29 de junio de 2009

Abencia y Alicia: un amor de mierda




Un amor de mierda no es amor. Es simplemente eso: una mierda.
Capaz de destruirte, de romperte en pedazos, de transformarte en un gusano rastrero que espera una caricia para sonreír, o que tiembla de miedo cuando una mirada te dice lo que debes hacer, o lo que debes callar.

Abencia Meza y Alicia Delgado eran –para quienes no son de Perú- una pareja de cantantes que prefería presentarse al mundo como amigas, simplemente amigas, mientras se acariciaban y se peleaban en público.

No sé cuántos ingenuos creían que eran solo amigas, no lo sé, y no importa ahora. Alicia fue golpeada, acuchillada y asfixiada. Está muerta. Y Abencia Meza es una de las principales sospechosas, quizás en las próximas horas sea detenida, quizás en las próximas horas diga su verdad, quizás después de esta historia que la prensa no soltará en bastante tiempo los homofóbicos salgan al frente para decir que las relaciones retorcidas –léase lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans- acaban así.

¿Quién no ha vivido un amor de mierda? Cualquier amor –homosexual o heterosexual- que se hunde en el fango de los celos, la desconfianza, la prepotencia, la mentira, y la angustia termina mal.

A veces el final es devastador para cualquiera de los dos, o para los dos. Y a veces lo que acontece es la muerte con su rostro más horrendo: porque a las fotos del cuerpo desnudo y magullado de Alicia se suman los primeros análisis de los peritos: semen en el cuerpo de la víctima. Y eso no es todo: A Abencia, todavía inocente, la familia le prohíbe asistir al velatorio y al entierro de su mujer; la acusa del homicidio y pide justicia; y en la televisión, la ‘viuda’ cambia abruptamente de humor, entre la angustia y la revancha, revelando su amor más cándido y desnudando las miserias de lo que fue una convivencia de casi diez años, en los que quizás una amó más que la otra; años en los que el odio iba y venía de parte de las dos.

Alicia estaba en el clóset (con la puerta casi abierta) y Abencia vivía la vida con sus pistolas, y sus poses de macho con aretes, rubor y labios pintados. A veces pensé que eran la una para la otra, pues las dos parecían muy cómodas llevando su amor sin declarar a la televisión, para luego abrazarse, pelearse o juguetear en un sauna donde todos sabían de sus encontronazos y apachurramientos.

Confieso que a esta pareja casi no le presté atención por seguir el juego burdo de los problemas cómicos, y recién ahora me fijo en los detalles.

Me llama la atención que Abencia haya adoptado una niña para las dos (no sé bajo que leyes), que delante de las cámaras Alicia haya proclamado un romance con un muchacho, mientras seguía alimentando las esperanzas de Abencia, o cediendo a sus amenazas para continuar la relación.

Me intriga que una mujer de casi clóset como era Alicia se haya dejado besar y piropear por una mujer a la que negaba como pareja, y con la que públicamente compartía la casa. Es todo tan oscuro, tan dramático, tan lamentable, y tan sórdido que casi podría pensar que ni siquiera con la captura del asesino, de la asesina o de los asesinos este amor podrá ser comprendido, porque los amores de mierda no tienen explicación, y menos leyes.

Al margen del desenlace me queda claro que un amor retorcido difícilmente prosperará. Pero es retorcido no por la orientación sexual de sus protagonistas sino por la falta de respeto que había entre las dos, por el odio que se había instalado en sus corazones, y por esos reclamos cruentos que a diario explotaban en las caras de las dos. ¿Acaso este patrón de amor de mierda no es tan heterosexual como homosexual? Ojalá que las familias homofóbicas, la prensa y los líderes de opinión lo tengan en cuenta.

ACTUALIZACIÓN: La Policía capturó a Pedro Mamanchura, ex guardaespaldas de Alicia Delgado. El sujeto ha confesado el homicidio por encargo. La autora intelectual: Abencia Meza.

16 de junio de 2009

Mi ex no me necesita




No me refiero a una chica. Estoy hablando de él, de mi primer y gran novio. Hace unas semanas llamó, dijo las palabras tiernas de siempre, y planteó una cita.

Confieso que no tuve corazón para decirle que NO, pero tampoco pude decirle que SÍ. Simplemente prolongué la espera (la suya), y seguí de largo. Hubo más llamadas y más evasivas mías, hasta que en una me agarró de un humor fatal y casi le colgué.

Ayer mi madre llamó diciendo que él estaba muy solo y triste, y entonces tuve claro que el peor consuelo para alguien herido como él –no por mí, sino por la vida- sería sentarse frente a frente con su ex (lesbiana además), para planear un imposible.

Todo terminó cuando yo iba a cumplir 18 años. En diciembre cumpliré 35. Él está divorciado, y tiene dos bebés que no conozco, pero que van a la escuela con mis hermanos, y hoy se habla con mi madre, la misma que siempre creyó que ni él era para mí, ni yo para él. Creo que se cruzan cada mañana, porque apenas unas casas los separa. Creo que mi mamá se siente culpable por haberse opuesto tan fieramente a aquella relación. Y creo también que ya le pidió disculpas por las bofetadas que le pegó cada vez que me encontraba en sus brazos. Creo.

Yo estoy enamorada, soy lesbiana sin retorno y no quiero explicarle otra vez que un dia me dejó de inspirar, sí, el día que comencé a marcharme como alguna vez conté.

Pasa –y lo sé muy bien- que cuando a un@ le va todo mal con la pareja busca una aventura nueva o recicla a un ex. Se piensa en los ex tomando lo mejor de ellos, con la esperanza de pegar los pedacitos que quedaron de la relación. La vida me ha enseñado que lo que se rompió ya no se puede reparar, y hay que mirar hacia adelante. Me costó llegar a esa conclusión genial, claro está.

Yo podría ser su amiga, pero sé que él sigue pensando que a los treinta podemos volver a ser los adolescentes que se amaban, y que soñaban con casarse, y tener una linda familia. Nuestra historia terminó, y a él le está pasando lo que a mí hace muchos años: cuando todo fallaba con mi pareja de turno miraba atrás pensando en reanudar lo que se acabó. Alguna vez lo intenté, hubo segunda y hasta tercera oportunidad… ¿Qué pasó? Reabrimos nuestras heridas, y nos partirnos el corazón en más pedacitos.

Por eso, tomo distancia y solo espero que no se refugie en una esperanza del pasado. De todo su pasado seguro que yo soy lo menos conveniente para él, y así yo fuera la mejor mujer del mundo, la que él todavía espera, yo ahora amo a una mujer... Y mañana también.

5 de junio de 2009

Mi suegra no me quiere


  • Porque soy lesbiana.
  • Porque soy gorda.
  • Porque fumo.
  • Porque en mi departamento hay una espléndida cama matrimonial donde su hija (mi novia) y yo dormimos muy abrazadas.
  • Porque tengo cuatro gatas.
  • Porque mi novia (su hija) me dice bebé.
  • Porque soy periodista y no tengo nada que ver con las computadoras, como mi novia (su hija), la experta en sistemas. Quizás no sabe que yo estoy más tiempo en las computadoras que mi novia (su hija).
  • Porque quiero hacer una vida con su hija.
  • Porque la vecina ha dicho que yo salí en la televisión y en los periódicos por lesbiana, como si la gente saliera en la televisión solo por ser gay.
  • Porque alguien le dijo que su hija y yo peleamos, como la gente y las gatas pelean cuando algo les molesta.
  • Porque quizás no tengo la categoría de ‘divorciada’, ‘viuda’ o ‘separada’, y menos ‘casada’, como ‘corresponde’ a toda mujer decente.
  • Porque cree que los ‘desviados’ (nosotros) damos mala suerte.
  • Porque no soy el novio que ella presentaría a la familia entera. Porque soy la novia de mi novia, y eso es difícil de explicar.
  • Porque cree –como muchos- que ser lesbiana es una enfermedad, y una vergüenza, algo que hay que combatir y evitar.
  • Porque quizás presume que no le haré mucho caso, y seguiré abrazada a su hija, aunque ahora me vea obligada a no asomar por su puerta.
  • Porque de repente ya descubrió en los ojos de su hija (mi novia) el tamaño de nuestro amor.
Yo no soy optimista, pero creo -espero- que muy pronto ella me conozca, y me quiera un poquito.