10 de febrero de 2008

Mi amor no cambió

Soy cursi por una cuestión genética. Mi mamá y papá lo fueron en su momento. Están separados desde que cumplí tres años, pero cuando hablo de amor con ellos me veo reflejada en los dos, tengo demasiado de ambos, así me niegue a aceptarlo.
Soy cursi y no me da vergüenza admitirlo. Soy cursi cuando estoy enamorada y cuando no lo estoy. Soy cursi cuando soy fiel y cuando no lo soy. Está en mi naturaleza. Es una enfermedad incurable. No me preocupo mucho del asunto, porque no me incomoda ser así. Tengo cosas peores de las que librarme.

Estamos cerca del Día de los Enamorados, San Valentín le llaman y el 99.1% de humanos lo celebra sin saber quién diablos es San Valentín. En estos días me encuentro elaborando un suplemento por San Valentín para mi diario. El anuncio de publicidad es un corazón rojo rosa, bastante cursi. Me gusta, así sea un diseño bastante primarioso.
No sé por qué tengo el encargo de celebrar el Día de los Enamorados en mi diario, no creo que me vean cara de enamorada, pues -por lo general- tengo cara de desenamorada. Lo cierto es que siempre me asignan estas tareas. Las resuelvo con el corazón como casi todas las cosas que debo hacer.

He acordado con mi pareja no celebrar San Valentín porque nos vamos a regalar unas vacaciones en San Andrés, sin embargo, presumo -como está el panorama- que algo cursi pasará, porque el amor es así, el amor te impide pasar por alto esas fechas, en las que todos llevan un corazón en la mano, una rosa Rosatel, un regalo Ripley. Celebraré sin celebrar, porque odio y amo San Valentín desde siempre.



Esta cursi canción es imposible de tararear en San Valentín.

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