la palmera falsa. Yo estaba radiante. Definitivamente, me faltaba sexo. Esa noche bailé salsa, y rock duro. Esa noche fui yo también el alma de la fiesta, hice amigos por horas, y hasta conté chistes. Y otra vez el panadero me dio los buenos días. Caminamos abrazadas hasta el hotel, allí volvimos a hacerlo. Yo estaba ebria, pero lúcida. Ella estaba fingiendo otra vez.

-Parece que solo me importa el sexo-murmuré, asfixiada por sus besos.

-Lo sabemos las dos-dijo, y siguió su danza de actriz sobre mi cuerpo.

La cuarta noche nos sorprendió en medio de un desfile de carnaval. Bebíamos en la calle, como las decenas de trujillanos y de turistas que allí celebraba. Era febrero.

Cuando tomábamos fotos a un caballito de totora con dos patas, Laura y Ely nos saludaron. Las chicas nos invitaron a su hotel para beber y bailar. Aceptamos. Laura y Ely parecían muy enamoradas, y las envidié. Yo también tenía buena apariencia, sí, mi dosis de sexo había hecho efecto, como la cocaína en el drogadicto, como la gota de vino en el alcohólico.

Otra vez, ella y sus apariencias haciendo parecer que éramos felices. Yo estaba feliz esa noche, falsamente feliz, pero vacía, liviana, capaz de desplomarme con un par de palabras.

Al salir de la habitación de Laura y Ely, la abracé y la besé con fuerza. Ella quería escapar de mis labios, mientras yo la mordía, diciéndole maldita mentirosa, puta, maldita. El sexo llegó como siempre, apurado, cumplidor, de película porno. Como perras en celo lo hicimos en la calle, en esa calle oscura que nos llevaba al hotel o al pub, o a la mierda. Luego ella vomitó su lástima:

-Ya, tranquila.

Y yo la odié, la desprecié, la miré con odio. Yo tenía amor para dar, ella no tenía nada. Yo era una adicta al sexo, a su sexo, y además la amaba. Ella no era ni adicta al amor ni adicta al sexo. Ella solo quería vivir bien la vida.

La última noche no hablamos. Simplemente, me refugié en mi libro, Boquitas Pintadas de Puig. Ella se la pasó conversando con extraños en el malecón. En la habitación, ella me preguntó si quería hacerlo. Yo respondí que no, no quería nada. Me dormí, y al despertar corrí a la playa, nadé hasta el fondo. Qué me impedía no regresar… Morirme en Huanchaco sería una deslealtad con mi mar, La Herradura, en Chorrillos. Sería una traición personal, ¿y quién cuidaría a mis gatas?

Regresé a la orilla. La miré y sentí náuseas, un dolor en la boca del estómago, calambres en las piernas. No hubo dos noches más en Trujillo. Regresamos a Lima, ella a su casa y yo a la mía, con mis cuatro gatas.

Era el comienzo del fin del deseo. Algo se había roto. Hoy –seis años después- puedo decir que en Huanchaco se rompió el amor. Pero el amor no es una taza de porcelana, no se rompe y ya. El amor se rompe lento, paso a paso, y en el camino te engaña a veces, te hace creer que sigue firme y así hasta que un día te das cuenta de que no queda nada.

El primer paso de esta historia ha sido escribirla. El segundo será regresar a Huanchaco con mi nuevo amor.

1 de abril de 2009

Tengo una amante



Suena el teléfono, mi RPM del diario. Me da flojera responder, estoy fumando. Le entrego el celular a R.

-Hola-saluda alguien.

-Hola-dice R.

-Tengo que contarte una cosa de Esther-advirtió la voz al otro lado del teléfono.

-Dime- dijo R, afinando el oído.

-Soy la amante de Esther.

-Ya, muy bien-respondió R. Y colgó.

-Amor, llamó tu amante.

-¿Y qué dice?-pregunté.

-Que es tu mujer, que vayas a verla, que te ama-dijo R.

-Ah, ¿el sábado vamos a ver el auto?

-Pero tiene que ser automático, ya sabes-afirmó R.

-Con tal que ande, no importa. Total, manejarás tú. Odio a los taxistas. Este señor es una excepción, pero el 90% de taxistas limeños tiene el auto en ruinas, no va a ninguna parte, o es delincuente.

-Exageras-replicó R.

-Bueno, el 50%-admití.

-El 50%.

El taxi siguió su ruta. R. y yo hablábamos de cualquier cosa. Ya en el depa nos sorprendimos las dos. Se llama confianza, y cuesta.
En otro tiempo, con otra persona, yo me habría arrodillado a pedir perdón, diciendo mil veces que fue sin querer.


26 de marzo de 2009

¿Te quieres quedar en casa por siempre?


R. está durmiendo en mi cama, yo caigo de sueño, pero no puedo caminar hasta mi lecho, porque la noche recién comienza, y son demasiadas tareas las que debo hacer, pero me distraigo con este post que casi tengo escrito en mi cabeza.

Mi objetivo es que R. se quede en casa por siempre. Cada día me hace más falta, y cada día la tengo más cerca. Tiene una razón de amor y de peso para no mudarse, la entiendo, me harto, y la entiendo, y la amo más porque mujer más noble no he conocido, así me grite unas tres veces al día.

Cuando miro a R me quedo sin argumentos, no hay forma de convencerla por ahora, aunque César –mi brujo- dice que ello se dará este año. Por lo pronto, Vodka y yo esperamos que César no falle, y últimamente no ha fallado en nada, en verdad, nunca ha fallado.

En pocos meses cumpliremos tres años juntas, las últimas semanas hemos aprendido a tolerarnos, y las peleas han cesado. Ella y yo nos abrazamos más, nos necesitamos más, y en el cajón de mi cómoda encuentro ropa suya, olvido semejante nunca antes había pasado. Así, me sorprendo algunas madrugadas contemplando su pequeña blusa color melón, o su short, o sus medias, o prendas más suyas, más mías. Y siento que cada vez está más cerca, y no quiero arruinar nada. Por eso, Vodka y yo hemos pedido a doña Elsa, la bella señora que me arregla la casa, que mantenga el orden y la limpieza, que pase por mi depa más seguido, que cuide los detalles, porque R. –más desordenada que yo- no tolera mi desorden, detesta encontrar mi brassiere encima de la sobreviviente PC, o mis zapatos en el comedor, y mi reloj en la cocina, y mis cables (laptop, notebook, iPhone y celular del diario) enredados en cualquier parte.

También comienzo a encariñarme con la aspiradora. Nada de pelos, pide R. Y Vodka me guiña el ojo, segura de verlos desaparecer con el viento, o con el aparato azul que cierta vez compré para aspirarme la mala vida que traía encima cuando rompí con mi ex.

He soñado en mis tres horas de descanso habituales que R. vivía aquí. Me he visto preparando el desayuno, como casi siempre suelo hacerlo, con gusto así esté sonámbula. He visto a R. tendida, de espaldas en mi cama, y he confirmado que tenerla es lo mejor que me ha pasado en la vida, que incluso con las batallas aquellas que hemos tenido, ella ha estado allí cuando me he caído y cuando he volado más alto de lo que esperaba.

Antes decía: “Mi depa”. En los últimos tiempos me sale del alma: “Nuestra casa”. El NOS se impone natural, el NUESTRO, y a ella también le sale NOS y NUESTRO.

Esta semana un colega murió en un accidente de tránsito. Chocó con un tráiler y tras varias horas de agonía no resistió más. A Álvaro lo conocí cuando yo era practicante de reportera en un canal de televisión. Él llevaba el micrófono de su radio en la mano. Vestía terno y una sonrisa inmensa lo alumbraba, todos lo querían.

No era mi amigo, pero siempre nos saludábamos con afecto. Las imágenes de la misa y del velorio, emitidas por la televisión, nos devastaron a las dos: la novia de Álvaro estaba rota. Se iban a casar este año. Un diario ha informado que peleaban mucho, y que la noche de la tragedia se habían vuelto a enemistar. Claro, Álvaro y Giuliana eran una pareja de este mundo, peleaban, se amaban, y peleaban. No importan los detalles de ellos, yo me quedo con una frase que nos salió de pronto: “Cuando discutamos, cuando nos terminemos, y cuando quizás nos ofendamos, hagamos lo imposible por abrazarnos y perdonarnos lo más pronto, no a la mañana siguiente, no más tarde”.

R y yo, abrazadas, nos quebramos, pensando qué pasaría si una de las dos se marchara de esa manera tan brutal. R. lloraba y yo también. Yo le dije que me quería morir primero. No soportaría su partida. La muerte es tan cercana al amor, que cuando alguien fallece te pones a pensar qué ocurriría si la protagonista fueras tú, o la persona que más amas.

El hilo que nos mantiene atados a la vida es tan débil, que un suspiro nos puede mandar demasiado lejos por siempre. Será imposible no pelear, pero al menos hoy sabemos que nos necesitamos más, que mi cama la espera, que mi cocina aguarda su supervisión estricta, que la mesa del comedor la quiere cerca, que me encanta cuando lee y me ignora (foto), que mi gata y yo la esperamos cada noche con la esperanza de que se vaya quedando, quedando. Quedando.


17 de marzo de 2009

Y si ella me fuera infiel



Cualquiera de mis ex podría decir que me puso los cuernos. Disculpen la pedantería, pero yo no creo, la verdad. Tengo una estima muy grande por todas las que fueron temporalmente mías, y confío en que nunca me traicionaron. Al menos, nunca me enteré de nada. Además, por respeto a las ex señoritas de Vargas debo decir que sus valores morales-sus pudores- quizás el ¡TERROR! a mi mal genio- les impidió acariciarse con otro cuerpo. Quiero creer que tampoco desearon a otra, pero los deseos casi nunca se confiesan.

Anoche tuve un sueño que me hizo despertar indignada: mi pequeña R. me estaba siendo infiel. La cama que ocupo en este instante es una cama cómoda pero de cualquiera. Es la cama de un hotel en Guadalajara, México, una cama que seguro nunca más me recibirá. Nada más ajeno que una cama de hotel, sobre todo cuando se está completamente sola, sin mujer y sin gata.

Yo confío en R., pero los sueños son sueños, no siempre una los puede controlar y aunque a veces yo tengo el poder de frenar pesadillas o de vivirlas intensamente, lo ocurrido anoche se me fue de las manos, o de la inconsciencia. Suspendí mi sueño cuando R. casi se me perdía bajo el cuerpo de una desconocida, más grande, más fuerte y más alta que yo. 

El insomnio me llevó a preguntar qué haría si la encuentro con otra. ¿No les ha pasado a ustedes?  Al margen de que nuestra chica sea una santa –como la mía-, la vida te pone en circunstancias que a veces te hacen despojarte del jeans. Así que me puse a dar vueltas sobre mis súbitos celos.

Si ella me fuera infiel yo tomaría decisiones drásticas. Lo políticamente correcto es decir que si ella fuera capaz de una traición semejante es porque no vale la pena, y lo mejor es darse la vuelta y adiós. Pues sí, eso sería lo más sano. Yo no soy muy sana mentalmente, ya me han dicho vari@s personitas por allí. Así que yo, querid@s, correría a mirar el vacío desde la ventana de mi depa, tomaría aire y luego correría a ponerme mi mejor look en busca de un cariño consolador. En otras épocas yo he buscado cariño consolador cuando ni siquiera me eran infiel, pero en un caso semejante les juro que iría por una caricia buena, algo que alivie mi rabia, y mi nefasto deseo de venganza.

Pero quizás algo me detenga: no se trata de mis valores morales, tampoco de mi pudor… Se trata de pereza, pereza de complicarme en segundos con una desconocida, a la que posiblemente me pegue desesperadamente. Ya saben que yo soy del clan de las despechadas.

Sin embargo, lo más seguro es que me meta a mi cama –la mía- y me disponga a dormir y a dormir, con las lágrimas ahogadas entre la almohada y mi cara. Dormir hasta no poder abrir los ojos es una buena receta para empezar de cero. Al despertar, seguro, ya no tendré fuerzas para chillar. Entonces, me habré resignado a dejarla ir, porque yo perdono todo menos los cuernos, y R. lo sabe bien. Que no lo tome como amenaza. Al contrario, es una reafirmación de lo que soy y de lo que siento, así algunos clamen perdón y lo tomen como desliz. Yo sé lo que es un desliz, y lo gozado nada lo quita, así que mejor no contemplar el perdón.


Antes de publicar este post le pasé a R. mi texto. Y ella, como de costumbre, fue letal:

-Yo destrozo tu casa y me voy.

De solo imaginar mis incontables adornos de gatos y gatos rotos y hecho polvo me abrazo a mi almohada y tomo dos decisiones trascendentales, de mujer madura.

  • Portarme como una santa.
  • Controlar mis bajos deseos.

R. me haces falta.