
Un amor de mierda no es amor. Es simplemente eso: una mierda.
Capaz de destruirte, de romperte en pedazos, de transformarte en un gusano rastrero que espera una caricia para sonreír, o que tiembla de miedo cuando una mirada te dice lo que debes hacer, o lo que debes callar.
Abencia Meza y Alicia Delgado eran –para quienes no son de Perú- una pareja de cantantes que prefería presentarse al mundo como amigas, simplemente amigas, mientras se acariciaban y se peleaban en público.
No sé cuántos ingenuos creían que eran solo amigas, no lo sé, y no importa ahora. Alicia fue golpeada, acuchillada y asfixiada. Está muerta. Y Abencia Meza es una de las principales sospechosas, quizás en las próximas horas sea detenida, quizás en las próximas horas diga su verdad, quizás después de esta historia que la prensa no soltará en bastante tiempo los homofóbicos salgan al frente para decir que las relaciones retorcidas –léase lesbianas, homosexuales, bisexuales y trans- acaban así.
¿Quién no ha vivido un amor de mierda? Cualquier amor –homosexual o heterosexual- que se hunde en el fango de los celos, la desconfianza, la prepotencia, la mentira, y la angustia termina mal.
A veces el final es devastador para cualquiera de los dos, o para los dos. Y a veces lo que acontece es la muerte con su rostro más horrendo: porque a las fotos del cuerpo desnudo y magullado de Alicia se suman los primeros análisis de los peritos: semen en el cuerpo de la víctima. Y eso no es todo: A Abencia, todavía inocente, la familia le prohíbe asistir al velatorio y al entierro de su mujer; la acusa del homicidio y pide justicia; y en la televisión, la ‘viuda’ cambia abruptamente de humor, entre la angustia y la revancha, revelando su amor más cándido y desnudando las miserias de lo que fue una convivencia de casi diez años, en los que quizás una amó más que la otra; años en los que el odio iba y venía de parte de las dos.
Alicia estaba en el clóset (con la puerta casi abierta) y Abencia vivía la vida con sus pistolas, y sus poses de macho con aretes, rubor y labios pintados. A veces pensé que eran la una para la otra, pues las dos parecían muy cómodas llevando su amor sin declarar a la televisión, para luego abrazarse, pelearse o juguetear en un sauna donde todos sabían de sus encontronazos y apachurramientos.
Confieso que a esta pareja casi no le presté atención por seguir el juego burdo de los problemas cómicos, y recién ahora me fijo en los detalles.
Me llama la atención que Abencia haya adoptado una niña para las dos (no sé bajo que leyes), que delante de las cámaras Alicia haya proclamado un romance con un muchacho, mientras seguía alimentando las esperanzas de Abencia, o cediendo a sus amenazas para continuar la relación.
Me intriga que una mujer de casi clóset como era Alicia se haya dejado besar y piropear por una mujer a la que negaba como pareja, y con la que públicamente compartía la casa. Es todo tan oscuro, tan dramático, tan lamentable, y tan sórdido que casi podría pensar que ni siquiera con la captura del asesino, de la asesina o de los asesinos este amor podrá ser comprendido, porque los amores de mierda no tienen explicación, y menos leyes.
Al margen del desenlace me queda claro que un amor retorcido difícilmente prosperará. Pero es retorcido no por la orientación sexual de sus protagonistas sino por la falta de respeto que había entre las dos, por el odio que se había instalado en sus corazones, y por esos reclamos cruentos que a diario explotaban en las caras de las dos. ¿Acaso este patrón de amor de mierda no es tan heterosexual como homosexual? Ojalá que las familias homofóbicas, la prensa y los líderes de opinión lo tengan en cuenta.
ACTUALIZACIÓN: La Policía capturó a Pedro Mamanchura, ex guardaespaldas de Alicia Delgado. El sujeto ha confesado el homicidio por encargo. La autora intelectual: Abencia Meza.