28 de enero de 2009

Me muero, pero no me mato


Tengo una nueva mochila. En este instante la puedo ver al lado derecho sobre la mesa del comedor. Si la abro puedo encontrar mi notebook, mi neceser (miren lo femenina que soy, por si alguien pensó alguna vez que yo era una chica ruda) y un libro. Allí mismo se confunde mi pasado, mis heridas, mis manías, mis tristezas, mis obsesiones... Todo lo que habitualmente es una carga se instala hoy en su espacio natural: una mochila.

Es mejor tener aquello en una mochila, a la espalda, atrás de todo. Si esa mochila camina delante tuyo simplemente no podrás avanzar. Te quedarás inmovil, preguntándote para dónde diablos correr.


Luego de varios días impresentables, en los que podía pelear con todo el mundo menos con mi gata -que lejos de consolarme me ignoró- respiré hondo y decidí colocar esa 'carga' en una mochila y seguir mi camino. No me queda otra: hay asuntos más importantes que atender.


Dicen que a eso se llama "evasión". No lo sé. Pero llevo días repitiendo esta frase: "Me muero, pero no me mato". ¿De quién es esa frase? No lo sé. Me resisto a creer que yo la inventé, seguro que como Bryce (*) la he plagiado de algún lado. No lo sé. La sentí, la recordé, la instalé en mi cabeza, y la coloqué en mi nick del MSN (ahora chateo, chateo, chateo).


No entiendan la palabra MUERTE de manera tan exacta, please. Yo soy una cobarde: tan maricona que hasta lloro como la Chilindrina cuando me sacan sangre para un análisis/ tan miedosa que no podría cambiar los focos (bombillas) de mi casa, incluso estando a oscuras porque temo un cortocircuito / tan cabra loca que cruzo la pista corriendo por miedo a ser atropellada/tan asustadiza que no me gusta que la gente deje las velas encendidas/ tan tantas cosas que cuando ocurrió el terremoto en Lima yo rezaba por mi vida aferrada a una columna... No quería morirme en ese edificio viejo, lejos de mis amores y de mis gatas. Mientras mis compañeros de trabajo buscaban salir, yo me resignaba a morir, pero miraba a los lados a ver si alguien me salvaba. Y alguien me jaló, y aquí estoy. Igual, no hubiera muerto. Aunque quizás el susto y haberme quedado sola en ese edificio me habrían provocado un infarto.

  • Resumen 1: Cuido mi pequeña vida.
  • Resumen 2: No me quiero morir.
  • Resumen 3: No matarme, pero morirme es un nefasto "estilo de vida" que muchos experimentan, pero no admiten. Sea cual sea la actitud frente a esta circunstancia, lo cierto es que no vale la pena ir tan de malas.

La palabra morir entonces es relativa, tan relativa como cuando te provoca decir: "Yo, por esa mujer mataría".Yo no he matado a ninguna mujer para tener a otra. Al menos, no lo recuerdo. A los 34 aparecen los primeros signos del olvido. Ojo: los primeros signos del olvido, y no el olvido pleno, privilegio de los muertos.


(*) Bryce: Noble escritor peruano que ha optado por plagiarlo todo. Nunca me gustó su obra, pero me parecía buen tipo. Su aire de triste y su gusto por la bebida me causaron simpatía siempre. Hoy me pregunto si aquella estampa es también una copia.


24 de enero de 2009

Partida


-¿Cómo haces para estar pendiente de mil asuntos y resolver tantas cosas?
-No lo sé-respondo.

-Escribes en tres blogs, más la columna de sexo de los miércoles, más la nota de la semana en Tinta Digital. Sigues una maestría on line que ya me has dicho que es intensa. Lees todos los blogs que puedes, actualizas tus estados en el Facebook, te pegas al Twitter, lees diarios de otros países más los peruanos, tienes un libro bajo el brazo que llevas a la mitad (Amor y Anarquía de Martín Caparros), te dispones a comenzar un nuevo curso on line...eres editora en un diario importante, tienes proyectos por todas partes, haces compromisos y los cumples fielmente. ¿Puedes decirme cómo diablo haces para no desmayarte, para no mandar todo al diablo, para no llegar tarde, para no equivocarte en lo que escribes?
-No lo sé. Siempre he disfrutado mi trabajo. No me refiero a una oficina, a una empresa determinada... Hablo de mi oficio. ¿Me entiendes?

-Claro. Déjame hacerte la pregunta de siempre: ¿Por qué con las mujeres eres una inútil? 
-No solo con las mujeres. Me pierdo en la calle, no soy muy lógica con las cosas lógicas.

-Eres dos mujeres en una.
-Soy dos. Voy por la vida partida. 

-Desde que te conozco has estado complicada con el amor. En esa época tenías 21 años. En esa época también ibas por la calle con un libro y escribías desesperadamente para ti y para el diario. En el trabajo todo te salió perfecto, eras hábil y sabías resolver problemas. Hoy eres editora de un diario. ¿Qué pasa entonces con las mujeres? ¿Por qué te complicas tanto
-No lo sé.

-¿Serás heterosexual?
-No.

-¿Estás asustada?
-No quiero llegar al próximo año pensando que no he aprendido a entenderme y a entender a las mujeres.

-¿Has dormido?
-Horas.

-¿Al despertar qué fue lo primero que pensaste?
-En cuál era la bomba de la que me hablaba mi editor español. 

-¿Y cuál era la bomba?
-20 minutos.es separa su redacción web de la impresa.

-¿Y eso es importante para ti?
-La tendencia es hacia la integración.

-¿Y?
-Me importa.

-¿Y en qué fue lo segundo en que pensaste?
-En preparar café.

-¿Y te hiciste alguna promesa para empezar el día?
-Disfrutaré la soledad de mi departamento. El orden aparente que dejó la señora Elsa será motivo para caminar y no chocarme con las cosas, y respirar polvo. No correré. No sentiré que hay un vacío inmenso. No alzaré la voz.

-¿Puedes sonreír?
-Hoy no.


20 de enero de 2009

No soy la madre superiora de las lesbianas






Este no es un sitio de consejos. Yo no soy SOR LESBIANA. 
Este no es un sitio de autoayuda, aunque me sirve de autoayuda (creo).
Y quiero escribir esto, mientras me complico la vida y tomo valeriana:

Yo suelo ser LA CULPABLE de todos mis finales, y aunque ya sé que en casos extremos una y otra se esmera en lastimar y hasta matar la última virtud, lo cierto es que estoy llena de defectos y no hay mujer que no me lo recuerde. Ya me he acostumbrado a escuchar el clásico: "Te lo dije". Y hasta una psicoterapeuta amiga me miró a los ojos, y me dijo: "Te encanta que te jodan". Y yo sentí que la psicoterapeuta amiga me había dado una cachetada. Y no una, me lanzó varias cachetadas. Y yo la miré y dije: "Me gusta doc".

Hay algunas frases que jamás diré y aquí las dejo para que comprendan que soy una pecadora, un ser nocivo consigo misma, un corazón adorable de vez en cuando, una llorona, una renegona que explota y luego se cubre la cara con el cuerpazo de su gata.
No soy la madre superiora de las lesbianas, de verdad que no lo soy. Y justo escribo esto cuando alguien me pide consejo.

Jamás dire:
  • Nunca fui infiel.
  • Nunca quise huir de casa con la primera que me tocara la puerta (Exceptuando a Elena que no me toca la puerta, pero me grita desde la ventana. Elena es mi vecina, la mamá de Camila y mi compañera de trabajo).
  • Nunca miré a la mujer de mi prójimo.
  • Nunca soñé con alguna (o con todas) ex (exs).
  • Nunca giré la cabeza para contemplar la correa del pantalón de alguna transeúnte.
  • Nunca aluciné con la que no debía.
  • Nunca más fumaré.
  • Nunca más lloraré por la misma razón.
  • Nunca más explotaré y destrozaré todo lo que hay en mi pequeño espacio.
  • Nunca le diré a mi novia/mujer/esposa que se quede en casa y descarte la idea de trabajar, pues para trabajar duro y parejo estoy yo, yo, y YO que no sé de quehaceres del hogar, pero sí del trabajo.
  • Nunca he disfrutado la soledad de mi departamento.
  • Nunca he eliminado a alguien del msn.
  • Nunca seré mamá.
  • Nunca más tomaré un taxi.
  • Nunca daré consejos.
  • Nunca sufriré algún tipo de disfunción sexual femenina, porque yo ya sé lo que se hace en esos casos.
  • Nunca me creeré esos cuentos.
Nunca, nunca, nunca...

14 de enero de 2009

Vagina-clítoris


 

1
¿Cómo hacen el amor las lesbianas? –preguntó mi papá, mientras fijaba la mirada en el vino tinto. 
Días atrás mi mamá se lo había dicho: "Es lesbiana". Pero mi mamá no había sido rotunda, parece que luego rectificó y al final habría soltado algo así como "que te lo diga ella, ella sabrá". 
Con esa frialdad matemática que a veces -solo a veces- me domina, yo lo miré a los ojos y le pedí que prestara atención. "Ya lo sé, no me lo cuentes", exclamó él, para luego agregar: "He visto pornos". La frialdad matemática ya me había abandonado. Y estaba con ganas de decir alguna tontería para quitarle a mi padre esa cara contrariada. Quise alzar la voz y soltar algo como "Papá, no soy lesbiana. Soy una actriz porno, profesional".
Eso ocurrió hace como ocho años. 
  
2

Mi primer y único gran novio-prometido-futuro marido me buscó mucho tiempo después de la ruptura. Quería explicaciones. Con el alma de ángel que siempre tuvo me repitió varias veces que no me juzgaba, que yo siempre me había portado con él "bien mujercita", por eso le incomodaban los chismes del barrio. Él y yo ya no estábamos hace varios años, pero alguien me contó que en más de una ocasión había repartido trompadas al escuchar que algún imbécil se refería a mí como "la machona". Odiaba esa palabra, yo sabía que él la odiaba, y razones ahora le sobraban.

-¿Eres como mi tía entonces?- dijo. Exacto. Yo era como su tía.
-Soy como tu tía.

Y luego siguió:

-¿Cómo hacen con la penetración?-soltó. Y yo me metí un dedo a la boca, y luego el otro.

-¿También usarán algo especial?-interrogó, y sus ojos buscaban en mi sala algún objeto aparente. En esos tiempos yo no tenía mi Egg Vibration, tampoco a mi ex Max, un juguetito verde.

No respondí nada, y él ya no esperaba más. Mi gata lo miraba, con esa cara de malvada que a veces pone. 

-Vendrá mi novia, mejor hablamos mañana.

En su mirada advertí la desolación de la lástima. Pero no era lástima hacia mí. Sentí que la lástima era hacia él, sentí que estaba castigándose, preguntándose quizás qué no hizo bien…

Él y yo nos abrazamos muy fuerte,  mientras yo le susurraba que fue el mejor hombre del mundo, un gran amante, y que en la cama me había hecho muy feliz… Yo no mentía.  Intenté desearlo, porque pese a todo él me seguía deseando. 
Pero esa etapa había terminado, y a una mujer los finales se le hacen evidente sin anestesia en interrogantes que no necesitan respuestas:  ¿Ya no te mojas como antes?  

3

Una ex alumna me preguntó hace unos días por qué en este blog no mencionaba nada de mi amor y gusto por las vaginas/clítoris. Yo me estaba perdiendo de contar algo íntimo, pero fundamental en la elección-decisión de ser lesbiana.  Muchos dirán que el sexo y que exactamente la vagina y el clítoris no son relevantes a la hora de entregarte a una mujer siendo bien mujercita. 

Y yo discrepo, pero advierto que estoy hablando de mis experiencias, y de la de algunas mujeres que conozco, ya sea porque las he tenido (arriba, abajo o de costado) o porque me han confiado sus intimidades.  

Me quedo con una vagina porque me cautiva su humedad y su rebuscada profundidad. Una vagina es un mar inacabable que me revela el deseo, que me confirma el placer y que me aprisiona, mientras yo navego con mis manos o con mi lengua, a las cuales domino en la ruta hacia el orgasmo. Mis manos y mi lengua le piden permiso a mi cerebro para desplazarse. El pene irrumpe solo, atado a un cuerpo que es un todo, que es más errático que los pedazos de mí que buscan el goce en una boca tan generosa como es mi boca.

No odio los penes. Me parecen una herramienta respetable en estado de erección. Me parecen potentes, fuertes y enérgicos hasta que pierden su poderío, y entonces debes mirarlos en su plena debilidad, debilidad flácida y triste que es su apariencia hasta que una mano, un culo, una imagen, un recuerdo o un sueño le recuerda que es hora de levantarse, e ingresar. Una vagina es naturalmente húmeda, y abierta, lo que no significa necesariamente ‘pasa, adelante’.

Creo en el multiorgasmo, y sé lo que son dos mujeres en multiorgasmo, dos cuerpos cayendo al vacío para atarse en un beso, o en un abrazo, o en un apretón de manos, o en una prolongada fricción de pubis, vaginas.

No me pregunten si los orgamos de las lesbianas son vaginales o clitorianos. Hay quienes tenemos de los dos, y hay quienes se quedan con uno. Un clítoris latiendo, en mi boca o entre mis dedos, ha sido la mejor experiencia sexual de mi vida. Un pene en mi boca ha llegado a asfixiarme.


Y después del sexo, yo duermo sobre un cuerpo frágil, ondeado, cálido. Yo miro dos pechos, los acaricio, y los veo despertar, otra vez. Yo recorro y me reencuentro con el mar, traicionero también.

11 de enero de 2009

Jornada contra la homofobia en Miraflores





Hoy, en Miraflores, se realizó el 
Festival de la Diversidad Sexual y de Género, un importante evento que congregó a numerosos activistas, amigos de la comunidad y público en general. Llegué tarde, pero logré captar algunas imagenes para este blog.

La nota fea de la jornada la protagonizó un sereno-guardia municipal que pretendió dar por terminado el festival 45 minutos antes de la hora prevista. El sujeto que aparece en esta galería murmuró insultos contra los activistas que le reclamaron su actitud. Lamentablemente, no alcancé a grabar sus burdas declaraciones. La ignorancia uniformada. Felizmente, su afán de arruinarlo todo terminó con la llamada de atención de alguien un poquito más inteligente. 

Me contaron que, por la mañana, algunos vecinos -quizás, los mismos que después de ir a misa sugieren la muerte de los bellos gatos que han 'tomado' la espalda de la iglesia- expresaron su fastidio por la presencia de estos hijos del infierno (nosotros), en el siempre apacible, católico... y open mind Miraflores, cuna del Vale Todo, de la coquerísima Calle de las Pizzas, y también de los chicos que se alquilan a señorones con plata.

La tolerancia, pese a estos sucesos, se impuso la tarde-noche de ayer. Me pareció que muchos de los presentes no eran homosexuales, lesbianas o transexuales, o travestis. Eran heterosexuales y estaban allí para curiosear (inevitable), informarse (muy bien los chicos de Vía Libre, las chicas y chicos del Mhol, y de otras instituciones) o pasar un domingo diferente (sin ironías).

Ojalá esas miradas de aprobación que muchos recibimos sea el comienzo de una ciudad menos homofóbica. Ojalá.

8 de enero de 2009

Lo que miran las lesbianas




El título de este post es estúpido, pero necesario. Nace a propósito de dos comentarios anónimos que llegaron a este blog. Indignados, intrigados, rabiosos, babosamente inquietos, los sujetos en cuestión –aunque podrían ser mujeres-  se sorprendían de mi fijación con los culos por lo que escribí en el post anterior. ¡Horror, una periodista mirando culos! ¡Horror, una mujer mirando culos (de mujeres)! ¡Horror! No aprobé los comentarios porque no solo me insultaban a mí. El 'blanco' fundamental era la corte de 'enfermas' que leía este espacio y que jamás se perdía un trasero. Me reclamaban mirar el alma de la gente.

¿Qué miran las lesbianas? ¿Qué miran los periodistas? ¿Qué miran las mujeres? ¿Qué miran los hombres? Yo imagino que algunos seres extraordinarios van por la calle, o se tropiezan en el bar, o descubren en el restaurante, el alma de las mujeres o de los hombres. A primera vista, los seres extraordinarios identifican si esa chica gusta de la literatura, si es cinéfila, mitómana o ninfómana.  La verdad, queridas (os), yo no soy un ser extraordinario y cuando voy por la calle no ubico almas, no detecto inteligencias…ni siquiera intuyo un buen corazón. 

Como casi el 99.9% de humanos que transita libremente por su ciudad, yo me cruzo con buenas piernas, con buenas tetas, buenos culos, buenas bocas y, a veces, con miradas gratas. También me topo con todo lo contrario, es decir, con especies imperfectas como yo. Y al mismo tiempo me encuentro con calles mal asfaltadas, con huecos, con niños durmiendo en la avenida, con algún perro atropellado, con tipos que alquilan celulares… con basura desperdigada, con paredes sucias, con algún mojón.

Soy distraída por naturaleza, así que más de una vez algún amigo-compañero de trabajo me ha dicho: "¿Viste ese escote?". Me lo perdí, sorry. Porque soy una persona ocupada. Y hasta en vacaciones estoy calibrando tonteras que me abstraen del mundo real mientras camino hacia cualquier parte (no descarten una muerte trágica en las pistas de la gran Lima). Pero aclaro: No soy una contempladora de culos, y creo que ninguna lesbiana, y ningún heterosexual en general, podría serlo… a tiempo completo.

 
He hecho una lista de lo que una LESBIANA promedio encuentra-mira-tropieza por las calles de una ciudad, una ciudad como Lima. La palabra lesbiana puede ser reemplazada por heterosexual-bisexual-asexual.

  • Muchas caras, algunas se me borran al segundo, y otras me acompañan el viaje entero. Se me pueden hacer familiares (se parece a mi tía Silvia) o me pueden traer a la memoria mi fantasía absoluta (es como Alejandra Guzmán cuando canta y suda).
  • Gestos amables que me hacen presumir que una buena charla siempre es posible. No encuentro gestos de 'vamos a la cama'. Sé que estos gestos se dan, que caen del cielo, uno entre mil casos. Comunicación no verbal podría llamarse, pero yo le llamaré comunicación milagrosa. Yo he padecido señoritas con esos gestos, pero hace ya bastantes años que nadie me mira así, y tampoco miro yo a nadie así. Estoy en la edad de la cordura. O como dice mi psicóloga: la edad de la mariconada.  
  • Piernas portentosas. Pero ya saben ustedes que yo no soy de alocarme por las piernas. Y aunque la comparación es odiosa/machista y fuera de lugar, les cuento que cuando en la pollería me preguntan si quiero pierna o pecho yo escojo siempre por siempre pecho, así digan que la pierna es más jugosa.
  •  Chicas de brassiere 38 B. Apetecibles, pero no cruzo la avenida para verlas mejor. No me tropiezo. No dejo de jugar con mi iPhone para precisar la talla. Así lleven un polo –remera-camiseta-playera con la imagen de Garfield yo ya no me creo el cuento de que le gustan los gatos. Así que el escote con Garfield entre las dos tetas solo me hace pensar que Garfield siempre es afortunado, así sea un dibujo.
  • Culos. Y no voy tras de ellos, a veces ni los miro con detenimiento, porque soy una mujer con prisa, porque todos vamos corriendo en esta ciudad y no hay tiempo. Ya quisiera sentarme yo en el malecón de Chorrillos a contemplar culos. ¿Quisiera? Francamente, creo que me aburriría. Un culo está bien, pero un desfile de culos, prolongado y sin erotismo, quizás no me divierta tanto.
  • Miradas profundas, miradas cachondas, miradas indiferentes. Ya se ha comprobado que ni hombres ni mujeres se fijan en los ojos del (a) otro (a) a primera vista, vaya redundancia. Queda bien decir: "Me enamoré de sus ojos". Pues yo me he enamorado de miradas cachondas y de miradas indiferentes. Me fue muy mal, claro. Por eso, ahora busco miradas dulces y transparentes, así mi madre diga que las aguas mansas son las peores. 
  • El look. No me refiero al corte de cabello. Antes era exigente con la cabellera, hoy he aprendido a admirar la variedad. El look que miro tiene que ver con una unidad, con un todo, con la pinta entera. Así, me distraigo cuando veo una chica con cierto look descuidado, como quien sale de la cama corriendo. Y me distraigo con las chicas que van con traje sastre muy elegante, y tacos, como suele lucir mi mujer. Y me quedo mirando breves segundos a ciertas chicas que visten uniforme de reglamento: léase policía, bombera, mecánica, guardia municipal...


Mis amigas heterosexuales se dan cuenta más rápido que yo de las tetas, y de lo culos, y de los rostros de sus pares mujeres heterosexuales, quizás por la eterna competencia femenina en busca de la que luce mejor, o viste bien. Bueno, son ellas las que a veces me alertan, a codazos, la buena nueva: "¿Ya viste el trasero de X?". Cuando doy la vuelta, X ya se sentó y un culo sentado pierde volumen.

Quizás esté en la etapa de detectar otros valores agregados, pienso. 
Hoy digo cosas como: esa chica tiene buen gusto para diseñar la plantilla de su blog, no usa el verde estridente como yo/ esa chica escribe cada cierto tiempo un post de puta madre/ esa chica me puede dar unas clases para entender Second Life / esa chica tiene en su cartera un libro de Bolaño (y no es posera) /esa chica usa unas botas que le dan apariencia de dama ruda, el tipo de dama que todavía me gusta…/esa chica es mandona, como me gustan a mí (a veces) / esa chica no cambia frenéticamente su estado civil en Facebook como yo: es una chica equilibrada/ esa chica pasea una semana entera la revista  PC World: seguro lee el blog de Arturo Goga/ esa chica compra la Tinka (lotería) y quizás se la gane, y quizás me lleve a pasear por todo el mundo, y me llene de gadgets.

Así que ya saben lo que yo voy mirando/ y pensando por las calles de Lima. Nadie tendría que ser asustarse. Soy tan normal como Aquiles, o como esos feos anónimos que merodean malamente mi casa verde.


Bye.

4 de enero de 2009

¿Heterosexual? No, gracias.



Nos reunimos cada cierto tiempo. Yo soy la única lesbiana del pequeño grupo. Ellas hablan de sus novios-maridos, y yo de mi novia, de mis ex novias y en casos extremos también hablo de mis futuras novias. Ellas y yo analizamos las cosas más estúpidas y lúcidas, pero, sobre todo, chismeamos del mundo entero. Cervezas, ron o vino acompañan la noche.

En una de esas reuniones se produjo este diálogo:

-¿Te acuerdas de X? 
-Claro, ¿qué le pasó?-, pregunto, interesada.
-Se volvió lesbiana-dice mi amiga.
-¡Nooooo…!-, exclama la audiencia entera.
-¿Cómo así?-dice alguien. Y pienso que es la misma pregunta que algunos hacen cuando te dicen que el señor tal se hizo evangelista, mormón o budista.
-Pues nada. Se volvió lesbiana. Se enamoró de una mujer, y está feliz-responde la autora del chisme.


Recuerdo a la señorita X con cariño, y casi podría relamerme los labios. Era el culo más bonito que circulaba en las redacciones de los 90, cuando yo era practicante de periodismo, y miraba los culos con timidez de lesbiana recién estrenada. Solía enterrar los ojos en mi libreta de notas, y apenas los alzaba para confirmar que seguía allí.

Todos coincidimos en esa época: era el culo más bonito del diario. No sé qué fantasías me perseguían en ese tiempo, pero la señorita X era heterosexual y yo no era mujer para esas batallas, así que me fijé justamente en una chica sin culo, a la cual quise durante tres meses intensos. El culo y el lindo rostro de X pasaron a un segundo plano. Ojo: segundo plano no significa olvido.

Pero a lo que voy en este post es a un tema serio:  ¿Te enamorarías de una chica heterosexual? Me lo han preguntado muchas veces, y siempre respondo lo mismo: “No”. Como si una pudiera dominar su corazón, yo respondo que No, pero debo decir que hasta hoy no me he enamorado de una chica heterosexual. 

Puedo ser persistente, dulce y tener toda la paciencia del mundo con una chica lesbiana que ni siquiera me sonríe (aunque casi siempre prefiero lo seguro), pero con una heterosexual retrocedo, corro y me concentro en cualquier tema. Quizás porque me asusta sufrir la indiferencia de una mujer que jamás amaría a una mujer. Con una lesbiana, al menos, tengo el consuelo del ‘pudo ser’. 

Pero lo ocurrido con la señorita X me hace pensar que quizás he vivido en un error, como descubro todo el tiempo. 

Cuántas mujeres heterosexuales he descartado de plano solo por miedo a enamorarme, a sufrir, a verlas casadas con un hombre, a imaginar que el día menos pensado llegarán a casa para decirme que “no puede ser”. No, yo no he querido vivir esas historias, y por eso he prohibido a mi corazón y a mi cuerpo encandilarse con una chica straight. 

Todas mis mujeres han sido lesbianas convencidas. He competido con mujeres por el amor de una mujer, pero no con hombres. Y es que un hombre no es solo un hombre que quizás les brinde placer y amor. Para esas chicas que caen en una experiencia lesbiana y luego recuperan ‘el sentido’, un hombre es el pasaporte a la ‘normalidad’, la mejor forma de borrar ‘aquello’. Un hombre les dará apellido de casadas, hijos y una familia (feliz o infeliz, no importa). Claro, siempre habrá excepciones, siempre habrá chicas que –pese a su experiencia lésbica- terminan amando a un chico.

Hoy veo que también pasa que después de muchos años de casada, una mujer puede encontrar el amor y las ganas en una mujer, una mujer que quizás supo seducirla o que quizás llegó en el momento clave en que se toman las decisiones de ese tipo.  

Estrategia y paciencia me han faltado cuando una chica heterosexual se ha cruzado en mi camino. Hoy creo que ha sido miedo lo que me detuvo, el mismo miedo que me causa una chica bisexual. Llámenle cobardía también. 

No quiero, de todas formas, caer en la danza de los quizás y de los hubieras… Si quizás la hubiera invitado a salir, si quizás le hubiera dicho que su cabello es muy lindo, si quizás le hubiera escrito una carta de amor, si quizás la hubiera besado cuando puso su cara muy cerca de la mía, si quizás, si quizás…