29 de agosto de 2009

Un sueño, una señal




Pensar en el futuro no te deja vivir el presente. Puede ser que esta frase sea cierta. Yo no sé de dónde la saqué, tampoco recuerdo si la inventé. Es sábado, estoy en casa, he dormido demasiadas horas, y solo las gatas me acompañan. He soñado con el futuro, y lo extraño de todo es que el escenario que me rodeaba no era este, el de las paredes verdes, el del cigarrillo humeante y el café caliente cerca.

No era yo, quizás. Era otra persona, rescatada y liberada de las angustias cotidianas y eternas. Pero en ese sueño me encontraba en una casa grande, de paredes blancas, con un jardín amplio para las mascotas y un espacio para la parrilla. En ese sueño yo reía, y sentía que mi vida era medianamente predecible y cómoda, imposible de romper. En ese sueño no había una mujer, pero sí alguien –sin rostro y sin sexo, como una sombra- que me decía palabras gratificantes, que no me reprochaba nada, y que me conducía sin miedos a dormir a su lado, que abría sus ojos y me miraba, que me daba fuerzas para seguir, y que me repetía que yo era invencible y que siempre sería capaz de derrotar a los fantasmas.

Al despertar me pregunté cuál era la razón de tanta angustia, de tanta tristeza inmóvil, y devastadora. Sí, la depresión nuevamente. Esa enfermedad que regresa, y que a unos paraliza, y que a otros vuelve fuentes incontenibles de creatividad y de trabajo. Yo pertenezco al segundo grupo, lo cual es un alivio para mi desarrollo profesional. Pero, ¿y hasta cuándo esta pena, este vacío estúpido, este dolor que se te instala en los huesos?

Cuando trabajo mis penas se postergan, y quedan refundidas en alguna parte. Cuando me declaro en descanso total, la pena se aloja en mí, y entonces soy la misma de toda la vida, preguntándome qué pasará mañana, qué libros leeré, qué labios besaré, qué mujer me mirará a la cara al despertar, qué hijos no tendré, qué gatos me faltarán, qué familia habré adoptado, qué cuerpo será mío, qué marca de cigarrillos fumaré, qué países visitaré, qué casa habré comprado, qué rupturas habré sumado a mi lista, qué canciones cantaré, qué color de cabello tendré, qué cantidad de kilos bajaré, qué médicos conoceré, qué amigos habré perdido, qué teléfono más poderoso que el iPhone 3GS tendré, qué laptop me acompañará para escribir mis historias, qué cremas me servirán para disimular las arrugas, qué terrenos pisaré.

Demasiadas preguntas, demasiadas angustias… en una tarde de sábado.

20 de agosto de 2009

Aparece/desaparece




La angustia/ la felicidad en pedacitos.
El dolor / El no sentir.
Tus pechos/ Mis pies helados.
Mi gata/ Mi gata
La furia/ La paz.
La mujer/ La niña
La lágrima/ La sal en tus labios.
El insomnio/ El sueño.
El vacío/La psiquiatra.
La lesbiana/La que no es.
El departamento alquilado/La casa de otro.
El clítoris/ Una frazada.
El mar/ El desierto.
La mentira/ El duelo.
La ilusión/ La sombra.
El pasado/ El presente.
La soledad/ La gente que camina y no te mira.
La hoja en blanco/La pantalla luminosa.
Mi gata/Mi gata.
La adrenalina/El adormecimiento
La fidelidad/La infidelidad.
El café/ El té verde
El cigarrillo/ La vida que se extingue
El miedo/ Un puñete en la pared
Las horas/ La vida
La tristeza infinita/Las pastillas
La agonía/ El blog

4 de agosto de 2009

La galleta del infortunio de Facebook



Es una estupidez quedarte pensando en los mensajes fabricados y crueles de la galleta verde del infortunio de Facebook, pero como suele pasar con esas cosas al azar sin sentido que un vidente, un monito o un papelito dentro de la botella te dicen… Te quedas pensando, y sacas conclusiones, y te sugestionas, y te preguntas por qué mierda tenía que haber salido justo eso, por qué!!! Por lo menos, a mí, eso me suele pasar con cierta frecuencia.

La galleta del infortunio aseguró hoy que el amor de mi vida me diría para ser solo amigos. No puso amigas quizás porque en su chip no está registrado el amor de dos lesbianas. De hecho, la primera vez que la saqué vomitó esto: “Las personas faltas de amor y con tendencia sexual dudosa son adictas a Internet”. ¿Me sentí aludida? Un poquito, la verdad. A veces siento que me falta amor, mi tendencia sexual (si la palabra tendencia vale, en fin) no está en duda ni a prueba, pero el mundo podría llamarla DUDOSA, como cuando califican como de DUDOSA PROCEDENCIA a un objeto robado o falso. La homofobia sutil es virtual y latente hasta en las cosas más mínimas. Y sobre mi adicción a Internet, la puta galleta verde no estuvo tan desquiciada.

Quizás sí, estoy demasiado conectada, y no me despego de mi iPhone. Quizás padezco algún grado de adicción a Internet, y todo es consecuencia del desamor y de esa tendencia sexual que todavía llama la atención y consterna a ciertas mentes y corazones intolerantes.

Sí, son bobadas. Ustedes me dirán que no crea en eso, que no hay ningún valor científico en el resultado, que un loco creó esa aplicación para arruinarnos el día y hacernos sentir infelices. Pues sí. Lo sé. Pero cómo diablos se te quita de la cabeza la posibilidad de estar pisando esa línea entre la tierra y el infierno. ¿Cómo?

Algunos datitos sobre la galletita verde:

Más de 44,000 fans tiene la aplicación de la galleta del infortunio en Facebook.

Las galletitas reúnen un grupo de frases recopiladas por los usuarios. Apuntan al humor y no al odio. Según sus creadores, "existen varias versiones de la misma optimistas, si se siente ofendido recuerde que: "somos pesimistas porque nos gusta que el mundo nos de la razón tarde o temprano"".

Estas putas galletitas no son tan inocentes. Miren de los que se les acusa aquí.

Alguien recopila los mensajes de sus galletitas (pero de la fortuna) en un post

Lo que dice la gente de las galletitas en Twitter aquí

PD: Sí, este post podría ser tildado de bobo. No importa. Quería escribirlo.
Me pueden decir que deje de abrir galletitas. No lo haré hasta que me canse. Así soy yo: un 99% terca.